Los padres llevan a sus hijos a la búsqueda de casas cuando no tienen otras opciones; historias de quienes padecieron esa etapa y tienen experiencias para compartir
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En 2020, la familia Cohen del distrito de Brooklyn de la ciudad de Nueva York desarrolló una rutina. Todos los fines de semana, Jonathan Cohen, su esposa y sus tres hijos, de 4, 5 y 6 años, se subían al auto y conducían a múltiples jornadas de puertas abiertas en el área tri-estatal. Estaban desesperados por tener más espacio del que les proporcionaba su pequeño departamento, por lo que toleraron las frustraciones de buscar una casa con su prole a cuestas.
En la mayoría de los hogares, uno de los padres se sentaba en el auto o en el patio trasero con los niños, mientras que el otro exploraba la propiedad. Luego cambiarían, pero a menudo, los chicos se soltaban, corrían por las casas y enojaban a los brokers.
Aproximadamente en su jornada de búsuqueda número 50, la pareja descubrió a su hijo de 6 años parado en un baño del último piso mientras salía agua del inodoro. Lo había roto, tirando la cadena repetidamente por aburrimiento.
Era como una metáfora del mercado inmobiliario: las exhibiciones, que alguna vez fueron un asunto más ordenado, comenzaron a desbordarse con niños, dejando a los padres y brokers luchando tras ellos.
“En las jornadas anteriores al COVID, las familias, en el mejor de los casos, estaban recorriendo durante unas pocas horas”, dijo Laura Gregory, una agente de bienes raíces con sede en Westchester, Nueva York, de Park Sterling Realty. Pero al principio de la pandemia, los padres y los hijos pequeños hacían cola como si estuvieran esperando para entrar a un concierto. “Había filas para ir a los exteriores de las casas”, dijo. “Fue diferente a todo lo que cualquiera de nosotros haya visto en la profesión”.
Alrededor del 40% de los compradores tienen hijos menores de 18 años, según el informe de tendencias de vivienda del consumidor de Zillow para 2022. Pero la pandemia cambió la forma en que compran viviendas. Antes, los padres podían pagar por una niñera, dejar a los chicos en una actividad o dejarlos con amigos o abuelos, mientras miraban algunas casas. Al principio de la pandemia, ese apoyo a menudo no estaba disponible. Cuando el mercado del real estate volvió a un ritmo frenético, deshacerse de los chicos no era práctico.
La cantidad de exhibiciones privadas de casas por lista de espera en Nueva York, Nueva Jersey y Connecticut casi se duplicó entre 2020 y 2022, según datos de la firma de datos de bienes raíces ShowingTime. Esto siguió siendo cierto incluso después de que se relajaron las reglas de distanciamiento social, lo que sugiere que los compradores tenían que buscar muchas más casas con la esperanza de comprar una con éxito, por lo que no tenía sentido financiero o práctico que las familias entregaran a sus hijos a los cuidadores cada fin de semana y por horas.
Así que llegaron los niños a las visitas. El Informe de tendencias de vivienda del consumidor de 2021 de Zillow encontró que, en todo Estados Unidos, los compradores con hijos en sus hogares asistieron a más citas e hicieron más ofertas que los compradores sin ellos. Ahora, ese cambio parece continuar, incluso cuando el mercado se ha enfriado. El stock de viviendas sigue siendo bajo. A medida que aumentan las tasas de interés, aumenta la competencia por los alquileres y, en algunas ciudades, tanto los compradores como los inquilinos deben tomar decisiones rápidas sobre la inversión financiera más importante de su familia.
Para los padres, esto requiere realizar múltiples tareas a toda marcha: evaluar los pros y los contras de una propiedad mientras se mantiene a los niños inquietos alejados de los muebles, los peligros y la atención parental.
Gregory recordó a unos clientes cuyo hijo pequeño era especialmente desafiante. ¡En una visita el chico se desnudó! En otra, proclamó su amor por ese hogar y tuvo una rabieta cuando llegó el momento de irse. Por tercera vez, desobedeció a su madre y abrió una puerta que le ordenaron no tocar, con resultados casi desastrosos.
“La puerta tenía un cartel que decía: ‘no abrir, ataca gato siamés’”, dijo Gregory. “En cuestión de segundos, el gato se abalanzó directamente hacia la cara de este niño”. Gregory atrapó al gato en el aire y evitó que lo atacaran.
Como corredor inmobiliario, “te preocupás”, dijo. “¿Se van a lastimar? ¿Romperán algo? Hay responsabilidad”. También están las narices que moquean o las migas de galletitas. Especialmente durante los primeros días de la COVID-19, cuando la gente no tenía cuidadors de niños, los vendedores tenían miedo de tener chicos en sus casas. “Había un estigma sobre eso”, dijo, “pero uno hace lo que tiene que hacer como padre”.
Los padres dicen que se sienten muy culpables, no solo por el mal comportamiento de sus hijos, sino por arrastrarlos todos los domingos en lugar de darles un verdadero fin de semana. “Ojalá estuviéramos enseñándoles a nuestros hijos a andar en bicicleta en lugar de estar sentados en un auto mirando casas”, dijo Pauline Shapiro, madre de dos hijos en Brooklyn. “Perdimos mucho tiempo de calidad”.
En 2021, Shapiro y su esposo, Rusty Singletary, visitaron al menos 60 casas en Nueva Jersey, a veces seis en un fin de semana, todas con sus hijos, de 4 y 6 años. “Dejábamos a nuestros chicos en la sala de estar con un iPad, pero inevitablemente comenzaban a gritar y querían seguirnos”, dijo Shapiro. “Me daría cuenta más tarde que no había armarios en la casa que vimos”, dijo. “Algo que me perdí por completo porque a la vez que recorría también tenía que cuidar a los niños”.
Algunos agentes intentan hacer la experiencia más fácil para los padres. Libby Earthman, corredora de LoKation Real Estate en Longmont, Colorado, establece un “rincón para niños” en sus jornadas de visitas con libros para colorear, acuarelas y Play-Doh para mantener a los pequeños ocupados. Jonna Weber, una corredora con eXp Realty en Boise, Idaho, abastece su automóvil con comida y, a menudo, les da a los niños su propio mini recorrido por la casa, pidiéndoles que seleccionen su dormitorio favorito y regalándoles caramelos.
Pero estas tácticas pueden invitar a más caos. Seon John, un desarrollador con sede en Atlanta, descubrió una vez que los hijos de un comprador habían pintado todas las paredes de la sala de estar mientras sus padres recorrían la casa con él.
“Por suerte era solo tiza”, dijo. Y Weber admite que a veces termina sintiéndose como una niñera, lo que técnicamente no forma parte de la descripción del su trabajo. “Pero estamos haciendo lo necesario para permitir que los padres experimenten y disfruten el hogar”, dijo. Su consejo a las familias: “Valdría la pena cada centavo para traer una niñera, amiga o ayudante de madre”.
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