Vacunado, Moyano les abre el juego a sus hijos y todavía ve lejos el retiro
Con 77 años, Hugo Moyano asumió desde el inicio de la pandemia que es grupo de riesgo. Sobrellevó buena parte de la cuarentena entre su departamento en Barracas y su despacho del tercer piso del Sindicato de los Camioneros, donde se hizo poner una lámina de blindex sobre el escritorio que sirve de barrera sanitaria. Liliana Zulet, su esposa, lo convenció de reforzar cuidados cuando un brote de contagios alcanzó a secretarios y miembros de la comisión directiva. Limitó durante meses sus encuentros y accedió a los que requerían sí o sí su presencia, como las charlas íntimas con el Presidente, en Olivos o e la Casa Rosada.
Los recaudos por el virus también se tomaron en el hogar: fue Zulet quien impuso el distanciamiento en las comidas familiares de fin de año y la que le insistió a Jerónimo, su hijo de 20 años y que viven bajo el mismo techo, que se cuide en sus salidas con amigos, primos y hermanos.
El temor a contraer el coronavirus sigue latente, aunque en menor escala. Moyano y Zulet ya fueron vacunados contra el Covid-19, según fuentes oficiales y del entorno familiar. Ninguno de los dos respondió ayer a los llamados y mensajes de LA NACION. También fue vacunado Jerónimo, que sigue con sus estudios de abogacía a pesar de haberse sumado part-time como colaborador de su padre.
¿Vacunas de privilegio? ¿Otro caso de vacunación vip? Hay quienes sugieren desde el círculo íntimo del jefe camionero que fue ella, con su larga trayectoria como empresaria de servicios médicos, la que gestionó las inoculaciones. El director de una obra social sindical importante, por el contrario, asegura que la única manera de haber conseguido las vacunas es a través del Estado, "con ayuda política".
Desde mucho antes que se aprueben las vacunas contra el coronavirus, cuando el aislamiento era obligatorio, Moyano ya había comenzado como nunca a delegar tareas en sus hijos. Les dio impulso a todos, a pesar de que él aún ve lejano su retiro. ¿Irá en 2022 por el décimo mandato en Camioneros o le dejará el mando a Pablo?
A Pablo, el número dos del gremio y su heredero natural, Moyano le aconsejó incorporar a sus rutinas las negociaciones políticas, una rosca que antes era casi exclusividad suya. Pablo, que antes detestaba la política, es hoy vocal del PJ, mantiene reuniones periódicas en la Casa Rosada y construye poder gremial para disputar la conducción de la CGT si es que este año se habilita el desarrollo de la elección.
Conserva además el timón de las negociaciones salariales con las tres cámaras empresarias del sector, aunque su padre lo hizo a un lado de las conversaciones con Mercado Libre por el encuadramiento de los distribuidores. A la negociación la sacaron a flote Hugo Moyano (h.) y Omar Pérez, un dirigente camionero formado bajo la sombra del jefe. Lo reconocen así hasta en el Ministerio de Trabajo, que ofició en su momento de mediador entre el gremio y la empresa de Marcos Galperin por los bloqueos en los centros de distribución.
También hubo un espaldarazo para Facundo, el más político de sus hijos. Diputado nacional desde hace diez años, inclinó su expertiz hacia el área de transporte. Lo desarrolla desde Estrategia, una fundación que creó en 2014 y que elabora propuestas sobre libertad sindical, derechos laborales, transporte y educación vial. Es una suerte de plataforma desde donde buscó visibilizar su actividad legislativa. Hoy, a partir de la alianza entre Sergio Massa y el kirchnerismo, Facundo tiene bajo su órbita un organismo nacional a cargo de la seguridad vial, aérea, ferroviaria y naval. Es un nicho y una caja que podría servirle como trampolín. Mientras tanto,intenta meter mano en el proyecto oficial para modificar el impuesto a las ganancias.
