Los cambios en el Gabinete son parte de un movimiento de Fernández para disputar el poder a los Kirchner; Larreta enfrenta por primera vez a Macri; un FMI complaciente espera que los ajustes los haga el próximo gobierno
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Comentábamos hace pocos días que un experto en investigaciones de opinión pública con focus groups -que trata de indagar en cuál es la imagen que tiene la gente en su cabeza respecto de la política, de la vida pública y no tanto la cantidad de votos o los niveles de imagen que puede tener cada actor-, le pregunta a aquellos a los que estaba interrogando qué pasa con la política en la Argentina. ¿Por qué se lo pregunta? Porque se sorprendió de que la gente con la que él estaba conversando empezaba a hablar y al poco tiempo lloraba. Lloraba porque no tenía la posibilidad de llevar a su hijo al cine cuando salía de paseo. Lloraba porque tenía que decirle a su hija que tenía que retirarla de la universidad privada a la que le estaba mandando por no poder pagarla. Lloraba porque, a lo mejor, no veía a sus nietos durante mucho tiempo porque su hija o hijo se iban del país. Hay un estado de pesadumbre, de desasosiego muy marcado.
Este investigador comentaba que en 20 años nunca vio esta carga emocional en las personas con las que él dialoga en esas investigaciones. Cuando preguntó en un uno de estos grupos “¿La política qué hace frente a este drama que viven ustedes?”, alguien contestó con una imagen -probablemente injusta- que la política es un circo sin público. Un circo vació, donde están actuando los trapecistas, los domadores, los equilibristas, es decir, los políticos, pero la gente ya se retiró. En el fondo de este problema está la cuestión de la representación. ¿Hasta dónde la clase política tiene la capacidad, el oído, la plasticidad, como para representar el momento que estamos viviendo?
¿Por qué es interesante esto? Porque esta semana, y en estas horas específicamente, la clase política ingresó de manera mucho más clara en la disputa electoral por las candidaturas del año próximo. Está desatada ya en el oficialismo y en la oposición la pelea por el poder. Hay una visión injusta que lleva a pensar que eso está mal. No, la pelea por el poder es la esencia de la política desde que se inventó la política. Sin poder, es imposible transformar. Sin poder es imposible salir de ese estado de desasosiego. Lo que no siempre está claro es que la pelea por el poder esté atada a esos intereses, a esa forma de representación, a los valores que la gente espera que encarne.
En este panorama de disputa política en el corazón de los partidos hubo una novedad relevante, que son los tres cambios que realizó Alberto Fernández en su gabinete. Es una modificación que se origina básicamente por tres movimientos. La ministra de Género, Elizabeth Gómez Alcorta, muy ligada a la defensa de los derechos de los pueblos originarios, renunció por la represión y el ordenamiento que puso el Gobierno en la comunidad mapuche en el sur. Al mismo tiempo, se va Claudio Moroni, ministro de Trabajo, probablemente la persona más cercana a Alberto Fernández. Fueron compañeros de facultad. Deja su cargo por razones absolutamente personales. Se va también el ministro de Desarrollo Social Juan Zabaleta. Vuelve a Hurlingham, a su localidad, a su municipio, para tratar de recuperar -veremos si lo logra- el timón que dejó en manos de quien era el presidente del Consejo Deliberante y militante de La Cámpora.
