María Eugenia Vidal, el blanco al que todos apuntan
María Eugenia Vidal es el blanco. A ella vienen apuntando en las últimas semanas y sobre ella calibran la mira tanto sus adversarios kirchneristas como sus socios macristas en el último tramo de la campaña antes de las PASO. Es el ángulo en el que convergen casi todas las fuerzas para tratar de forzar la definición de las elecciones.
Las votaciones nacional y bonaerense resultan tan decisivas y tan pletóricas de incógnitas que se parecen a un triángulo de las Bermudas.
Las evidencias son elocuentes. La figura de la gobernadora bonaerense se ha vuelto omnipresente y sus expresiones son replicadas ad infinitum en la campaña oficialista. Los opositores, empezando por la dueña del espacio kirchnerista, solo interrumpen sus críticas a la gestión económica macrista para lanzar ataques verbales contra Vidal, que vienen ganando en virulencia de manera sostenida en los últimos días. Y todavía no se habría visto ni escuchado todo.
Las razones parecen obvias desde la perspectiva de Juntos por el Cambio. "Vidal es la única que puede sumarle votantes a Macri, la única que puede alterar el escenario a favor del oficialismo en el distrito y en los sectores donde el kirchnerismo es más fuerte. Por eso, el macrismo se aferra y la eleva como su tabla de salvación. Por eso, el kirchnerismo le pega para debilitarla o para atenuar los atributos que el electorado bonaerense ve en ella, confirma un experimentado consultor. Los responsables de las campañas nacional y provincial cambiemita firman al pie de la afirmación.
De ser cierta tal potencialidad de Vidal, la pregunta inevitable que surge es, entonces, si la táctica de los opositores no podría volvérseles en contra como un búmeran. No hay respuestas definitivas, pero la explicación más relevante que se escucha frente a ese interrogante podría ser una de las pocas coincidencias entre kirchneristas y macristas en estas horas de definiciones y de hiperpolarización de la polarización.
"En muchos lugares de la provincia de Buenos Aires, hay un voto cruzado entre Vidal y Cristina Kirchner. Aunque pueda resultar inverosímil, ambas comparten votantes", coinciden en los dos campamentos y entre varios especialistas de opinión pública.
"Si Cristina y Vidal fueran en una misma boleta, sacarían el 97% de los votos en varios distritos", exagera, aunque jura que sin falsear el fondo de la cuestión, un prominente integrante del armado electoral cristinista.
Ese "voto cruzado" despierta más temor en el kirchnerismo que en el macrismo. Hay casi unanimidad: el corte de boletas no solo beneficiaría al oficialismo, sino que sería casi el último refugio de la esperanza oficialista de retener la provincia y de aumentar las chances de Macri de lograr la reelección.
Aníbal Fernández puede y suele ser una hipérbole encarnada (y descarnada de toda prudencia), pero no es un electrón suelto en el universo del pensamiento kirchnerista.
Su intento de descalificar a quien lo derrotó inesperadamente en 2015, ubicándola por debajo de un femicida múltiple, solo es el exceso de alguien que hace tiempo perdió el atributo de la mesura y de la empatía en la frondosidad de su autoestima y en el abuso de un oxidado ingenio arrabalero. Pero en el fondo no contradice el pensamiento estratégico K. La semana que pasó, la expresidenta Kirchner calificó a Vidal de "insensible", en el mismo acto en el que afirmó que ella carecía de vanidad. Aníbal solo equivoca la táctica. Otra vez.
También es cierto que la ejecución de la campaña kirchnerista no es el resultado de la planificación de un laboratorio de científicos. Alberto Fernández no coincide con la benévola autocalificación de Cristina, aunque ella misma lo haya puesto al frente de la fórmula presidencial que integra. Tampoco parece haberse basado ella en las encuestas sobre la imagen de la gobernadora para descalificarla. Pero ocurrió. No parece sencillo explicarlo. La psicopolítica no es materia de este análisis. La dinámica adquirida por la campaña en el último mes puede aportar mejores explicaciones.
