Una sorpresa para el árbol de Navidad
Por primera vez hubo decisiones económicas inspiradas por Santiago Caputo, avaladas por Milei y compartidas por Hacienda; fue para mantener la calma de un fin de año atípico; el desafío de La Libertad Avanza de darle forma a su construcción 2025
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Caía la tarde del viernes y la Plaza de Mayo exhibía sus monumentos a los turistas errantes. Ya se habían retirado las agrupaciones de izquierda que con su marcha buscaban mantener vivo el recuerdo de la tragedia de 2001 ante la indiferencia del entorno. Una minoría movilizada e ideologizada frente a una mayoría desconectada que buscaba escapar del pasado. No había gremios ni movimientos sociales. El conurbano no daba señales de alerta. “¿Te das cuenta de que es 20 de diciembre y no está pasando nada? Otros años esto era una caldera”, contrastaba, relajado, un funcionario desde la Casa Rosada.
El Gobierno logró en el fin de año una pax social inusual para una administración no peronista, que además no siente ninguna empatía con las expresiones populares ni cuenta con grandes gestores de conflictos. Que la calle no sea hoy una amenaza para la estabilidad de una gestión explica mucho del cambio de época; habla de una sociedad lastimada, con pocas ganas de guerrear, que apenas cobija la expectativa de mejorar su situación económica. No quiere batallas épicas, sólo llegar a fin de mes.
Tuvo un efecto muy importante la doble pinza que ejecutó la Casa Rosada sobre los movimientos sociales, por un lado con el protocolo antipiquetes y por el otro con la desintermediación de los planes. Fue decisivo el aumento constante de las partidas para la asistencia alimentaria. Influyó la fragmentación del peronismo que le restó capacidad de reacción. Pero el dato absolutamente determinante de este cierre de año es la reducción sostenida de la inflación.
Sólo de ese modo se pueden interpretar los datos del Indec que se conocieron esta semana, que dan cuenta de una baja de la pobreza de 52,9 % a 38,9 %, después de un ajuste equivalente a 5 puntos del PBI. Por su magnitud, todo indica que se trata de un fenómeno esencialmente estadístico, basado en el retroceso de los precios y en una gradual recuperación del poder salarial en los últimos meses.
Implica una mejora en la situación de quienes se habían caído debajo de la línea de pobreza desde el final caótico del gobierno de Alberto Fernández. Pero la gravedad del problema estructural sigue vigente en amplios sectores, porque como señala Agustín Salvia, del Observatorio de la Deuda Social de la UCA, “tenemos menos pobres que hace seis meses, pero una cantidad igual que hace un año. Además, los actuales pobres son más pobres y más dependientes de los programas sociales. Hay un nuevo piso estructural de 33% de población en situación de pobreza que hasta ahora ningún gobierno ha podido perforar”. Esa roca sólo se va a poder romper con un crecimiento económico sostenido.
Pax cambiaria, pax social
Además de festejar los indicadores sociales que le permiten responder con estadísticas la principal crítica que recibe el modelo económico, el Gobierno movió los hilos en silencio para evitar cualquier indicio de alteración del clima navideño. Por eso apenas percibió que el dólar abandonaba su suave descenso de los últimos meses, dispuso una intervención en las cotizaciones financieras que, según los analistas, superó los US$200 millones.
Esta reacción introdujo una novedad muy significativa en el funcionamiento interno del Gobierno porque habría sido incentivada por Santiago Caputo, avalada por Milei y compartida por Economía. Es decir, se trató de una decisión de origen político destinada a evitar sobresaltos en el fin de año y a eludir la sensación de inestabilidad que siempre generan los movimientos cambiarios. Dólar calmo, inflación controlada, pax social, una trilogía imbatible en el imaginario colectivo. Para algunos observadores del mercado se trató de un dato muy relevante porque implicaría la primera señal concreta de que el asesor presidencial también empieza a tener alguna incidencia en cuestiones económicas de impacto social, un área inexplorada hasta ahora de su amplísimo radio de acción.
