Una puesta en escena para marcar a la Corte como enemiga
Soria fue a ver a los jueces sin intención de buscar un acercamiento; es un gesto político que preanuncia una etapa de relaciones traumáticas
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El Gobierno solo espera malas noticias de la Corte Suprema. Se prepara para un fallo que declare inconstitucional la reforma del Consejo de la Magistratura que impulsó Cristina Kirchner en 2006. Es consciente de que más allá del golpe simbólico, esa decisión sentaría al presidente de la Corte al frente del Consejo, el organismo donde hasta ahora el kirchnerismo consiguió sus únicos resultados en materia judicial, mientras sus grandes planes de reformas legales se fueron desvaneciendo en el Congreso.
Y ese es solo el primero de los grandes casos que la Corte tiene pendiente resolver. Esperan otras causas de alto impacto, desde el planteo de Horacio Rodríguez Larreta por el recorte de fondos a la Ciudad, hasta los recursos de la vicepresidenta en sus causas de corrupción, que están congelados en el cuarto piso del Palacio de Tribunales desde hace años, como lo estaba el expediente del Consejo.
Soria se llevó escrito lo que iba a decir y la Casa Rosada se ocupó de difundirlo tan pronto terminó la reunión, ni bien el ministro, muy conforme con su desempeño, lo llamó por teléfono a Alberto Fernández
Ahora hay una nueva mayoría en la Corte, que dio mensajes de ser más que administrativa. Horacio Rosatti, Carlos Rosenkrantz y Juan Carlos Maqueda votaron juntos para nombrar a Rosatti como presidente, pero consolidaron además un bloque que, como primera señal, el mes pasado, en un caso de derecho ambiental, falló contra la provincia de Santa Cruz. En la Corte, las decisiones son caso por caso, pero el kirchnerismo tiene elementos para ser pesimista.
La visita de hoy del ministro Martín Soria al máximo tribunal nada tuvo de protocolar. Era la primera vez que Soria veía a los jueces y, frente a frente, les dijo que especulaban con sus causas y que jugaban políticamente. Está claro que no pretendía un acercamiento. Y no se trató del exabrupto de un ministro impulsivo. Soria se llevó escrito lo que iba a decir y la Casa Rosada se ocupó de difundirlo tan pronto terminó la reunión, ni bien el ministro, muy conforme con su desempeño, lo llamó por teléfono a Alberto Fernández.
Nada se dijo del futuro del Consejo de la Magistratura, más allá -relataron fuentes del Gobierno- de una referencia de Soria a que él no iba a plantear el caso porque no era “Garavano ni Peña”, por el ministro de Justicia y el jefe del Gabinete del macrismo, que cuando integraban el Gobierno le pidieron a la Corte que no sacara el fallo del Consejo porque querían tiempo para presentar un nuevo proyecto de ley.
Tan inusual fue el encuentro de hoy que no se habló siquiera de la vacante que el Presidente tiene para cubrir en la Corte como consecuencia de la jubilación de Elena Highton. Fernández debió haber publicado ya el nombre de su candidato o candidata a reemplazarla –todo indica que será una mujer- pero, sin los votos para el acuerdo en el Senado, dejó pasar los 30 días de plazo que estableció Néstor Kirchner en su decreto 222/03 sin hacer ninguna propuesta.
Después de la exposición de Soria, Rosatti le planteó al ministro la preocupación por la falta de cobertura de vacantes en el Poder Judicial y cuentan que con cierta benevolencia le dijo que reconocía en él el “ímpetu” de quien está en la función pública (“de quienes estuvimos”, relatan que dijo el presidente de la Corte).
Ganar perdiendo
En el tribunal no hicieron declaraciones sobre la reunión. Solo subieron a la página del Centro de Información Judicial (CIJ) una foto y tres oraciones dando cuenta de que la visita había existido. Quiénes estaban y dónde fue. Nada más. No querían levantarle el precio. “Para que alguien lo sienta como una amenaza, tenés que tener con qué”, se sonreía un experimentado observador de la dinámica judicial.
En el Gobierno, en cambio, sostenían que Soria no hizo más que decirles la verdad a los jueces porque es innegable que “cajonean” causas durante años y las reactivan según el momento político. “La verdad solo les duele a los hipócritas o a los mentirosos”, sostenía hoy un alto funcionario del Gobierno.
Con este diagnóstico, la visita de Soria, concretada nueve meses después de su asunción, funcionó como una puesta en escena para ubicar a la Corte en el lugar de un enemigo a quien el Gobierno no le reconoce verdadera legitimidad. El mensaje contrario al que hubiera generado un encuentro de tono tradicional, al estilo de los que tenía con los jueces Marcela Losardo, la primera ministra de Justicia de Alberto Fernández.
Si la Corte funciona como un enemigo y sus prácticas y móviles son oscuros, no se puede esperan justicia de sus fallos. Si perdemos, en realidad no perdimos, es el mensaje.
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