Hay que mirar estos cambios, porque indican mucho de lo que está pensando Alberto Fernández respecto del poder, de sus relaciones con otros actores relevantes dentro del oficialismo -centralmente, Cristina Kirchner- y de cómo ve su papel y el futuro. Y a lo mejor nos sorprendemos cuando analizamos esa visión. Primer dato: el Presidente recurre a gente cercana a él para cubrir estas vacantes. En el caso del ministro de Desarrollo Social, va a la diputada Victoria Tolosa Paz. Es la esposa de uno de los mejores amigos de Alberto Fernández, Pepe Albistur. Tanto que ha habido una broma hecha con cariño que decía que uno de los créditos que tiene Victoria Tolosa Paz es estar en pareja con alguien que es experto en solución de problemas habitacionales porque, como todos sabemos, Albistur le cede su departamento en Puerto Madero a Alberto Fernández desde hace mucho tiempo. Tal vez por mucho tiempo más. Tolosa Paz, antes de ser diputada, estuvo al frente de la Mesa del Hambre, iniciativa que después quedó desdibujada. Presidió también el Consejo Nacional de Políticas Sociales. Y llega a un gabinete complicado. Vamos a ver cuánto puede tomar las riendas de ese Ministerio, porque va a tener que convivir con Laura Alonso, que es una funcionaria del riñón de La Cámpora y que reporta a Máximo Kirchner. Queda un jefe de Gabinete en el Ministerio de Desarrollo Social, Gustavo Aguilera, que reporta a Juan Zabaleta, el intendente que se fue. Micaela Ferraro, que es la segunda de Alonso, es una especie de sombra de Malena Galmarini, la esposa de Sergio Massa. Todo esto es anecdótico. El Ministerio está tomado por los movimientos sociales, especialmente el Movimiento Evita a quien Horacio Verbitsky llama con mucho humor “movimiento guita”. Lo conduce Emilio Pérsico, que está al frente de la Dirección o Secretaria de Economía Popular. Hay una relación que puede ser tensa entre el Movimiento y Victoria Tolosa Paz, porque cuando ella quiso ser intendenta de La Plata -donde vive-, esa organización no la acompañó. Y nos queda todavía una personalidad más, que es Fernanda Miño, quien reporta a Juan Grabois que, como todos sabemos, tiene una palabra muy gravitante con todo lo que tiene que ver con la política social del Gobierno. Ya Grabois tuvo en su momento un altercado con Tolosa Paz por la emisión de la Tarjeta Alimentar, que él objetó y ella defendió como estrategia central que tiene que ver con la asistencia de aquellos con dificultades extremas en el campo de la alimentación.
Este es uno de los problemas. Alberto Fernández eligió armar su Gobierno de esta manera. Es como si uno tuviera un hotel con cinco suites, llegan cinco familias y en vez de poner a cada familiar en una habitación, decide poner a cada miembro de cada familia en una habitación distintas, para que tengan que pasar el veraneo con cuatro desconocidos. Entonces, en cada Ministerio hay distintos funcionarios que reportan a distintos jefes políticos. El caos o la parálisis no es un accidente cuando se organiza así, es casi un objetivo. Habrá que ver si Victoria Tolosa Paz logra corregir esta propensión de su amigo y jefe Alberto Fernández en el control de este Ministerio, que es un Ministerio importante. ¿Por qué? Porque es un Ministerio de la acción social en un momento en que, por la inflación, la gente con menos recursos la está pasando mal y sobre todo porque ella llega en un momento siempre inquietante. Llega para encaminarse desde ahora a fin de año, que es cuando la presión por los beneficios sociales se hace más intensa. Este es el primer Ministerio que cubre Alberto Fernández con alguien de su riñón. Hay que recordar que Tolosa Paz fue una apuesta a nada menos que encabezar la lista de este oficialismo en la provincia de Buenos Aires, que es la sede central del kirchnerismo. Hubo un momento en el que Cristina Kirchner reconoció ante Tolosa Paz: “Mirá querida, yo con vos todo bien. Pero no eras mi candidata”. El candidato de La Cámpora y Cristina Kirchner era Santiago Cafiero para despejar la Jefatura de Gabinete y sacarlo del Gobierno.
El segundo cambio importante tiene que ver justamente con el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad. Lo anunció la Casa Rosada con un comunicado, que seguramente debe ser de Gabriela Cerruti, que reveló que la reemplazante de Elizabeth Gómez Alcorta va a ser una puntana: Ayelén Mazzina. Es la actual Secretaria de la Mujer de San Luis, dice el comunicado. Estuvo a cargo de la “exitosa organización” del 35° Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Trans, Travestis, Bisexuales, Intersexuales y No Binaries en Territorio Huarpe, Comechingón y Ranquel. Es interesante que, para poner un antecedente de quien va a jurar como ministra, citan un evento que ocurrió este fin de semana. Tal vez si este fin de semana no se hubiera realizado este encuentro, no sería ministra. Pero el encuentro debe haber sido espectacular porque su antecedente es reciente. Es interesante también ver esto para entender el clima político y cultural de un Gobierno que está muy abrazado a la idea de lo que se llama con una palabra no del todo feliz: el cambio comportamental, lo que tiene que ver con la cultura, las costumbres y, en este caso, con la discriminación que nos plantea esta agenda del Congreso en San Luis.
