Villa La Ñata: el parque de diversiones en el que Scioli se convierte en el "Pichichi"
El predio del gobernador se convirtió en centro de la campaña; el partido con Evo, otra excusa para juntar a sus amigos y a la política
Se mueve de un lado para otro. Acelera. Frena. Se saca una foto y vuelve arrancar. "No me canso... moverme me hace bien", dice y sigue. Da la vuelta olímpica a la cancha y saluda a todos. Daniel Scioli quiere empezar la fiesta, pero su invitado, el presidente Evo Morales, está demorado. No importa. Está en su casa, su lugar en el mundo, el que construyó como un refugio; La Ñata es su hogar, pero también su parque de diversiones. ¡Bienvenidos a sciolilandia!
Todo gira alrededor de su figura. Ahí, en ese lugar, Scioli no es Scioli, tampoco es el gobernador bonaerense ni el candidato a presidente por el Frente para la Victoria; Scioli es el "Pichichi" (apodo con el que se conoce a los goleadores en España) de su equipo. Así le dicen todos.
La estética del lugar también dice mucho de su "estrella". Scioli mandó a construir dos palcos con estatuas de tamaño natural. En uno están Evita, Perón, Alfonsín y Gandhi; en el otro, Néstor Kirchner, Bill Clinton, Nelson Mandela, el Che Guevara, Churchill y Lula da Silva.
En frente, bajo la cabina de transmisión, donde el relator siempre destaca el trabajo del Pichichi, se ubican mezclados los de siempre, es decir sus amigos -los que no necesitan invitación-, con sus colaboradores políticos. Ahí está, sonriente, el titular de la Anses, Diego Bossio, parado al lado del matarife más famoso, Alberto Samid, uno de los que suele trajinar La Ñata seguido. También aparecen Gabriel Mariotto y el ex luchador Acero Cali. Todos juntos.
Solamente el ingreso al complejo despeja cualquier duda de que se llegó a destino; todo es color naranja. El humo de las parrillas a los costados del predio donde se ubica el estadio de Villa La Ñata Sporting Club, que por supuesto venden sólo la mercadería de Samid, recrean el típico escenario de cancha.
"Es mi vacuna contra el estrés", cuenta a LA NACION Scioli, que aunque todavía no empezó el partido ya está cubierto por la transpiración.
El "Pichichi" no aguanta más. Pregunta por Evo. Lleva 40 minutos demorado. El encuentro estaba pautado para las 19, pero Cristina Kirchner cambió su agenda a último momento y se reunió con el mandatario boliviano a esa hora. ¿Casualidad? Pocos en La Ñata suscribían esa hipótesis.
Finalmente, Morales arribó a las 19.53. Bajó del helicóptero que lo trajo desde Casa Rosada vestido para la ocasión: pantalón corto blanco, camiseta verde y medias blancas. Al trote corto, hizo su ingreso en La Ñata, donde lo esperaba, ansioso, su anfitrión.
Después de los saludos de rigor llegó lo que esperaban, el fútbol. El encuentro tiene dos velocidades. En una están el Pichichi y Evo; el resto de los jugadores, todos jóvenes habilidosos, vuelan.
Al minuto de juego, Scioli metió el primero de los ocho goles que marcó. ¿Récord? Nadie lo pudo decir. Pero también se perdió más de una docena de posibilidades y nunca abandonó el campo de juego; las bondades de ser el dueño de la pelota. Morales, en tanto, marcó cuatro. Pese a que pasaron gran parte del partido como delanteros, por momentos se buscaron, pisaron y se tiraron de la camiseta.
"¡Miralos! Son como dos chicos", describe uno de los colaboradores del gobernador.
Afuera los cánticos no pararon durante los 60 minutos; incluso, cuando se tomaban un descanso, la arenga la encabezaban los líneas. Cada toque del "Pichichi" era celebrado. Y ante cada roce que sufría, la tribuna pedía falta. Lo llamativo es que el relator, cual barrabrava, también le reclamaba al árbitro. Es que todos juegan para el "Pichichi", que terminó celebrando por 16 a 11.
Terminado el show, unos pocos, sus amigos e invitados de ocasión, caminan los 60 metros que separan la cancha de su casa. El jueves, de las 3000 personas que fueron testigos del partido, sólo 40 cruzaron el portón. Entre ellos Samid, Alfredo Cahe, Bossio y Mariotto. El lugar donde peregrinan sus amigos e invitados es la única propiedad que declaró Scioli. La casa, que ingresó a su patrimonio en 2008, fue cotizada en $2.188.101. Un valor muy por debajo de la cotización de mercado.
Después de la ducha, Scioli y Morales compartieron pizzas y pasta en el quincho con vista al río Luján. Mismo lugar en el que se sentó hace una semana el ex presidente de Brasil Luiz Inacio Lula Da Silva.
"Es mi casa, no hago campaña acá. Todo se da en un estilo distendido. Los invito porque quiero que me conozcan más", dice Scioli.
Cerca de las 22 en la cancha ya no queda nadie. Sólo los restos de una noche especial y el cartel de "el Rey de la Lonja" con la caricatura de Samid iluminada.
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