El proselitismo y la propaganda no han alterado casi nada después de presentadas las candidaturas. Todo parece haberse cristalizado. Como admiten los responsables de campaña de los dos espacios con más chances de triunfo: "Ahora solo queda rascar el fondo de una olla casi vacía".
La mayor cantidad de votos que, como se da por descontado, obtendrá el kirchnerismo en las PASO no permitiría pronosticar su triunfo en las elecciones generales. La coincidencia es mayoritaria. Los sondeos no logran construir certezas. Hay que esperar, al menos, a ver la diferencia de adhesiones que muestran las PASO.
La incertidumbre es la madre del miedo. Y la realidad suele volverse difusa y, a veces, fantasmagórica. Quizá por eso el kirchnerismo justifica y explica parte de sus ataques sobre la gobernadora como un contraataque. Hasta los voceros más moderados sostienen, con notable convicción (o singular composición), que Vidal le ha dado un giro a su campaña "tremendamente agresivo, con acusaciones falsas".
Como ejemplo, suelen usar las críticas destinadas a lo que ocurre en La Matanza, distrito que gobierna la candidata a vicegobernadora Verónica Magario. Eso es lo que creen.
Definir quién pegó primero parece una misión imposible ante el reinante paroxismo de los sesgos de confirmación. Todos encuentran un argumento de su lado.
La consolidación de los números que muestran las encuestas más confiables, con leves y marginales variaciones, confirma la conclusión de un agudo consultor: "La sociedad no está escuchando a los candidatos. Las noticias duran, como mucho, 48 horas. La grieta lo potencia y obtura toda discusión de futuro. Inevitable cuando se advierte que los polos son los mismos que hace cuatro años, pero mucho más desgastados". Condenados al ruido, puro ruido.
La estrategia de fragmentación del mensaje electoral, destinado a múltiples receptores, no parece estar haciendo efecto (al menos suficiente), aunque cada día se multiplican las piezas digitales que salen de cada comando electoral destinadas a la única memoria colectiva que parece subsistir: la de los smartphones y la de la nube de almacenamiento de datos. La no mediación parece tener sus límites para pescar fuera de la pecera.
Pastores en escena
Por eso, se han reflotado viejas herramientas, como aceptar la intermediación de actores sociales para tratar de captar la atención y la adhesión de votantes reacios. La política y la religión suelen compartir los territorios de la ilusión, la esperanza y la creencia. Por eso, no sorprende el empeño que ponen kirchneristas y macristas para ganarse el favor de los fieles o, al menos, de sus líderes.
El kirchnerismo está confiado en que esta vez, a diferencia de 2015, la Iglesia Católica lo bendecirá en la provincia de Buenos Aires. Los exégetas del lenguaje vaticano que militan en sus filas alientan las esperanzas, aunque en los sermones la discreción mande. Hasta ahora.
El macrismo parece compartir el diagnóstico. Sus esfuerzos no están puestos en estos días en frecuentar a los sacerdotes. Un importante ministro de Vidal y un veterano y respetado diputado nacional, de buenos vínculos con el mundo católico, recorren el territorio bonaerense hablando con pastores evangélicos, que suelen tener singular influencia sobre la conducta social de su grey. La legalización del aborto y la corrupción suelen ser los dos tópicos en los que se centran los diálogos.
Los enviados hacen frente al malestar de los religiosos con Macri por haber habilitado la discusión sobre la interrupción voluntaria del embarazo, que volvería en el próximo Congreso, con un argumento matemático, antes que de principios. "En nuestras filas hay mitad de verdes y mitad de celestes. Del otro lado, el verde es mayoría. Y Vidal es celeste", argumentan con pragmatismo. También en materia de corrupción los dirigentes cambiemitas recurren a las proporciones numéricas para diferenciarse de sus rivales y convencer a sus interlocutores en el creciente universo evangélico del conurbano. Otra confirmación de que en esta elección todo se define por matices y no por los absolutos.
Hay coincidencia: Vidal es quien puede alterar los márgenes. Por eso es el blanco. De las esperanzas de los suyos y de los ataques de los adversarios. El que se equivoca pierde.
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