Una nueva reestructuración sería una pesadilla no exenta de riesgos
¿Vamos al default o no? Se está acercando el Día D y la incertidumbre sigue siendo tan grande como cuando la Corte Suprema de EE.UU. decidió el 16 de junio pasado no aceptar la apelación argentina al fallo de Griesa.
Hoy sólo hay dos posibilidades. La primera es que el juez decida permitir que se haga efectivo el pago del servicio de los bonos, con lo cual se evitaría el default, al menos por ahora; la segunda, que todas las instancias de negociación se agoten, que los bonistas del canje (holdins) no reciban en tiempo y forma los fondos, se caiga en default y se disparen los seguros contra el default (CDS).
Todavía hay posibilidades de que Griesa autorice el pago por dos razones. Primero, es posible que los buitres le pidan que se vuelva a poner el stay, dado que un default debilitaría su posición negociadora y una nueva reestructuración les complicaría el cobro del fallo.
La segunda es que el martes pasado, en la audiencia de Griesa con los bancos y agentes pagadores de los bonos del canje, el juez no pudo despejar las dudas respecto de si podían pagar los bonos de ley argentina, algo que había autorizado antes. Además, mostró un desconocimiento inusitado sobre temas que debería conocer, respecto de la mecánica de pago y de la estructura legal de los bonos. En esta situación lo razonable sería que dictara un "no innovar", o sea que autorice el pago por esta vez hasta que entienda en profundidad las implicaciones de su fallo.
Si estas alternativas de poner el stay no prosperan, y dado que la Argentina no enviará los dólares para la sentencia, el país iría a default, que de técnico tendría poco, y de real, mucho. A partir de ese momento, el destino de los bonos del canje va a depender de lo que hagan los holdins y de cómo responda el Gobierno.
La mejor opción en un default sería evitar una reestructuración de la deuda, que llevaría tiempo e implica riesgos. Lo ideal sería mantenerse en cesación de pagos hasta enero, cuando se abre la oportunidad de poder arreglar con el 100% de los acreedores sin que se dispare la cláusula RUFO. Para que se dé esto, los holdins no deberían pedir la aceleración de los bonos, dado que forzarían una reestructuración.
Los incentivos están dados para que los tenedores de Discounts y Globales 2017 no pidan la aceleración de sus tenencias, pero hay un riesgo alto de que los tenedores de los PAR sí lo hagan. Se requiere un mínimo del 25% de una serie, porcentaje que con los PAR no debería ser difícil de conseguir. La aceleración de los bonos no sería el fin de la película. Si bien la Argentina estaría en default, lo podría remediar si pagara dentro de los 60 días o si lograra que un 50% de los bonistas de la serie revirtieran la decisión.
Una nueva reestructuración sería una pesadilla. Si bien no hay un problema de solvencia como en 2001, uno puede imaginar una negociación muy complicada y tensa con los tenedores de PAR, que podrían convertirse en los buitres versión 2.0. Estamos a 24 horas del momento clave. Esperemos que, como en la famosa serie, aparezca Jack Bauer y ponga las cosas en su lugar.
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