Una operación retórica exitosa que la realidad debe confirmar
Como el año pasado, el Presidente inauguró las sesiones ordinarias del Congreso con un discurso bien razonado, argumentalmente muy superior al resto de sus intervenciones públicas, aunque igualmente inclinado a las trivialidades retóricas en las que a veces se apoya la comunicación de Pro. En 2016, Macri hizo un inventario exhaustivo y riguroso del Estado que heredó de las presidencias del Frente para la Victoria. Ayer, presentó la agenda de gobierno y justificó las dificultades económicas actuales con base en tres ideas que también proponen un contraste con la gestión anterior: reconocimiento de los problemas, acuerdo y largo plazo versus ocultamiento, confrontación y corto plazo.
Seguramente, el discurso conformó y tranquilizó a los oficialistas. El retrato de la gestión fue amplio y el detalle de las políticas, especialmente las de protección social, ofreció una línea de defensa fuerte contra las críticas al sesgo de clase alta de los planteles y las medidas de gobierno. También es probable que la crítica frontal a las políticas y los resultados de los gobiernos kirchneristas haya confirmado las convicciones de los votantes opositores. El efecto electoral de este discurso y otros que el oficialismo exponga hasta octubre dependen entonces de su capacidad de persuadir a los que todavía no están convencidos. Esta tarea presenta algunos problemas.
Los discursos del Presidente, incluido el de ayer, proponen un nombre para la actualización de las tarifas de los servicios públicos, la pérdida del poder de compra de los salarios y, en general, el deterioro de la situación de muchos sectores de la población durante 2016: poner el hombro. El nombre presenta cosas que a la gente más bien le ocurren (comprar menos con el dinero que reciben por el mismo trabajo) como si fuera algo que esa gente eligió (aceptar una reducción del bienestar actual y con eso ayudar a que haya mayor bienestar para todos en el futuro).
La operación retórica funciona: uno puede aceptar que está peor que hace un año porque en realidad aceptó ayudar, en la medida en que quede claro que ese futuro mejor en algún momento llega. La verosimilitud de ese futuro depende de la evolución de la economía en el corto plazo. No bastan los brotes verdes. Hacen falta señales que prometan que el deterioro en este período que Macri llama "de transición" será compensado. La inestabilidad de la historia económica argentina juega a favor del Presidente: con tantos auges efímeros, la promesa de crecimiento sostenido es tentadora. La misma historia podría jugarle en contra: las promesas de remoción del problema económico estructural argentino, los grandes saltos hacia adelante, pocas veces terminaron bien.
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