Una victoria que impacta en el escenario nacional
Todo el país político miró a Córdoba , pero Juan Schiaretti , el gran triunfador de la elección de ayer , simuló que eso no estaba ocurriendo. Un gesto, premeditado y ensayado, que solo vino a reforzar la centralidad que su figura tiene y tendrá para definir el escenario electoral nacional. No solo en el peronismo no kirchnerista.
Ayer no hubo más que peronistas cordobeses en los festejos de la previsible, pero no por eso menos contundente victoria. Schiaretti dejó en claro que no necesita ser arropado por otros tanto como que no le debe nada a nadie. Por primera vez en su historia política su triunfo electoral no es un bien ganancial.
Por eso, desalentó durante la semana a quienes tenían intenciones de viajar a la provincia para compartir la celebración. Son los demás los que dependen de lo que haga en los próximos días el peronista más votado hasta ahora en todo el país. Todos lo saben. Schiaretti antes que nadie ejerce ese poder, hasta en el plano simbólico.
Si antes de la elección la primacía del reelegido gobernador cordobés estaba fuera de dudas dentro del peronismo alternativo, ahora terminó por legitimar largamente el rol de primus inter pares. Pero habrá que esperar para que lo ejerza en público. Dejará que otros expongan en un espacio en el que hay profundas divisiones respecto de cómo plantarse frente al kirchnerismo. Y, si es posible, que terminen sometiéndose a su arbitraje, por necesidad o resignación.
Schiaretti busca que, antes de tener que laudar o forzar una decisión, se empiece a quebrar el empate que rige entre la decena de gobernadores peronistas. Una mitad se inclinan por enfrentar al kirchnerismo con Cristina o sin ella al tope de la boleta desde afuera. Allí están el cordobés; el mandatario entrerriano, Gustavo Bordet, y el salteño, Juan Manuel Urtubey; de Sergio Massa dicen que a él también hay que sumarlo. La otra mitad, en la que militan los norteños (con excepción de Urtubey), sueñan con unas PASO amplias que incluyan al kirchnerismo.
Hay una tercera opción: construir una lista de consenso que en las PASO compita contra Cristina y contra el macrismo. Es la apuesta de Roberto Lavagna. Paradójico: es la alternativa que genera más disenso y más rechazos. El exministro no ha logrado sumar a esta altura las voces que esperaba para poder convertirse en solista por aclamación. Algo desafina y no parece haber chances de que el cantito cordobés logre hacerlo entonar.
Como se dijo, lo ocurrido en Córdoba excede al peronismo. Mucho más después de que Schiaretti tuvo no solo una adhesión récord, sino también por el hecho de que su candidato Martín Llaryora logró quitarle a la UCR el control de la capital provincial. Las candidaturas dobles les depararon derrotas por duplicado al centenario partido y al oficialismo nacional. Pura resta.
La división radical no es la única explicación para el fracaso. También pesó el deterioro de Cambiemos, por un año completo de penurias económicas para todos los argentinos, que también devaluó al oficialismo nacional y a las sucursales subnacionales de la marca.
El impacto en el ánimo de los electores de ese combo que componen la recesión, la inflación, la destrucción de empleo y la pérdida de poder adquisitivo de los salarios tal vez sea el gran factor común nacional que pueda computarse en estos comicios cordobeses, como en los de otros distritos que los precedieron. Aunque sea el único, es mucho.
Si los resultados de las elecciones provinciales se extrapolaran sin matices ni ponderaciones, podría pensarse que la grieta no existe. Los candidatos de Mauricio Macri y de Cristina Kirchner han sido constantemente derrotados o han sido obligados a no presentarse para evitar papelones y no dañar a su líder nacional, como hizo el kirchnerismo en Córdoba. Sería un grave error llegar a esas conclusiones.
Los que han triunfado hasta ahora son los oficialismos locales, y hasta que emerja otra fuerza capaz de terciar entre aquellos dos polos estos siguen ejerciendo la mayor atracción en el ámbito nacional. Schiaretti se propone precisamente pasar a otra dimensión y ordenar la oferta para dar respuesta a una demanda que en el plano teórico parece estar. La validez de las teorías políticas debe demostrarse en la práctica.
El gobierno nacional insistía anoche en el carácter estrictamente provincial de la elección cordobesa sin otras derivaciones. En la Casa Rosada subrayaban que Schiaretti había logrado reunir una cantidad de votos similar a la que obtuvo todo el peronismo en 2015, cuando concurrió dividido por el kirchnerismo.
También remarcaban en la mesa chica macrista que los votos de las dos fórmulas cambiemitas sumarían un porcentaje similar al logrado por el binomio de Cambiemos en 2015.
Un alivio para la Casa Rosada es que Ramón Mestre y sus sponsors nacionales perdieron ante el espacio que representó Mario Negri, el candidato de Macri y de Lilita Carrió. También cargan en la cuenta de Mestre, aún intendente de la ciudad de Córdoba, haber perdido ese distrito clave y emblemático por haber adosado el comicio municipal al provincial. Oxígeno para los macristas y los radicales más comprometidos con la coalición. Los aliados de Mestre fuera de Córdoba integran el ala más crítica de Cambiemos dentro de la UCR. Peleas de familia y optimismo residual.
El tiempo para una autocrítica por la incapacidad para conducir conflictos, sintetizar posiciones y evitar la ruinosa confrontación ya había vencido. Se desconoce si se aprendió la lección.
Pasado el mal trago provincial, Macri necesita y sueña con que Schiaretti no agrave sus penurias. El Presidente se siente más cómodo con el gobernador que con sus aliados radicales que compitieron en Córdoba. La de Macri y Schiaretti es una alianza de facto más antigua que Cambiemos y hasta ahora ha sido altamente beneficiosa para ambos.
Sin embargo, no es sencillo que se repita el aporte que hicieron a Macri en la segunda vuelta de la elección presidencial de 2015 quienes entonces votaron en Córdoba a Schiaretti para la gobernación y a Sergio Massa (arropado por José Manuel de la Sota) en la primera vuelta. El traspaso de esos casi 400.000 votos de Córdoba representó poco menos del 60% de la diferencia que Macri le sacó a Scioli en el ballottage.
Si se construyera esta tercera opción nacional que hoy no existe con potencialidad suficiente para poner en riesgo las chances de los dos grandes espacios y el gran armador fuera Schiaretti podrían cambiar varias cosas, y no precisa ni necesariamente en beneficio del macrismo.
En las cercanías del triunfador de ayer aseguraban que no hará nada para perjudicar a Macri y que su foco estará puesto en constituir unas PASO del peronismo alternativo con potencial para disputarles el lugar dominante a Cambiemos y al cristinismo. Si una cosa fuera incompatible con la otra por las consecuencias que pudiera tener para el Presidente ese armado, se autoeximen de culpa. Serían daños colaterales.
Esta semana se definirá dónde se reunirán los gobernadores peronistas y los precandidatos alternativos para empezar a orientar las fuerzas y zanjar diferencias. Descartada cualquier sede que reivindique el centralismo porteño, se debaten tres locaciones: Santiago del Estero, Entre Ríos y Córdoba. El lugar que finalmente se elija dará la primera señal sobre cómo está la correlación de fuerzas.
Las definiciones nacionales del gran ganador de ayer seguirán haciéndose esperar un poco más. La vorágine por el tiempo de descuento que ya rige en el calendario electoral nacional no parece correr igual para Schiaretti. Quizá no sea producto de las propiedades medicinales de las hierbas serranas, sino el carácter sedativo que tiene la ampliación del poder propio. Sobre todo frente a las urgencias ajenas.
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