Una promesa rota enfureció al último senador “albertista” y el Presidente se quedó sin aliados en el Senado
El entrerriano Edgardo Kueider, el último “soldado” que le quedaba a Fernández en la Cámara alta, dio el portazo denunciando la discriminación de su provincia en los subsidios energéticos
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A pesar de sus esfuerzos por mostrar fortaleza política y de insistir con su intención de apostar por la reelección, Alberto Fernández pierde cada vez más apoyos dentro del peronismo. El Senado, donde Cristina Kirchner se mueve como si fuera dueña de casa, es el ejemplo de cómo el Presidente fue quedándose sin respaldo a lo largo de sus poco más de tres años de mandato.
La semana pasada Fernández se convirtió en el blanco de las quejas del senador oficialista Edgardo Kueider (Entre Ríos), quien sin medias tintas acusó al jefe del Estado de haberle faltado el respeto a los entrerrianos por no haber cumplido con su palabra de incluir a la provincia en el aumento de subsidios que la Secretaría de Energía dispuso para las provincias del Norte, ante el aumento del consumo eléctrico como consecuencia de las altas temperaturas de la época estival.
El dato no es menor. Kueider era el último de los “albertistas” declarados que quedaban en el bloque oficialista de la Cámara alta, el remanente de un grupo que Fernández se encargó sistemáticamente de dejar mal parado cada vez que se ofrecieron a respaldarlo ante un hipotético enfrentamiento con Cristina Kirchner.
“La situación es insostenible. El Presidente se había comprometido a solucionar el tema de Entre Ríos y ha dado señales de que no lo va hacer”, estalló un Kueider, por demás molesto con la Casa Rosada y con la secretaria de Energía de la Nación, la salteña Flavia Royón.
Según el legislador, el propio jefe del Estado le había dicho que iba a solucionar la exclusión de Entre Ríos de aquella medida, adoptada en diciembre último. “Me lo había dicho personalmente; le faltan el respeto a los entrerrianos y, para mí eso es determinante”, sentenció el senador.
Sin embargo, el legislador negó que tenga pensado abandonar el bloque del Frente de Todos, desmintiendo el rumor que tuvo eco en algunos medios de comunicación. “No dije que me iba a ir del bloque, dije que iba a tomar acciones políticas”, dijo.
La primera de esas acciones fue presentar un proyecto de ley que busca bajar el valor de la tarifa eléctrica a partir de la reducción del IVA que se aplica en las boletas a los consumidores residenciales (del 21% al 5%) y de los usuarios comerciales y de pequeñas y grandes industrias (del 27% al 10,5%).
El proyecto también establece que las distribuidoras energéticas no podrán cobrar cargos extras, como tasas y contribuciones, y establece un aumento en las regalías que perciben las provincias productoras de energía, que pasarían del 12% que reciben en la actualidad al 20%, incremento que deberá ser destinado a la reducción del costo de la tarifa eléctrica. Además, la iniciativa de Kueider dispone un aumento del precio que la mayorista eléctrica Cammesa le paga a la represa de Salto Grande (Entre Ríos) por la energía que le compra.
En retirada
El indisimulable enojo de Kueider con el Presidente marca el final de lo que algunos llegaron a denominar como el “albertismo”, una escudería peronista que entusiasmó a muchos que, como el entrerriano, nunca comulgaron con los modos ni la praxis política de Cristina Kirchner.
De hecho, hay memoriosos que todavía recuerdan los días de 2019 en los que, aún antes de jurar su banca en diciembre, Kueider se presentaba como la voz de Alberto Fernández en la Cámara alta.
La apuesta de Kueider por Fernández llegó al extremo de que fue de los pocos senadores que trabajó de manera pública en el bloque del Frente de Todos para juntarle a Fernández los votos para aprobar el acuerdo con el FMI que el sector kirchnerista, con la vicepresidenta a la cabeza, rechazaba y terminó votando en contra cuando se discutió en el recinto.
Si bien fue uno de los más activos, Kueider no estuvo en soledad militando un “albertismo” que nunca pudo constituirse. Guillermo Snopek (Jujuy) y Carlos Espínola (Corrientes) llegaron a formar parte de un grupo de senadores dispuestos a convertirse en el contrapeso al sector del bloque del Frente de Todos que lidera Cristina Kirchner y que el paso del tiempo y la permanente indefinición de Alberto Fernández llevaron a que se diluyera hasta casi desaparecer.
El primero que buscó fundar el “albertismo” en el Senado, y el primero en terminar frustrado, fue Carlos Caserio. Peronista tradicional, el cordobés había heredado la presidencia del bloque del PJ tras la relampagueante y sorpresiva partida de Miguel Pichetto hacia el macrismo para convertirse en compañero de fórmula del expresidente.
Con esos antecedentes, en noviembre de 2019, con Fernández ya como presidente electo, Caserio hizo pública su intención de mantener la división con el kirchnerismo, que se había aglutinado en el bloque de Unidad Ciudadana que presidía Marcelo Fuentes (Neuquén) y que integraba Cristina Kirchner (Buenos Aires).
“Tengo un profundo respeto por Cristina, pero nunca trabajé para ella; así pasa con muchos de los senadores”, advirtió el cordobés. La idea de mantener el bloque que respondía a los gobernadores separado del kirchnerismo se desvaneció pocos días después, cuando con Cristina Kirchner le juntó la cabeza a todos los senadores peronistas y armó el bloque del Frente de Todos al frente del cual puso al formoseño José Mayans.
Con la excusa de la unidad, el Presidente hizo mutis por el foro y Caserio y el bloque de los gobernadores pasó a mejor vida. Fue el principio del fin del “albertismo” en el Senado.
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