Plantea además una clasificación extraña de los géneros, como aquella de la enciclopedia china que clasificaba los animales que cuenta Borges. Por ejemplo, hablar de mujeres, lesbianas -¿Las lesbianas no son mujeres?-, trans, travestis, bisexuales, intersexuales y no binaries. No se termina de entender por qué el plural de binario sería binaries, pero el plural de encuentro no sería encuentres. Se ve que estamos a mitad de camino de todo lo que queremos alcanzar en este campo. También hablan de feminismo, transfeminismos, mujeres y diversidades indígenas desde Indoamérica/Abya Yala hasta Kurdistán.
Y suman las sexualidades, visibilidad lésbica, activismos lésbicos, bisexualidades, activismos bisexuales, pansexualidades, polisexualidades, mujeres trans, travestis, transexuales y transgéneros, masculinidades trans y masculinidades no binaries, no binaries, identidades afro y marrones. Y terminan con talleres sobre activismos gordes, plurinacionalidad y medicina ancestral, plurinacionalidad y recuperación de la identidad indígena originaria, plurinacionalidad y terricidio, pueblos fumigados, megaminería y fracking. Habrá que ver qué opinan de esto Massa y todos los que van a Estados Unidos a vender a Vaca Muerta, entre ellos el Presidente.
Se va Gómez Alcorta, lo cual es una conquista -no querida seguramente en este momento- de Cristina Kirchner, que ya le había pedido a Alberto Fernández que la desplace porque probablemente quería ver ahí a Vilma Ibarra, que es toda una autoridad en materia de lucha contra la discriminación. Si hay alguien de quien no se iba a desprender el Presidente era de Ibarra, quien goza de su mayor confianza sobre todo en un tema tan delicado como el cuidado de su firma.
El cambio más relevante, porque la inflación va al 100%, es el cambio en el Ministerio del Trabajo. Ahí aparece una figura del PJ Capital, Raquel “Kelly” Olmos, originaria de Guardia de Hierro. Es una designación importante, más si se tienen en cuenta los elevados niveles de pobreza en el país. En este contexto, es muy importante que Alberto Fernández se haya decidido por Kelly Olmos. Le va a tocar lidiar con el conflicto gremial en una época de alta inflación. También con algo que le preocupa al Gobierno, a Cristina y a Máximo Kirchner, que es el avance de la izquierda trotskista sobre organizaciones sindicales. Es una mujer con temperamento. Hoy en el entorno de Cristian Ritondo, un peronista tradicional que está en el PRO, recordaban una escena que se registró en la sede del peronismo de la Capital hace muchos años, donde la habían puesto a Kelly Olmos en una lista de autoridades partidarias, la sacaron, pusieron a otra dirigente clásica del PJ porteño que era Loly Domínguez. La nueva ministra de Trabajo la fue a increpar y le pegó una trompada por haber osado desplazarla. Se tuvieron que hacer cargo del tema y hacerle un lugar.
¿Cómo llega Kelly Olmos al Ministerio de Trabajo? De la mano de otro Olmos, que no es pariente de ella, pero es una figura que a medida que va ingresando el Gobierno en la crisis, se va convirtiendo en cada vez más importante en la Casa Rosada y en el entorno oficial. Estamos hablando de Juan Manuel Olmos. Hasta hace poco tiempo era el Jefe de Asesores de Alberto Fernández. De allí pasó a ser el subjefe de Gabinete en una alianza con Massa y como una especie de prenda de paz entre Massa y Manzur. Bueno, Juan Manuel Olmos es el que incorporó a Kelly Olmos en el gabinete como ministra de Trabajo. Ella es cercana a la agrupación de Olmos, que es una figura importante del PJ Capital. El hijo de Kelly Olmos milita en la agrupación de Juan Manuel Olmos, que, además -fíjense el papel de este funcionario- es amigo de Zannini, dialoga con Máximo Kirchner e intenta acercarlo de nuevo con Alberto Fernández, y tiene muy buena relación con Massa. Una versión indicaba que Juan Manuel Olmos había acordado la designación de su amiga y homónima con Gerardo Martínez y Andrés Rodríguez, de la CGT. Pero desde la central obrera lo desmienten de manera terminante. Es un dato crucial: Fernández designó a la ministra de Trabajo sin consultar al sindicalismo. Se suponía que era su aliado.
