Hace una semana, el nombre "Vicentin" no significaba nada. Nadie la conocía, a pesar de ser una de las grandes productoras de granos de la Argentina. Pero, en apenas una semana, se convirtió en una bandera, en una toma de posición, en un límite para una parte de ese 40 por ciento de argentinos que votó en contra del kirchnerismo en las últimas elecciones.
Se trata de una novedad política: el no-peronismo, el republicanismo militante, como quieras llamarlo -los vecinos de Avellaneda, la localidad santafesina donde se ubica la sede de VicentIn, y franjas de clase media de varias ciudades del país- salieron a decir "no" a una expropiación que, más allá de la empresa, sintieron como una amague de un nuevo "vamos por todo".
Este no-peronismo militante es el mismo que salió a las calles en la última campaña electoral, no para defender a Mauricio Macri, sino para rechazar un modelo hegemónico de país, ese "nuevo orden" antidemocrático que Cristina Kirchner y La Cámpora siguen buscando implantar.
Es ese mismo no-peronismo, integrado por amplias franjas de la clase media y sectores del campo, que se pregunta ¿dónde está la oposición? ¿quién me representa hoy? Ese 40 por ciento parece se siente políticamente huérfano y parece estar ejerciendo una autorepresentación.
La conmoción que generó el caso Vicentin se mezcla con la crisis económica, que en el medio de la pandemia empieza a movilizar a otras franjas sociales: los sectores populares, a través de la toma de tierras.
Hoy hubo una toma de tierras en Salta, un fenómeno que podría repetirse en varios sectores del conurbano, sobre todo en La Matanza.
El jefe de Gabinete, Santiago Cafiero,afirmó en LN+ que se estigmatiza a La Cámpora.
Sin embargo, La Cámpora es clara cuando expone su modelo, que ayer plasmó en un comunicado. Mientras el presidente dice que el peronismo quiere construir un capitalismo moderado o una economía social de mercado, en una combinación de estado y mercado, como pasa en las sociedades más próperas del mundo, La Cámpora y Cristina están pensando en otra cosa.
El relato sobre la expropiación de Vicentin es un guion viejo y conocido que ya se usó otras gestas, con costos enormes para la Argentina""
En un comunicado que tituló "camino a la soberanía alimentaria", La Cámpora afirma que esta "definición estratégica (la estatización) busca evitar una mayor concentración y extranjerización de la producción y de la comercialización de alimentos".
La senadora camporista Anabel Fernández Sagasti, la hija política preferida de Cristina e ideóloga del proyecto de expropiación, dijo algo más inquietante: Vicentin es una empresa "testigo" que adelanta una "nueva normalidad".
El relato sobre la expropiación de Vicentin es un guion viejo y conocido que ya se usó otras "gestas", con costos enormes para la Argentina
¿Soberanía alimentaria?
En Ciccone, que terminó en una estafa, se buscaba la "soberanía monetaria". Con la expropiación de YPF se buscaba la "soberanía energética" y ahora se busca la "soberanía alimentaria". El argumento de la "soberanía alimentaria" es mucho más burdo que el que se utilizó para estatizar YPF porque, en el caso de la petrolera, sí controlaba el 60 por ciento del mercado energético. Ese relato, mentiroso igual, podía ser más eficaz.
Apropiarse de Vicentin para garantizarse la soberanía alimentaria es un delirio, en un país donde lo que sobran son alimentos (en todo caso, el problema es la pobreza) y es uno de los grandes exportadores del mundo. Pero además porque el mercado del agro tiene siete u ocho jugadores importantísimos que haría imposible que Vicentin "controle" el precio de los granos.
La trampa de la "soberanía alimentaria" es tan burda que fue, no Melconian, sino el propio Roberto Lavagna –a quien Alberto siente como propio- quién salió a desmentirla.
Apropiarse de Vicentin para garantizarse la soberanía alimentaria es un delirio, en un país donde lo que sobran son alimentos y es uno de los grandes exportadores del mundo
Como todo relato, hay malos y buenos. Los malos, en esta trama, son la empresa y, por extensión, el campo y los que le prestaron a la empresa durante el macrismo: el Banco Nación y González Fraga, que ayudaron a una empresa "amiga" a "fugar" divisas.
Nos detenemos acá: por supuesto que hay que investigar qué pasó durante el macrismo con Vicentin y por qué el Banco Nación le prestó a una empresa que supuestamente tenía un descalabro financiero.
Pero el problema es que, cuando se escarba un poquito en ese relato, hace agua. ¿por qué? Hasta diciembre de 2015, el gobierno de Cristina le había prestado 170 millones de dólares a Vicentin, es decir una parte más grande de los 350 millones que completan la deuda total de la cerealera con la banca pública.
La empresa no era el demonio en 2014, cuando el kirchnerismo le prestaba plata, y cuando Cristina iba a la inauguración de una importante planta del grupo.
La "nueva normalidad" K
Pero, ¿de qué se trata la "nueva normalidad" o el nuevo orden con el que siguen soñando Cristina y La Cámpora? Tiene varias patas: una es jurídica y por eso la reforma judicial de la que aún no se sabe su contenido. Lo que sí se sabe es que el modelo de Crisitna es un Poder Judicial sometido al Ejecutivo. De allí las versiones, que siempre rondan, de reforma constitucional o de ampliación de la Corte.
Una pata económica, que cree en un Estado empresario.
Una batalla cultural: durante el kirchnerismo se crearon 17 nuevas universidades, todas con la misma impronta ideológica y varias en el conurbano, la geografía de Axel Kicillof (no es de La Cámpora, pero es primo hermano) y de Cristina.
Un modelo político: semejante la PRI mexicano, de partido único, y de allí la necesidad de avanzar para dividir a la oposición y anular la alternancia.
Un modelo social: las organizaciones sociales a los Grabois –y no los partidos políticos- como intermediarias con la sociedad.
En el cuarto gobierno K, Cristina y sus hijos políticos ven su oportunidad para avanzar hacia ese orden.
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