Nélida, una madre aliviada porque ahora podrá visitar la tumba de su hijo en Malvinas
Horacio José Echave, soldado conscripto del Ejército
"No le gustaba para nada estudiar. Si encontraba al que inventó el estudio creo que lo mataba", bromea Nélida Montoya. Recordar a su hijo, el soldado Horacio José Echave, muerto en Malvinas, le produce una nostalgia amarga y todavía dolor.
Fue mamá de siete hijos –"ahora quedan seis"– y Horacio fue el único que no terminó de estudiar. "Me dio lástima, pero se consiguió un trabajo. Se dedicaba a colocar antenas de televisión de todas clases", cuenta. Con el primer sueldo llegó el regalo para mamá: un secador de pelo que se rompió hace años pero que Nélida todavía atesora.
Horacio creció en Lobos. Trabajaba cuatro horas por la mañana, cuatro por la tarde y en los tiempos libres salía con amigos, a veces a bailar, le gustaba mucho el rock y la música en general. Tuvo una novia en la adolescencia, pero la relación terminó antes de que él fuera convocado al servicio militar obligatorio. Su mamá recuerda que de chico quería ser maquinista de tren. "Era un chico muy dócil, muy bueno. No tenía maldad, por eso lo querían tanto los compañeros", cuenta Nélida.
Echave estaba entusiasmado de partir a Malvinas. Le dio la noticia a su familia mientras comían, el 29 de marzo del 82 y al principio no le creyeron. Tres días después la noticia se hizo pública: Argentina había tomado las islas.
Durante la guerra la familia Echave recibió unas cuatro cartas de Horacio. Una de ellas decía: "Seguro que papá andará por el pueblo diciendo que su hijo está luchando por la Patria" y el tono en general era alegre, como queriendo llevar tranquilidad a los suyos.
El soldado Echave murió el 13 de junio del mismo año, un día antes de que Argentina se rindiera. Cayó cuando el regimiento al que pertenecía –el N° 6 de Mercedes– se replegaba hacia Puerto Argentino.
Horacio Echave es uno de los soldados que fueron identificados en el cementerio argentino de Darwin, donde hay 121 tumbas que desde 1982 permanecían sin sus nombres, señaladas con la leyenda "Soldado argentino solo conocido por Dios". Este caído ya tiene una placa que lo identifica.
Trece días después, en la tarde fría del 26 de junio, dos uniformados llegaron a la casa de los Echave con la mala noticia. Nélida acababa de poner una carne dentro del horno y ya se preparaban para la cena.
"No nos dijeron que estaba fallecido, sino que estaba desaparecido. Y yo les decía ‘¿pero cómo desaparecido?’ hasta que al final me dijeron ‘se dice así, señora’, pero ellos sabían bien que había muerto", rememora Montoya. "Recuerdo que fue tanta la desesperación que me olvidé de la comida y se quemó todo en el horno".
El certificado de defunción de Horacio José Echave llegó dos años después, pero sus restos pasaron más de 30 años en una tumba anónima en Malvinas, como los de muchos de sus compañeros.
En 2017 las heridas de Nélida y su familia volvieron a abrirse. El cuerpo de Horacio finalmente había sido identificado y podía establecerse la causa de su muerte y, sobre todo, conocer el lugar de su sepultura.
"Una descarga de ametralladora, balas y esquirlas en todo el cuerpo", recita Nélida como si hubiera memorizado el informe. Esa imagen le duele, la de su hijo atravesado por las esquirlas, pero el dolor no es el sentimiento dominante. "Siento alivio y un poquito de alegría, porque al menos ahora sabemos donde está la tumba y podremos visitarlo", dice la mamá del soldado Echave.
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