Una renuncia que desafía a dos presidentes
Alberto Fernández podrá nominar a un nuevo juez para la Corte, pero no tiene los votos para que el Senado lo apruebe; Horacio Rosatti pierde una carta que podía ayudarlo en la construcción de su poder
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El primer desafío, y el más concreto, que genera la renuncia de Elena Highton a la Corte Suprema es para el nuevo presidente del tribunal, Horacio Rosatti. Sin el voto de ella puede complicarse la obtención de las mayorías necesarias para sacar fallos.
La mayoría de tres con la que Rosatti fue elegido, incluso si se mantiene en el tiempo, es una mayoría administrativa, para el gobierno de la Corte, y no necesariamente se trasladará a las decisiones jurisdiccionales, que corren por otro carril. Carlos Rosenkrantz expresó criterios diferentes a los de Rosatti y Juan Carlos Maqueda en temas sensibles. Son habituales sus votos en disidencia y sus excusaciones. En esos casos, no es descabellado pensar que Highton bien podría haber ayudado a formar mayorías de tres. Ahora, habrá que construirlas con Ricardo Lorenzetti, que disconforme con la elección de Rosatti, rompió los puentes con sus compañeros.
La Corte puede recurrir a subrogantes o conjueces, pero en general, como no tiene plazos fijados por ley, cuando no logra una mayoría dilata las definiciones.
Una lectura posible es que esta renuncia deja a Lorenzetti en una soledad aún mayor. Highton era la única que había jugado con él en la interna por la presidencia. Eso fortalecería políticamente a Rosatti, su gran contrincante. Pero si Rosatti quiere ser el presidente de una Corte fuerte y proactiva esa Corte no puede estar paralizada.
Ese juego es, sin embargo, delicado también para Lorenzetti. Hay actores externos que esperarán resultados del tribunal, advierten en el Palacio de Justicia. Y Rosatti, que llegó a la presidencia “para ejercer ese poder”, como dicen en su entorno, no tiene planes de sentarse expectante a seguir los pasos de su rival interno. Las turbulencias están lejos de haber terminado en la Corte.
Tampoco es fácil el desafío que enfrenta Alberto Fernández, que con Highton tenía una relación histórica. Para un presidente es siempre un enorme poder tener la posibilidad de postular a un candidato para la Corte. El problema de Fernández es que no cuenta con los dos tercios en el Senado para que su nominado llegue al cargo. Y además debe consensuarlo con Cristina Kirchner.
De por sí, cubrir una vacante única en la Corte es difícil. Es más fácil negociar con la oposición cuando es más de una: un lugar para el peronismo, otro para Juntos por el Cambio, indicaría la lógica histórica trasladada a hoy. Lo hizo Mauricio Macri cuando nombró a Rosatti, peronista, y Rosenkrantz, de pasado ligado al radicalismo.
Una forma de destrabar esta situación sería ampliar el tribunal. La Corte argentina es la más chica de América Latina, solo equiparada en número de miembros con la uruguaya, señala el constitucionalista Andrés Gil Domínguez. La ley de ampliación puede aprobarse por mayoría en el Congreso; no requiere dos tercios. Pero nadie ve esa salida como viable hoy. El mejor ejemplo es lo que pasó con la Procuración: Fernández no logra los dos tercios para designar a Daniel Rafecas y el kirchnerismo no consiguió reformar la ley para flexibilizar la forma de elegir al procurador.
“No podemos sacar la ley de etiquetado, mirá si vamos a ampliar la Corte”, se sonrió, en diálogo con LA NACION, una fuente del kirchnerismo que conoce bien el Congreso y la Justicia.
Si en las elecciones generales de noviembre se repitiera el resultado de las PASO, tener los votos para cualquier cambio en la Corte sería todavía más difícil. ¿Qué incentivo tendría la oposición? Máxime cuando sobre toda intención de cambio en la cúpula de la Justicia se ve el fantasma de una intención de dominación. Y cuando la oposición que gana terreno es la más dura.
Le quedará entonces a Fernández elegir a la mejor candidata posible (a esta altura todo el arco político coincide en que deberá ser una mujer) y después esperar. Los desesperanzados del oficialismo dicen que ni siquiera eso va a ser tan fácil. “¿Quién va a querer estar en el lugar que está hoy Rafecas?”, se preguntaba ayer un cristinista.
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