Una tradición sin edad: de los 16 a los 101 años, juntas a la hora de ir a votar
Josefina es la hija de Juan Carr, titular de Red Solidaria; tiene previsto acompañar hoy a su tía bisabuela Marta a la votación
"¡Yo no soy sorda!, si me hablan pausadamente y modulando puedo tener una conversación completamente exitosa", dice ella y sus familiares se ríen. Celebran el comentario como si fuese un chiste, pero ella lo dice en serio: Marta Sacriste cumple 102 años el miércoles 12 y, si no lo contara, uno no se daría cuenta.
Luce como una abuela coqueta y divertida. Está sentada en un sillón cómodo y elegante junto a Josefina, que hoy cumple 16. Son tía bisabuela y sobrina bisnieta; Josefina vota por primera vez y Marta vota una vez más. Las PASO nacionales de este domingo las unen en la distancia de las cuatro generaciones que las separan. Afuera llueve. Parece que ellas secretean mientras el resto de la familia intercambia platos con masitas y torta. Hay veda, pero la coyuntura política es el tema de conversación en este living cálido del barrio de Recoleta.
Josefina es la hija de Juan Carr, el titular de la Red Solidaria desde que la fundó en 1995 con su esposa, María. Ambos participan de este encuentro preelectoral, su hija mayor, Mery, también, y Mónica, la mamá de María. Es una familia numerosa y la cuestión social la atraviesa de distintas maneras por medio de sus miembros.
"Me impresiona que los chicos pobres hablen como si fueran adultos, como si no tuvieran infancia", dice. El viernes por la noche estuvo en una cena solidaria, en Plaza de Mayo, para gente en situación de calle, armada por un grupo de organizaciones sociales. También participa de las actividades que organiza su colegio, Pedro Poveda, en el barrio de Las Tunas, Tigre, donde van a jugar con los chicos.
Desde 2013, los mayores de 16 años (y menores de 18 años) pueden votar en las elecciones nacionales. El voto no es obligatorio, ni se debe hacer trámite alguno para justificar no haber votado. Josefina eligió hacerlo. "Me parece importante. De mi curso, a ninguno le importa demasiado, yo soy la única que voto. En el colegio no nos dicen mucho; pero con mi familia sí hablo del tema. Me fijé quiénes son los candidatos, leo los diarios, leo en Internet, sé a quién voy a votar", cuenta.
Marta también está segura de su voto. Tampoco es obligatorio que participe del sufragio, pero nunca dejó de hacerlo. En 2013 le tocó votar el mismo día de su cumpleaños número 100 y el festejo fue doble. La saludaron los fiscales de mesa, la gente que esperaba en fila para pasar al cuarto oscuro la aplaudió. Marta salió en los diarios. Además, hizo una fiesta para toda la familia y fueron 280 miembros. "Me vistieron de reina, con corona y todo", cuenta. "Voto siempre porque es un deber cívico que tenemos que cumplir. Nos corresponde como ciudadanos participar de las decisiones y hacer que las cosas que no nos gustan cambien. Me gusta, además. Siento que debo hacer algo por mi país", dice Marta.
En muchos hogares argentinos, las elecciones tienen cierto folklore familiar. Tal vez sea porque caen en domingo, día tradicionalmente familiero por excelencia, que muchos aprovechan para reunirse en almuerzos eternos o meriendas dionisíacas que con el tiempo se transforman en recuerdos dulces.
Los temas de actualidad se debaten con la normalidad que tiñe las charlas cotidianas. Eso está pasando ahora. "Se ha extendido más el fervor patriótico, lo noto entre la gente. Fuimos el sexto país del mundo, nuestra historia podría haber sido otra", plantea Marta. Juan Carr dice que en esta familia tan numerosa están todas las ideas políticas representadas: "Pensamos distinto y es una riqueza fantástica porque lo podemos hablar. Todos coincidimos en el compromiso con la celeste y blanca, todos queremos una mejor patria y eso nos une".
Josefina asiente con la cabeza. Cuando habla Marta, parece prestar mayor atención. Dice que le sorprende que haya vivido tantos momentos históricos y que esté siempre tan interesada en lo que está pasando. Todos los martes y jueves, Marta va a la Biblioteca Nacional para que un grupo de voluntarios le lea lo que desee. Su vista ya no acompaña su curiosidad, pero ella no decanta: "Voy para que me lean los diarios, es lo que más me interesa. En la radio hablan a los gritos y se pisan unos con otros, por eso nunca la escucho".
Hay una herencia en las familias que hermana a sus miembros de manera misteriosa, más allá de los parecidos físicos y los intereses en común. Marta y Josefina en algo se parecen, aunque no puedan definirlo claramente. "Yo la veo como una luchadora, en eso me veo identificada. Además, es hija de su papá, va a llegar muy lejos", dice la bistía abuela. Josefina se ríe, dice que espera llegar lejos, pero no cree que tanto como ella: "¡102 años vas a cumplir!" Suena el teléfono y Marta se levanta del sillón para ir a atender. Alguien intenta acercarle su bastón, pero ella no se detiene: "Dejá, ese bastón es una exageración de la chica que me cuida".
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