Omar Viviani se retira del gremio de los taxistas después de 37 años
Desde hace 37 años, Jorge Omar Viviani es el líder del Sindicato de Peones de Taxis. El lunes próximo dejará su cargo a pesar de que en su última reelección renovó mandato hasta 2023. En un país en el que los mandatos sindicales son eternos, una renuncia de este tipo resulta novedosa.
"Se cumplió mi ciclo en el movimiento obrero. Hace 130 días que estoy encerrado en mi casa y lo decidí en la cuarentena. Hasta que no aparezca una vacuna, no salgo. Mi etapa está cumplida y sé que es raro escuchar a un dirigente [gremial] decir que se va", dice Viviani a LA NACION.
Formado sindicalmente bajo el ala de Hugo Moyano, su alianza de acero con el camionero se rompió en 2011, cuando el por entonces jefe de la CGT se distanció del kirchnerismo y el taxista, en cambio, avanzó hacia el otro lado: creó otra central obrera, con la venia de la Casa Rosada. Hoy, reconciliado con Moyano y con la CGT unificada, advierte que la unidad con las dos vertientes de la CTA que recientemente pidió Alberto Fernández es un deseo imposible.
Con 69 años, Viviani dejará el gremio de los taxistas el lunes próximo. Quedará a cargo su secretario adjunto, Jorge Luis García. Será así al menos hasta que se convoque a una nueva elección. El sindicato tiene unos 25.000 afiliados y tuvo un crecimiento en los últimos 15 años, con una renovación de la sede central, un centro médico, un camping y un hotel cinco estrellas. "En 1983, cuando llegué, la sede era una casa tomada en Garay y Pinchica", se jacta Viviani de sus logros internos.
Su salida generó un revuelo en el universo sindical. Lo llamaron Moyano, Sergio Palazzo, Andrés Rodríguez y Sergio Sasia, entre otros. Sin un cargo en la CGT, su influencia en el corazón de la central obrera sigue intacto. De hecho, fue invitado a asistir a la próxima reunión de la mesa chica, la semana que viene. Pero no irá. Le teme al coronavirus. Tuvo dos neumonías, es fumador y se considera un paciente de riesgo.
La batalla contra Uber
Viviani sabe que se retira de la actividad sindical en un mundo distinto. El desembarco de la aplicación móvil Uber, por ejemplo, lo tuvo durante los últimos cinco años con la guardia en alto contra una tendencia que avanza a ritmo de machete en todo el mundo. "Me voy con la batalla ganada con Uber porque la aplicación no está legalizada, es trucho. Los autos andan en la calle, pero no son legales", dice.
El desembarco de Uber enfureció a Viviani. No solo dio la pelea judicial y en las calles, con protestas y cortes, sino que adhirió en 2016 a un paro general de la CGT como no lo hacía desde 2002. Ese día llamó a "dar vuelta los taxis" que no adhieran a la huelga.
Viviani es peronista, fue kirchnerista y la llegada de Mauricio Macri a la Presidencia no significó una pérdida de poder. Como su zona de influencia siempre se concentró en la ciudad de Buenos Aires, muchos de quienes fueron funcionarios nacionales habían sido ya antes sus interlocutores en el territorio porteño. Su relación fue estrechísima con Guillermo Dietrich, exministro de Transporte. Así y todo, no logró torcer la llegada de Uber. Y duda de lo que pueda pasar en el futuro, a pesar de conservar línea directa con algunos ministro de Alberto Fernández.
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