También identifican sus huellas en la decisión de Milei de anunciar una merma del ritmo de devaluación del dólar oficial al 1% si se mantiene la baja de los precios, otro gesto tendiente a anclar expectativas inflacionarias. En algunos sectores del ala económica no veían con desagrado la idea de mantener el actual crawling peg del 2% como un modo disimulado de neutralizar el efecto que está teniendo el fortalecimiento del dólar a nivel mundial y que determinó la devaluación de la moneda de varios países emergentes. Sería un gesto de reconocimiento para quienes sostienen que hay un atraso cambiario. Sin embargo influyó más la intención de demostrar que en el inicio del año electoral el peso mantiene su fortaleza y la inflación aparece derrotada. En todo caso los efectos de la revalorización monetaria sobre la competitividad de los sectores productivos se verán en un plazo más largo.
Las señales de advertencia más preocupantes vienen de Brasil, que atraviesa un proceso devaluatorio del real y muchas dudas sobre su plan fiscal. El ministro de Hacienda, Fernando Haddad, enfrenta un proceso de desconfianza de los mercados, que se agrava por el fin del mandato del titular del Banco Central, el liberal Roberto Campos Neto (durante su gestión la entidad dejó de ser un organismo dependiente del Estado para pasar a ser un ente autónomo) quien será reemplazado por un economista más heterodoxo como Gabriel Galípolo.
Según algunos analistas financieros, la Argentina tiene algunos anticuerpos para evitar un arrastre de la devaluación de Brasil, como ocurrió en 1999 y que hirió mortalmente la convertibilidad. El primero es el equilibrio fiscal, un objetivo que Milei promete mantener a pesar del año electoral. El segundo es el cepo cambiario, que en este tipo de circunstancias le quita volatilidad al mercado. En tercer lugar, la posibilidad cierta de llegar a un acuerdo con el FMI en marzo, lo que implicaría un desembolso que podría estar entre los 10.000 y los 15.000 millones de dólares.
Las turbulencias en Brasil se suman a otros dos datos más que siguen muy atentamente en la Casa Rosada. Uno de ellos es el previsible freno en el ritmo de la baja de la tasa de interés en Estados Unidos como un intento por moderar la persistencia inflacionaria. El anuncio esta semana de la Reserva Federal de un recorte de un cuarto de punto, vino acompañada con la expectativa de que en 2025 habrá una reversión de la tendencia. Este giro tendría a revalorizar al dólar y a debilitar a las monedas de países emergentes. El otro dato global es la caída de los precios internacionales de commodities como la soja, que esta semana perforó el piso de los 350 dólares la tonelada. En un contexto de repunte de expectativas por la producción agropecuaria local ese valor actúa como un desincentivo y un anticipo de menores ingresos por exportaciones.
Sin embargo, el entusiasmo del Gobierno por los pronósticos de recuperación económica es tan alto, que hay una tendencia a minimizar el impacto de las variables externas. Rige la convicción de que la disciplina fiscal es un antídoto eficaz frente a esos desafíos y que el margen de reactivación después de la recesión es tan promisorio que igual habrá un crecimiento sostenido en el camino hacia las urnas. De eso depende el futuro de Milei.
Batido, no mezclado
Ese camino a las urnas no sólo incide en algunas decisiones económicas, sino también clarifica definiciones políticas con impacto electoral. La más importante está determinada por la decisión inequívoca de mantener al oficialismo como una fuerza uniforme y autónoma, sin acuerdos partidarios ni aspiraciones de alianzas de gobierno. Milei representa el regreso a la lógica del verticalismo personalista, después de los fallidos intentos coalicionistas de Cambiemos y Unión por la Patria.
Los libertarios perciben que hay una identidad a preservar que es su razón de ser, y que puede ser impregnada por sociedades electorales que intoxiquen su espíritu o abran la puerta a futuras deslealtades. Mejor menos, pero propios, que muchos pero ajenos. Así se entiende la percepción generalizada de que un acuerdo estructural con Pro es cada vez menos probable. En todo caso habrá concesiones en las listas, pero bajo los términos de LLA.
En el laboratorio de la Casa Rosada despliegan los puentes hacia los aliados, cada vez con menos rigor en los estudios que determinan el nivel de “casta” en sangre. Después del cruce de Diego Kravetz, Milei corrió con astucia al encuentro de Cristian Ritondo, impactado por una investigación de sociedades off shore de su esposa. Ante el silencio absoluto de todo el Pro, el Presidente salió a defenderlo y a hablar de “operaciones” en su contra. El caso del jefe de los diputados tiene paralizado a su bloque y al partido, porque se trata de un caso testigo. Su resolución será clave en el ánimo de varios que se quieren dejar seducir por los cantos de sirena libertarios.
