Vivir en un plan de lucha permanente
Con una estructura muy organizada, la agrupación trotskista tiene gran inserción en las universidades y códigos especiales de militancia
Él tiene 25 años, viste jeans gastado y una camisa con botones desprendidos. Ella, de 16, lleva el uniforme del colegio, de chomba blanca y pollera tableada gris. Él la mira directo a los ojos. Ella hace como que no lo ve. Él tiene labia, pero usa palabras difíciles. Ella parece no interesarse. Pasan cinco minutos, diez. Pero él no se rinde y, al final, sucede lo impensado: ella junta unas monedas y paga; él se va con una sonrisa.
Pablo Giachello, empleado del Indec y militante del Partido Obrero (PO), acaba de vender un ejemplar de Prensa Obrera, el periódico de la agrupación. "Para nosotros, la prensa es una herramienta de militancia, y la calle, un sinónimo de lucha", explica, mientras camina entre los estudiantes que marchan hacia la Plaza de Mayo, para conmemorar La Noche de los Lápices. Es la primera de tres manifestaciones de las que participa el partido en tan sólo cinco días.
Ubicado siempre en el extremo izquierdo del abanico ideológico, el PO hoy lidera el Frente de Izquierda (FIT), una de las agrupaciones que el año pasado superó la barrera de las primarias y compitió en las generales. Todo un récord para el trotskismo. Jorge Altamira, fundador y líder del partido, superó el medio millón de votos (2,3%) y relegó al último lugar a Elisa Carrió.
Pero la pelea electoral sólo es una faz de PO, máximo exponente de una izquierda clasista que postula como objetivo final liderar una revolución proletaria que tome el poder e instaure un sistema socialista. En el camino, sus dirigentes viven en un permanente "plan de lucha", que tiene a las universidades y a las bases gremiales como principales campos de batalla.
En el cruce de esos frentes se desempeñó Mariano Ferreyra, el militante del PO asesinado en Barracas por una patota de la Unión Ferroviaria, el 20 de octubre de 2010. A menos de dos años de su muerte, "Mariano" es el mayor símbolo de militancia del partido, que se encargó de estampar su cara en remeras, banderas y murales, y que convirtió el reclamo de justicia en una objetivo irrenunciable.
En ésa y otras batallas, el PO muestra características que lo distinguen del resto de las agrupaciones, en especial de las que tienen cargos en el Estado: es un partido férreamente estructurado, financiado por el aporte de sus integrantes, con un discurso unificado y una militancia intensa y comprometida.
Abierto a los "simpatizantes", el partido es más exigente para otorgar el estatus de "militante": se debe superar un período de prueba de tres meses, participar de un mínimo de dos actividades por semana, y discutir el periódico en las reuniones de círculo de base, la unidad organizativa más pequeña en la estructura de la agrupación. Cada militante debe aportar además un monto cercano al 5 por ciento de sus ingresos ("cotizar", en la jerga partidaria). En el caso de los pocos dirigentes que ocupan cargos institucionales (un diputado provincial en Salta, tres concejales en esa provincia y un concejal en Santa Fe), el aporte es mayor: cobran el equivalente a una canasta básica y donan el resto al partido.
Muy selectivo a la hora de construir alianzas, dirigentes de otras fuerzas de izquierda coinciden en atribuirle al PO un "fuerte sectarismo" y una "excesiva rigidez". "Cuando te autodefinís como la vanguardia esclarecida del proletariado, resulta difícil el acercamiento con otras fuerzas", opina la diputada Alcira Argumedo (Proyecto Sur), que, sin embargo, no escatima elogios a la "capacidad de crecimiento" del partido, y a la "nobleza" y "coherencia" de sus militantes.
Néstor Pitrola, empleado de una imprenta gráfica y uno de los ocho miembros del comité ejecutivo del PO, rechaza los cuestionamientos. "Es un partido marxista, leninista y trotskista, pero somos lo contrario al dogmatismo. Tenemos un programa que se reelabora todas las semanas", dice a LA NACION, en el comité central del partido.