Hay que mirar el regreso de Zabaleta a Hurlingham. Tiene que ir a pelear la conducción de ese municipio a La Cámpora, que gobierna con Damián Selci. Seguramente quieran las PASO allí. Empezamos a ver cómo se transforma -porque seguramente Alberto Fernández tiene en Zabaleta un aliado- lo que es una tensión, en dos bloques de poder, en dos organizaciones electorales para disputar una interna dentro del Frente de Todos. Hacia allí camina el oficialismo y se nota en muchos campos, hasta en la política exterior. En contra de lo que podría pensar el kirchnerismo, votó la Argentina nada menos que para introducir a las Naciones Unidas en Moscú para vigilar las agresiones a los derechos humanos que pueda cometer Putin, ya no en Ucrania sino en la propia Rusia. Persecuciones a la oposición y al periodismo. Coinciden, en cambio, en la abstención que tuvo el gobierno en Venezuela. Ganó en la ONU, en el Consejo de Ginebra, que se sigan investigando crímenes de lesa humanidad en Venezuela. La Argentina se abstuvo, el Gobierno de los derechos humanos se abstuvo frente a Maduro. Y también se abstuvo en relación con investigar a China por violación de los derechos humanos, a pesar de que la justificación de esa investigación la firmó como último acto de su gestión en Naciones Unidas Michelle Bachelet, que es la estrella de Alberto Fernández. En esta ocasión no la siguió. Lo curioso es que tampoco en Juntos por el Cambio se promovió que hubiera una sanción para China, salvo en la Coalición Cívica de Elisa Carrió.
¿Por qué este conflicto de Alberto Fernández con Cristina Kirchner, con La Cámpora, se cristaliza de manera tan nítida en el Gabinete? Porque hay que aclarar lo siguiente: todas estas designaciones no fueron habladas con Cristina Kirchner. Alberto Fernández las decidió solo con su equipo. No hubo consulta. Se repliega sobre sí mismo pensando en el futuro, en el año que viene. El Presidente piensa que es cofundador del kirchnerismo. En alguna medida, cree que Néstor Kirchner fue presidente gracias a él, que negoció la candidatura con Duhalde y el fallecido José Pampuro, en contra de la opinión de otra gente del kirchnerismo que decía: “Néstor está para el 2007″. Cree que, como cofundador del kirchnerismo, tiene derecho a dar pelea por la representación de ese movimiento. Y que esa pelea la tiene que dar él el año que viene. Alberto Fernández empieza a armar una organización para enfrentar a Cristina en una interna. Ahí está la clave de esta disposición del Gabinete. Él piensa que el año que viene el kirchnerismo va a cumplir 20 años de existencia y se ve como un factor de renovación. No lo serían ni Cristina ni Máximo Kirchner, sobre todo porque, piensa Fernández, hay que abrir el kirchnerismo a otro electorado y otras expresiones. Cuando uno mira el énfasis puesto en la cuestión de géneros, cómo se vota en materia de derechos humanos, cómo se maneja todo lo que no tiene que ver con economía, se está viendo cómo Alberto Fernández le quiere disputar el voto kirchnerista de izquierda a Cristina Kirchner. Habrá que ver cómo Cristina Kirchner interpreta esta jugada y qué estado de ánimo le produce.
Esta decisión de Alberto Fernández de decir “yo soy el amigo de Néstor y quiero ser jefe del kirchnerismo” tiene una respuesta muy sutil por parte de Máximo Kirchner, que acaba de redactar un proyecto de resolución como diputado para que el Presidente finalmente aporte los recursos que impiden que funcione a pleno el Hospital Néstor Kirchner en La Matanza. Como si le dijera: “Ya que sos tan amigo de Néstor, hacete cargo del hospital que inauguró mi madre con el nombre de mi padre en La Matanza, porque por culpa del gobierno de Macri pero también de tu Gobierno ese hospital no ha sido dotado de todos los recursos que tiene que tener para que funcione correctamente”. Es decir, se tiran con Néstor.
Obviamente, en toda esta preparación, en la que cada uno tiene su propio plumerillo, como tenía San Martín al prepararse para la batalla, es muy importante lo que piensen los gobernadores. Lo que vamos a ver de acá en adelante es una pelea entre kirchnerismo de Cristina y la Casa Rosada por la adhesión de los gobernadores, que no quieren estar en esta pelea y adelantan las elecciones para provincializarlas y estar lo más a salvo que se pueda de la disputa nacional y del Gobierno.