La decisión básica de mantenerse como una fuerza autónoma conduce a un desafío mayúsculo que implica dotar a La Libertad Avanza de un andamiaje y de una lógica de la que hasta ahora carecía. La construcción del año pasado fue aluvional, generada por la confluencia de sellos partidarios provinciales y dirigentes marginales que encontraron una oportunidad de ascenso acelerado. Lo único relevante era que Milei pudiera ser candidato.
Para 2025 la arquitectura del partido va a requerir de otros cimientos. La cuestión formal está saldada por el trabajo de Karina Milei para lograr la personería como partido nacional. Ahora es la etapa de la definición de los contornos de esa fuerza, para ver si puede haber una estructura que sostenga más firmemente al Presidente y evite las escenas de insolvencia intelectual que se repitieron este año en el Congreso.
Hay un dato que entusiasma a los libertarios y es la instalación de la marca La Libertad Avanza. En el último trabajo de Poliarquía, el 48% dijo que votaría a los “candidatos que apoye Javier Milei”. Para testear esta progresión desde la Casa Rosada hicieron un sondeo en la provincia de Buenos Aires preguntando por la candidatura de un imaginario “Ricardo Pérez de LLA” y obtuvieron un 35% de apoyo (en los datos reales el que mejor mide allí es José Luis Espert). Es clave para una elección provincializada como las legislativas de medio término que haya una transferencia de votos de la marca a los candidatos, porque Milei no estará en las boletas.
En ese camino se evidencian distintos recorridos, por ahora paralelos, que deberían converger en algún momento. Los símbolos son Sebastián Pareja y el Gordo Dan. El primero es el armador bonaerense, que articula desde una lógica de territorialidad más clásica y alberga a dirigentes de distintos pedigree. El segundo es el frontman de las Fuerzas del Cielo que reivindican la batalla cultural a través de las redes sociales. Unos vienen de un recorrido heterogéneo y se referencian en Karina Milei; los otros, son más puros ideológicamente y siguen la guía de Santiago Caputo. Unos vienen de hacer un acto cerrado a la prensa en el teatro Gran Rivadavia, donde la hermana dijo que estará “donde lo necesite” el Presidente. Los otros llenaron dos salas del Broadway con un espectáculo pago. Hay recelos entre ambos bandos porque se sienten diferentes entre sí, aunque saben que si se pelean públicamente estarán “afuera”.
Será una tarea para Milei amalgamar esas dos construcciones que hoy lucen disímiles. En definitiva, verificar si esas miradas pueden convivir o son inevitablemente dicotómicas. Es una prueba fundamental para que La Libertad Avanza tome un diseño más elaborado y deje de ser un sello de acompañamiento a su líder. Las disrupciones del Presidente sorprendieron este año y lo ayudaron a instalar nuevas lógicas políticas, pero la fórmula deberá ser renovada para continuar el camino de los próximos tres años. El truco de la novedad no funciona eternamente.
Como una célula complementaria aparece Patricia Bullrich, que se apoya en un armado liberal conocido como Apertura Republicana, integrada por varios amarillos. Esta semana se reunieron en Capitán Sarmiento, donde hubo críticas a la frase de Mauricio Macri en la que habló de Pro como un “partido de la oposición”. Si bien la ministra articula con los otros dos espacios, hay algunos ruidos, en particular con Karina Milei, quien escuchó quejas de que en sus visitas oficiales Bullrich no prioriza a los libertarios como sí hace con los radicales. Su paso esta semana por Corrientes, donde estuvo con el gobernador Gustavo Valdés, generó resquemores internos y la secretaria General de la Presidencia hizo llegar sus quejas. Conclusión: cuando el viernes Bullrich visitó Santa Fe se aseguraron de que no participara el gobernador Maximiliano Pullaro, otro radical.
Durante su primer año de gestión, Milei se ofreció como el instrumento elegido por la sociedad para castigar a los dirigentes que gobernaron antes. Fue la respuesta a una demanda. Si logra mantenerse en ese rol durante 2025, tendrá un camino allanado porque el juego de las comparaciones sigue a su favor. Si por el contrario, el eje de debate cambia y se transforma en pregunta sobre su gestión, significará que el pasado dejó de ser una referencia y que su desempeño pasó a ser plebiscitado. Ese momento no parece haber llegado, como si todavía hubiera tiempo en los argentinos para que el Gobierno sea identificado como una respuesta frente a las frustraciones de las últimas décadas.
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