El costo de la electricidad, las ayudas municipales y la creciente conciencia ambiental disparan la demanda, pese a las dificultades para ponerlas en los techos y azoteas
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Unos por las bonificaciones fiscales que ofrece el Ayuntamiento y las ayudas que llegarán con los fondos Next Generation. Otros por conciencia ambiental y porque desde 2019 se puede compartir la energía solar autogenerada. Otros porque el precio de la electricidad está por las nubes… O todo a la vez. La cuestión es que el interés de los vecinos de Barcelona por instalar paneles solares, y pese a que no siempre es posible por las características de las cubiertas de la ciudad, se ha disparado. Son instalaciones que permiten generar la mitad de la electricidad que se consume y pueden estar amortizadas en entre tres y seis años.
Si entre 2017 y 2020 en Barcelona se instalaron 209 proyectos de fotovoltaica en edificios (unifamiliares o de pisos, con una potencia total instalada casi 1.700 kilovatios), solo entre mediados de mayo y el 23 de junio el Ayuntamiento recibió 347 consultas de comunidades de vecinos, de las que 157 han evolucionado a estudios concretos. El Colegio de Administradores de Fincas confirma el interés y en el Gremio de Instaladores prevén triplicar los proyectos: no dan abasto y están impartiendo formación específica entre sus profesionales. Una empresa especializada asegura que las peticiones se han multiplicado por cuatro. Y todos los anteriores señalan que hay problemas de abastecimiento de algunas piezas.
En Barcelona, la demanda se ha disparado desde que el Ayuntamiento lanzó, en mayo, la campaña Moment Solar, de la mano de los instaladores y los administradores de fincas. La directora de servicios de Energía y Calidad Ambiental, Cristina Castells, explica que los primeros en interesarse por la fotovoltaica, años atrás, fueron los vecinos de casas unifamiliares. Ahora se disparan los proyectos de autoconsumo para bloques enteros, por los cambios legislativos: una mayoría simple es suficiente para instalar las placas, pueden compartir la energía autogenerada, y no es necesario que se sumen todos los pisos.
“Ahora la inversión ya no es un problema. En un edificio grande se puede amortizar el gasto en dos o tres años”, señala. El Ayuntamiento ha formado a seis personas, los promotores, que acompañan a las fincas en el proceso. “Estamos un poco sobrepasados, pero contentos de levantar proyectos”, dice.
En el plano urbanístico, las normas del Plan General Metropolitano o de la Ordenanza de Paisaje Urbano impiden algunos proyectos (cuando hay que construir pérgolas en los techos o azoteas para aprovechar el espacio y elevar las placas), por lo que el consistorio está redactando una instrucción para que quede claro que no se trata de obras ilegales para levantar volúmenes no permitidos.
El gerente del Colegio de Administradores de Fincas, Lorenzo Viñas, confirma que “las comunidades están apostando muy fuerte por la instalación de paneles fotovoltaicos” y asegura que los instaladores y los proveedores están “saturadísimos”. Viñas aplaude las ayudas públicas y la “agilidad en las licencias”, y, en cambio, lamenta dos contratiempos. Uno es la falta en el mercado de aparatos inversores (que convierte la corriente continua en alterna) por la crisis de los microchips. Y la otra es la tardanza de operadores como Endesa en instalar los contenedores fotovoltaicos.
El triple de proyectos
Por parte del Gremio de Instaladores, su director, Daniel Carrasco asegura que “la demanda es altísima, la gente está muy interesada” y que la escuela del gremio está impartiendo cursos especializados. “La demanda ha aumentado entre un 50% y un 80% y esperamos triplicar los proyectos”, apunta. “Hasta ahora se habían hecho grandes instalaciones, y no había tanto interés en el autoconsumo residencial, pero ahora es brutal”, asegura.
La empresa de servicios energéticos Adymus lleva tiempo en el sector y visto el despegue ha apostado por proyectos en edificios plurifamiliares. Su responsable del área residencia, Joan Miralles, también aplaude que “las administraciones se hayan puesto las pilas”. Asegura que tienen varias reuniones con vecinos cada semana: “Esta semana, cuatro; y las cuatro han aprobado la instalación”. La demanda se ha multiplicado por cuatro, cuantifica, y la ratio de aceptación es del 70%. También alerta de la falta de instaladores, de aparatos inversores y de la lentitud de Endesa al instalar los contadores fotovoltaicos. Pueden tardar siete u ocho meses, asegura. Preguntada la compañía, un portavoz admite que se producen retrasos, que atribuyen en parte a los trámites necesarios.
En la zona alta de Barcelona, Manel Jiménez animó en 2019 a toda su comunidad a instalar placas. 20 vecinos: desde personas mayores hasta jóvenes con hijos. “Todo el mundo estuvo de acuerdo y fuimos una de las primeras comunidades de autoconsumo compartido”, presume. Desembolsaron unos €3000 por piso, pero calculan que lo tendrán amortizado en dos años. Jiménez está satisfecho con el proyecto, pero se muestra crítico con el bajo precio que las compañías pagan por el excedente: la electricidad que se produce en horas de sol y no se consume al momento. “Es una lástima que parte del resultado de una inversión particular y pública en ayudas, la compre una compañía a una quinta parte del precio bajo coste y la venda tres veces más cara. Debería haber un recuento de estos excedentes y una bolsa para futuro consumo”, insiste.
Este vecino dice que es difícil calcular el ahorro en euros, porque los precios se han disparado, pero asegura que el 50% del consumo de la finca son kilovatios producidos por las placas. Y explica que anima a sus vecinos a cambiar de hábitos: “No poner la lavadora si está nublado”. En su finca han puesto 80 placas: “Para quien tiene espacio, es una tontería, no dar el paso, es bueno para ahorrar, para el medio ambiente, genera empleo…”.
A diferencia de esta finca de 20 vecinos, los de Eduard Moreno, de Gràcia, no se animaron, pero sí le permitieron a él instalar placas para su autoconsumo. Lo hizo hace un año, cuando llegó al edificio, que tiene 10 viviendas, y reformó su piso. “Una de las vecinas ya me ha dicho que ahora se animaría”, afirma. Son cuatro en casa: “Calculábamos que amortizaríamos la inversión en ocho años, pero con el precio actual de la electricidad lo pagaremos en seis años y nos durará veinte”. A pleno sol y con cinco placas genera entre el 40% y el 50% de su consumo. En invierno, con menos irradiación, la generación cae al 30% de lo que consume.
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