Uno de estos líderes provinciales es Axel Kicillof, que quiere volver a serlo, teme que lo quieran sacar de la gobernación y mandar a una candidatura perdidosa a nivel nacional. Es probable que no lo diga, pero cree que el Gobierno nacional ya está agotado y es imposible sacarle una victoria en 2023. Lo más seguro es ir por la reelección en la provincia de Buenos Aires, donde él tiene una virtud: retiene como nadie los votos de Cristina Kirchner, como hizo en 2015. Kicillof, en esta pelea, se enfrenta por un lado a los intendentes, que no lo quieren por razones éticas, y se enfrenta a La Cámpora, que nunca estuvo de acuerdo con que él fuese gobernador. Se notó en el ataque contra Sergio Berni por la represión policial en La Plata. La disputa en la provincia es importante ya que se la considera el Arca de Noé del kirchnerismo, allí donde ellos piensan salvarse cuando llegue el diluvio al resto del peronismo.
En todo este panorama, hay que mirar el juego de los gobernadores y la CGT. Un sector de la entidad que lidera Luis Barrionuevo prepara un acto para el 17 de octubre por el Día de la Lealtad Peronista, donde lanzarán el Movimiento Nacional Sindical Peronista. Esto es un movimiento que todavía no tiene candidato. Probablemente el 17 de octubre empiecen a llamar a licitación: si Cristina o Alberto. ¿Va a ser invitado el Presidente a este acto, como él sueña? ¿Cuál va a ser el juego de los sindicatos? ¿Y el de los movimientos sociales? Esto es lo que se está descongelando. Ya estamos llegando a la campaña electoral.
El contexto es complicado, sobre todo en el terreno de la economía. Una de las cosas que hay que preguntarse, y probablemente la respuesta sea no, es si Alberto Fernández consultó con su ministro de Economía, Sergio Massa, nada menos que la designación del ministro de Trabajo, que tiene todo que ver con la inflación. Massa está agredido por dos fuegos: la indiferencia de Alberto por incorporarlo como socio en el Gobierno y un dulce, cariñoso y casi solidario marcado de cancha por parte de Cristina y Máximo Kirchner, que no le mandan a decir que hay un problema con la indigencia por teléfono, le mandan un tuit. Cuando le dicen que puso de rodillas al país delante del sector agropecuario, por haber generado un dólar hecho a medida para ese sector, se lo dicen en un acto público. ¿Por qué? Porque le están hablando al electorado. Es un juego para el que se necesita mucha magia, que es apoyar a Massa para hacer el ajuste y contener a los descontentos por el desajuste que ellos apoyan. En este contexto Alberto Fernández llama a almorzar a Massa y le dice lo que seguramente dijo en todos lados: “¿Viste que no era conmigo? ¿Viste que los Kirchner son así con cualquiera? ¿Que son incapaces de registrar un interés que no sea el propio? Bueno, ahí los tenés”. Massa tiene que agachar la cabeza y decir que sí, dolido.
Massa tiene suerte porque el FMI lo está ayudando a Alberto Fernández casi tanto o más de lo que lo ayudó, según el kirchnerismo, a Macri para ganar las elecciones. Massa acaba de conseguir una revisión del programa económico sumamente misericordiosa por parte del Fondo y del encargado del programa, Ilan Goldfajn, que ha mirado para otro lado en cantidad de detalles que tienen que ver con la economía argentina.
Aun así, hay un problema al que hay que mirar de ahora en adelante, sobre todo porque se ha lanzado la campaña electoral y recae en la asistencia social. El gasto en este ítem para el año que viene va a pasar de 3,6 a 2,9 puntos del PBI. Estamos hablando de, si lo queremos poner en términos del diputado Gollan, el “plan platita” de las elecciones que vienen. Este es el compromiso que asumió Massa. Cuándo uno pregunta por qué a Massa le creen más que a Guzmán en el FMI hay dos respuestas. La primera, que ahora está en tela de juicio, es que tiene el respaldo de Cristina Kirchner. La segunda, quizás más deliciosa, es que él habla de ajuste sin ningún tipo de inhibición, con desparpajo. Guzmán se mordía la lengua antes de nombrar esa palabra. La otra clave para el año que viene es que los subsidios pasan de 2,6 puntos a 2,1 puntos del PBI. Hablamos de un programa para el año electoral con ajustes. Habrá que ver cuánto se mantiene en el presupuesto que viene. Todavía no sabemos qué modificaciones le va a hacer el kirchnerismo al presupuesto que mandó Massa. Y no me extrañaría que Massa haya almorzado con Cristina Kirchner y ella lo haya preparado para transformaciones en el esquema fiscal. El que avisa, no traiciona.
