En la primavera comienza la época de partos en las yeguas, es usualmente un proceso rápido y finaliza con la expulsión del potrillo del claustro materno. La cría sale a un mundo desconocido, debe adaptarse velozmente a ciertos cambios y la posibilidad para hacerlos eficientemente, condicionará su posterior supervivencia. La hembra gestante necesita condiciones físicas, reproductivas y funcionales para ser una buena madre, además debe estar protegida por una correcta sanidad y una equilibrada alimentación de acuerdo al período de su preñez.
Una vez nacido el potrillo tiene que poseer sus parámetros vitales normales (aparato circulatorio y respiratorio). Deben funcionar corrientemente y su organismo debe acomodarse a las modificaciones acaecidas a partir del parto. Es muy importante realizar el control del recién nacido durante las primeras 24 o 48 horas postparto para ver una adaptación natural y ocurrida dentro de los límites usuales. El comportamiento habitual que demuestra luego de nacido es un indicador de su estado de salud, su forma de actuar debe realizarse dentro de los tiempos que son considerados usuales como los siguientes: el tiempo que tarda en pararse, es entre 30 y 60 minutos. Presentación del reflejo de succión, a los 20 o 30 minutos de nacido. Comienza a mamar a las dos o tres horas de nacido. Eliminará dentro de las primeras cuatro horas, la primera materia fecal llamada meconio. El potrillo es un ser vivaz, rodea a su madre, se mueve continuamente alrededor de ella y alterna períodos de descanso con su alimentación de la glándula mamaria.
Cuando el potrillo nace es importante prestarle atención a su cordón umbilical, su ruptura puede ocurrir en dos momentos: cuando el potrillo se mueve o cuando la yegua se levanta. Luego del parto intentará pararse y cuando lo logra, comienza a dar sus pasos, buscando la glándula mamaria de la madre para beber el calostro, una secreción rica en anticuerpos, que preparó la yegua durante la preñez. Así, recibirá una inmunidad que lo protegerá contra diferentes enfermedades durante los primeros tiempos hasta que el propio sistema inmunitario pueda producir sus anticuerpos. Cualquier demora en la absorción del calostro, lo expondrá a la posibilidad de padecer enfermedades infectocontagiosas en los tres primeros meses de vida.
Por Jorge Genoud, para La Nacion (*)
(*) El autor es asesor veterinario de
equinos de la Sociedad Rural Argentina