Transitando por las rutas del Gran Buenos Aires, es posible ver, aquí y allá la presencia de un bello árbol, de denso follaje color verde intenso y grupos de flores amarillas en los extremos de las ramas. Si bien creo ya haber escrito sobre el tema, me gusta compartir con los lectores, la emoción estética que produce su vista.
Se trata del Ibirá Pitá o Peltophorum dubium, un gran árbol tropical de la familia de las leguminosas, nativo de Paraguay, Brasil y Argentina, Flor nacional de Uruguay, donde se lo conoce como el Árbol de Artigas. El prócer uruguayo debió exiliarse, en 1820, en la localidad paraguaya de Ibiray y se recuerda que durante su exilio, tomaba mate bajo un frondoso Ibirá Pitá.
En el barrio porteño de Villa Ortúzar, residentes uruguayos plantaron un Ibirá Pitá que hoy es frondoso, junto a la escuela República del Uruguay, en las calles Charlone y 14 de Julio.
El Ibirá Pitá alcanza gran talla, por lo que no es conveniente usarlo en veredas, como árbol urbano, tiene grueso tallo recto, hojas compuestas por numerosos foliolos, y si bien, como especie tropical, debiera perder las hojas en primavera, a veces conserva su follaje todo el año.
Pasada la floración se forman los frutos,vainas indehiscentes que no se abren solas y que guardan varias semillas, de muy fácil germinación y cultivo.
Las pequeñas plántulas se pueden trasplantar a macetas hasta que un alma generosa les halle el amplio espacio que requerirá en su pleno desarrollo. En mi barrio hay uno ubicado en una esquina de la manzana, donde gozará de ese dilatado espacio y, sin duda, lucirá espléndido.
Además de la utilidad de su belleza, es un excelente árbol maderero, con madera dura, de bello tono castaño rojizo y atractivo veteado, apropiado para construcciones y, por si esto fuera poco, la corteza contiene tanino y se puede usar para curtir pieles finas, y varias partes del árbol se usan en medicina popular.
La generosa geografía de esta región prolonga las condiciones tropicales, y nos hace también estos regalos únicos en el mundo.