Más allá de esto, hay una ayuda que cualquier profesional de la economía consideraría vergonzosa por parte del FMI a este Gobierno. Por ejemplo, la única meta que cumplió el Gobierno en base al acuerdo que ambos mantienen son las metas en el orden fiscal, basadas en la mejora en la recaudación que produce la inflación. Hay algunos detalles para observar, como que por primera vez un informe del Fondo consigna la cantidad de reservas líquidas que tiene el BCRA, y avisa que se están agotando. Dicho de otro modo, tocan un cable de alta tensión porque si no hay reservas liquidas, quiere decir que los dólares que usa el Gobierno para intervenir en el mercado son dólares de los depositantes.
Hay otras indulgencias. El propio FMI habla de que la inflación llegó al 100% y que va a estar en 100%, habla de que la pobreza aumenta sin explicar razones ni pedir medidas al respecto. Tampoco hay ningún tipo de reproche a la cantidad de dinero que emite el Gobierno para comprar los dólares del sector agropecuario. Hoy la emisión de dinero es colosal, la deuda del BCRA es colosal. Daría la impresión de que para el Fondo esa emisión no genera inflación. Solo generarían inflación los pesos que se emiten para financiar al Tesoro. Los técnicos del Fondo dicen nada de la existencia de varios dólares, que ellos siempre se han negado han admitir. ¿Por qué esta magnanimidad del FMI con Massa y Alberto Fernández? Porque probablemente se están preparando para pedirle ajustes al Gobierno que viene. Y el Gobierno que viene se prepara también para estar disponible y recibir esos ajustes.
La disputa de poder no se abre solamente en el Gobierno, se abre también en el frente opositor. Aparece un libro importante, que hay que leer: ¿Para qué? de Mauricio Macri. En los estudios de opinión que le llegan al PRO, a esa gente que mencionábamos al comienzo de esta columna, cuando le preguntan sobre Macri dicen: “¿Qué quiere Macri? ¿Por qué aparece, pero no dice lo que quiere?”. Hay una incógnita sobre Macri porque probablemente él está buscando la presidencia, pero todavía no sabe si está en condiciones de postularse. En el marco de esa ambigüedad, publica un libro y dice lo siguiente: “He escrito ya que el gradualismo fue producto de nuestra debilidad y no de nuestra vocación. El próximo gobierno será más fuerte y su fortaleza requerirá que las reformas estructurales se sancionen en las primeras horas. Debemos tener la valentía de terminar de inmediato con las legislaciones obsoletas en materia laboral, sindical, previsional y fiscal. Es otro de mis aprendizajes en la presidencia. Lo que no se hace de entrada es muy probable que no se pueda hacer nunca”. Este es el Macri que cuando Larreta ganó las elecciones, aquella noche de triunfo en la Capital, dijo: “Yo mantengo la AUH y no voy a privatizar Aerolíneas”. Era un Macri que sabía que había que ir hacia al centro, hablarle al que tiene miedo de sufrir un ajuste. Este parece ser otro Macri. Vamos a ver cómo hace para conseguir votos con este discurso. Es todo un enigma, un desafío ir a buscar el voto de aquel que está llorando en el focus group con este discurso.
¿A quién le habla Macri? A Horacio Rodríguez Larreta, a quien supone gradualista y yendo al centro. Dijo Macri hace pocos días, poniéndose como todo expresidente por encima del resto: “Yo voy a evaluar los candidatos disponibles. Voy a ver quién garantiza el cambio. Y si hay alguno que lo garantiza y otro que no, voy a apoyar y a jugar”. Ese “jugar” es ambiguo. ¿Va a apoyar a otro o va a jugar él? Larreta, se contestó estas preguntas en su cabeza. Y entendió que Macri estaba diciendo: “O juego yo o apoyo a Patricia Bullrich, la otra candidata a la presidencia. Pero a Larreta, no”. Y se abre acá un problema central de la política. Estamos en presencia de un hecho nuevo, que es el desprendimiento de Larreta de Macri. Porque Larreta, que no es combativo, daría la impresión que si está dispuesto a pelearse con Macri. Macri se pregunta: “¿Con quién se pelea Larreta?”. Y Larreta daría la impresión de contestar: “Con vos”. Es la primera vez que le respondió. Y dijo: “El cambio es lo que estamos haciendo en la gestión. Esto es el cambio. El cambio no lo vas a decidir vos, Mauricio. El cambio lo va a decidir la gente”. Se abre una fisura y, como en el oficialismo, una disputa de poder. Veremos si con el circo lleno o vacío.
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