Y un día el relato no fue la única verdad
En tiempos en que la imagen es todo, lo que no se ve no es. Y cuando no hay foto hay relato. Que es la única verdad.
Así piensa, así actúa y así se explica el kirchnerismo.
"Néstor no se murió, Néstor no se murió..." pueden cantar "los pibes para la liberación", y a nadie se le representará la imagen del ex presidente inerte porque nadie lo vio y, sobre todo, porque nadie lo fotografió así. La metáfora es la realidad, el símbolo convertido en hecho.
Nadie vio tampoco a Cristina y a Néstor Kirchner con los familiares de las víctimas de Cromagnon. Ni con los de la tragedia de Once. Ni con los de las víctimas por la inseguridad.
Nadie pudo tomar una foto de Cristina la noche del 28 de junio de 2009, cuando se produjo la primera derrota electoral del kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires, con Néstor a la cabeza de la lista. Tampoco la de la noche de la segunda derrota, en 2011. Por eso, al día siguiente pudo aparecer y representar el relato para decir que el kirchnerismo no había perdido, sino que había triunfado en la suma nacional de votos.
Por supuesto no hubo fotos ni filmaciones de la Presidenta cuando llegó la primera señal de alerta advirtiéndole que la vida eterna puede ser fugaz. Fue la noche de la primera vuelta, el 25 de octubre pasado, cuando Daniel Scioli sacó menos votos que los que ella y él soñaron, y Mauricio Macri obtuvo muchos más que los que nadie había pronosticado.
Por supuesto, no se mostró en público cuando el modelo fue finalmente derrotado el 22 de noviembre.
Cómo podía imaginarse la ciudadanía que no la vería cumpliendo los ritos de la alternancia política, poniéndole la banda y dándole el bastón de mando al rival que derrotó a su malquerido delfín. Todos los antecedentes podían avalar las especulaciones de que eso nunca ocurriría, pero parecía una exageración de opositores alucinados.
Cristina dio una primera señal de que lo inimaginable podía concretarse. Fue dos días después de la derrota de Scioli, cuando impidió que el fotógrafo presidencial Víctor Bugge registrara el primer encuentro con quien ya era su sucesor, con quien desde ese momento la convertía en historia, la desplazaba de los focos, anticipaba su irrevocable desplazamiento de la centralidad escénica, de la que nunca imaginó salir. Sabía que sería la constatación de su derrota. La primera imagen del adiós.
Tan cultora como constructora de la imagen, a Cristina Kirchner no le pudo ser ajena en esos momentos la histórica foto que hizo el propio Bugge de un Raúl Alfonsín de hombros vencidos caminando por la misma quinta de Olivos junto a su sucesor, un Carlos Menem erguido y victorioso, ambos de espaldas. No sería a ésa la última imagen que dejaría antes de irse de la casa que habitó durante 12 años y medio. Y no la dejó.
Pero tampoco les daría el gusto a quienes se solazaron por anticipado imaginando sus gestos entregándole el bastón y poniéndole la banda a Macri. Salvo que la asunción de su indeseado sucesor pudiera ser opacada por su victoriosa ascensión al olimpo de los próceres populares, con las imágenes de un Congreso dominado por sus fieles rindiéndole culto y una militancia postrada a sus pies.
Su última imagen fue en pleno y, sobre todo, absoluto ejercicio de su mandato, con los pibes rindiéndole su último homenaje. Componiendo la escena para el "Cristina no se fue, Cristina no se fue...". Porque nadie la habrá visto entregando los atributos presidenciales.
No habrá foto de la transmisión del mando, pero nada podrá negar la existencia de su derrota: Macri asumirá la presidencia y habrá fotos que registren otro hito de la democracia.
Porque el relato no es la única verdad.
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