A pesar de que su perfil contrasta con el del común de los sindicalistas, Facundo Moyano no puede ocultar sus raíces. Evalúa retomar la actividad en el Sindicato de los Peajes, que estuvo bajo su mando ocho años, desde 2009 hasta 2017. Se retiró con el argumento de un cambio estatutario que limitaba las reelecciones. Su regreso a Peajes podría concretarse con una novedad en el mundillo sindical: dispondría que en la comisión directiva debería haber tantas mujeres como hombres. Es decir que elevaría el cupo femenino del 33 al 50 por ciento.
Tal vez lo más curioso del nuevo rol de Facundo es haber cerrado filas con sus hermanos Pablo y Huguito para forzar un recambio en la CGT y soñar con tomar el control, como lo tuvo su padre durante 12 años. Mientras que Pablo construye alianzas con gremios que no comulgan con el liderazgo de Héctor Daer y Carlos Acuña, Facundo se entusiasma con fogonear listas opositoras en sindicatos poderosos cuyas conducciones están cuestionadas. Si bien falta mucho, tejió un acuerdo con el disidente Ramón Muerza para intentar desbancar el año que viene al histórico Armando Cavalieri del Sindicato de Empleados de Comercio. Hace poco más de dos años, Cavalieri, que lidera el gremio mercantil desde 1986, le ganó a Muerza la elección por 461 votos. Impulsó aquella candidatura de Muerza, según lo reconoció el propio dirigente, el supermercadista Alfredo Coto. El año que viene sus impulsores serían los Moyano.
Otro gremio en la mira del moyanismo es la UTA, a cargo de Roberto Fernández desde 2008. El sindicato de los colectiveros está sumido en una interna feroz, que se agudizó por la demora en el reparto de los subsidios a las empresas que prestan los servicios y por una elección que estuvo nublada de sospechas. El interes de los camioneros también orbita sobre otros gremios del transporte, algunos de los cuales tienen como asesor legal a Hugo Moyano (h.) Huguito, que tiene 37 años y se formó en las sombras de Héctor Recalde, engordó su cartera de clientes a partir de las gestiones de su padre y de sus hermanos. Avanzó casilleros en el ajedrez sindical después de acordar con Mercado Libre priorizar a los choferes registrados para tercerizar el servicio de reparto de la mercadería.
De los hijos varones, Jerónimo, que es el menor, fue el último al que Hugo Moyano sumó a la mesa del poder. Desde el año pasado, por la cuarentena, su padre lo integró como uno de sus colaboradores en el gremio. Lo llevó, incluso, a dos encuentros con Alberto Fernández. El primero fue un almuerzo informal en la Quinta de Olivos en el que se sacaron una foto sin barbijo ni distanciamiento. Corría agosto y el país continuaba en aislamiento estricto. La otra visita fue más reciente, hace un mes, en la Casa Rosada, donde Moyano y su hijo asistieron junto con los empresarios del transporte para dar el campanazo de largada de las mesas sectoriales en busca de un acuerdo de precios y salarios, además de lograr algún beneficio impositivo.
Moyano también le dio vuelo propio a Karina Eva, una de sus dos hijas. Es secretaria de Género de Camioneros y supervisa la ayuda social del gremio. Estuvo a un paso de ser candidata a diputada por el Frente de Todos. Su perfil bajo se alteró hasta que LA NACION reveló hace diez días que el juez federal de Lomas de Zamora Federico Villena, en plena feria judicial, ordenó devolverle US$436.670 y $600.000 que se encontraban congelados y sujetos a investigación por presunto lavado de activos vinculado al narcotráfico. Su padre reaccionó públicamente con acusaciones a la prensa por "los dos mangos" de su hija. En privado, sospecha de una maniobra de los servicios de inteligencia. Como Cristina Kirchner, Moyano también habla de "lawfare". En medio de este berenjenal por la vacunación vip, el medio millón de dólares de Karina ya es historia.
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