"De ninguna manera", la defensa de José Luis Manzano por el avance kirchnerista en Vicentin
Hace 94 días José Luis Manzano cumple cuarentena en Ginebra, Suiza. El mítico exministro de Carlos Menem, paradigma de las negociaciones políticas de los noventas y reconvertido en businessman globalizado, descubrió a la vera del lago Lemán que su nombre reaparecía en la escena política argentina, señalado como el motivo que llevó a Cristina Kirchner a apresurar la estatización de la cerealeraVicentin.
"De ninguna manera, el propio gobierno lo ha explicado", rechaza Manzano al otro lado del teléfono. Se esfuerza por quitarle validez a la tesis según la cual la reacción del gobierno buscó taponar la compra de Vicentin por parte de una confluencia empresaria que lo incluía como inversor. "De ninguna manera", enfatiza en diálogo con LA NACION.
Manzano niega que su presencia haya motivado el proyecto estatizador, por ahora interrumpido a la espera de la resolución del inesperado juez Fabián Lorenzini. Pero el exministro confirma que se había sumado a un grupo de inversores interesados en la cerealera. Al frente de la propuesta aparecía Juan Francisco Politi, de la firma Allaria Ledesma, a quien le había llevado la idea Emmanuel Álvarez Agis, el exviceministro de Axel Kicillof, a través de la consultora PxQ. El grupo lo imaginaba como una puerta de ingreso al sector agroexportador, la usina de dólares de la economía argentina. Ahora aseguran que todo quedó en la nada.
"Había un proyecto liderado por Allaria y Emmanuel Álvarez Agis, yo había sido invitado como un inversor más, pero ahora estamos totalmente afuera", contesta Manzano. La explosión política en torno a la cerealera trastocó los planes.
Manzano reside temporalmente en Ginebra, donde acompaña a sus hijos que estudian en Suiza. Tras su protagonismo estelar durante el menemismo, su presencia se asoció a Sergio Massa, a quien impulsó cuando el actual titular de la Cámara de Diputados se atrevió a enfrentar a Cristina Kirchner en las elecciones de 2013; momentos perennes de la historia argentina reciente que explican por qué las alusiones a uno se interpretan en la política como dardos indirectos hacia el otro. Frenar a Manzano, desde aquella mirada, es marcarle límites a Massa. El exministro de Menem prefiere evitar las teorías conspirativas de la política.
Su atención aparece volcada ahora a los negocios. A sus inversiones en Vaca Muerta, Manzano apuesta a sumar a su empresa Integra a la explotación del litio, un mineral estratégico para el desarrollo tecnológico. Y sigue con avidez los tratamientos con plasma para la recuperación del coronavirus, tanto como para identificar a un médico argentino en la Universidad John Hopkins, de Estados Unidos, que explora la materia.
Mientras tanto, el futuro de Vicentin tomó una corriente incierta. Para Manzano, la disyuntiva era la preservación de la compañía, donde ubica su propuesta, o el desguace, es decir, la venta en pedazos de la cerealera y la consecuente concentración del mercado. El gobierno argumenta que su intervención buscó frenar la extranjerización y apunta a la venta sigilosa de acciones a la multinacional suiza Glencore. El exministro de Menem defiende el carácter nacional del grupo que integraba. Pero la resolución entró en un atolladero con posturas polarizadas. Y la estatización quedó magullada por las protestas, los problemas financieros del Estado, los cuestionamientos a la capacidad de gestionarla y las dudas en torno a la posibilidad de conseguir los votos necesarios en la Cámara de Diputados.
Igual, nada afecta el optimismo de Manzano sobre el futuro de la Argentina. Vislumbra un arreglo de la deuda como plataforma de la recuperación económica, que a su entender tendrá como base de lanzamiento el mercado interno, y pronostica una evaluación positiva de la población sobre el manejo de la pandemia por parte del gobierno. Puro optimismo. No hay frustración cerealera que lo revierta. Al menos así se ve desde Ginebra.
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