Todos los miércoles allí se edita Prensa Obrera, un semanario con una tirada de 15.000 ejemplares, que se vende a 4 pesos. Anclado en la tradición leninista, el periódico es el órgano de la dirección del partido y la columna vertebral del trabajo de la agrupación. "Es nuestro primer militante, porque llega a todos lados", explica el profesor universitario Marcelo Ramal, otro miembro de la mesa chica del PO. "Los jueves a la mañana, los militantes de todo el país se levantan para ver qué dice el periódico", detalla, mientras conversa con Pitrola.
En la publicación, se inauguran términos ("bancarrota capitalista", "regimentación de la juventud", "estudiantazo"), que, con las mismas palabras, repiten los militantes de base, sobre todo los que venden el periódico ("pasar la prensa", según la jerga partidaria).
El periódico es también el campo de batalla del PO con otras fuerzas de izquierda, incluso con sus socios del FIT, Izquierda Socialista (IS) y el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS). Las discusiones no siempre abordan temas de interés para el común de los trabajadores: en el primer número del mes, el PO dedicó una página a debatir con el PTS sobre cuál era el mejor candidato en las elecciones de Grecia.
"¿Cómo no vamos a discutir lo que pasa en Grecia, donde un candidato que plantea un gobierno de izquierda casi gana las elecciones?", justifica Mauro Mayor, estudiante de historia de 21 años, que compartió con Mariano Ferreyra la militancia en Avellaneda. El partido tiene presencia en las 13 facultades de la UBA, dirige los centros de estudiantes de cinco y, desde 2009, preside la FUBA, hoy en alianza con la agrupación La Mella.
Canillita por las mañanas, Mauro va todas las tardes a la mesa que el partido tiene en el CBC. De los cuatro militantes que hay en el lugar, dos llevan remeras con la cara de Mariano Ferreyra. Una es de producción artesanal; la otra, se vendía en el congreso anual del partido, un encuentro con 216 delegados de todo el país, la mayoría jóvenes y hombres, donde se eligió a los 31 integrantes del Comité Nacional y que tuvo un cierre lleno de mística: todos los militantes cantaron la Internacional Socialista, con el puño izquierdo en alto. "El día que el triunfo alcancemos, ni esclavos ni hambrientos habrá; la Tierra será el paraíso de toda la humanidad."
Los sábados por la tarde, Mauro va a las reuniones del comité regional de Avellaneda. Esos encuentros, de los que participan tan sólo cuatro militantes, se realizan en un local lleno de afiches viejos, con el piso manchado de pintura, y donde hay retratos de Marx, Lenin, Trotsky y Mariano Ferreyra. También un cartel de una antigua fiesta, en el que se promocionaban "choripán bolchevique" y "birra obrera".
La cara de Ferreyra también está en un prendedor que lleva Germán Sandri, un trabajador de los talleres de Remedio de Escalada del ex ferrocarril Roca. "El partido nos da conciencia y dirección en la lucha", explica, parado en la salida para obreros del taller, donde reparte volantes para la campaña electoral de la lista Gris. En ese lugar emblemático, la izquierda no pudo superar las divisiones: el PO deberá enfrentarse con una lista del PTS.
Pese a las divisiones, la izquierda en general y el PO en particular están creciendo en la base de los gremios, donde, cada vez más, disputa espacios con los sectores tradicionales, incluso en sindicatos industriales, habitualmente impenetrables para el trotskismo. Como para Pablo, el militante que habló sin parar para vender un periódico, Germán repite que el único camino es la lucha.
Radiografía
- Electoral. En 2011 encabezó el Frente de Izquierda y los Trabajadores con el Partido de los Trabajadores Socialistas e Izquierda Socialista
- Juventud. Por medio de la Unión de Juventudes por el Socialismo (UJS) preside los centros de estudiantes de cinco de las 13 facultades de la UBA, y participa en un frente que dirige un sexto. También preside la FUBA
- Gremios. Dirige la Asociación Gremial Docente (AGD), de la UBA, cuenta con delegados en gremios de prensa y subte. Controla Sitraic, enfrentado a la Uocra
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