Una historia repetida en América latina
Los estallidos sociales con violencia no son nuevos en América latina. Nombres como el Bogotazo o el Caracazo -que contribuyó a crear las condiciones políticas que llevaron a Hugo Chávez al poder en Venezuela- son recordados como episodios de fuerte conflicto político y social.
En la historia argentina son varios los episodios de conflictos y violencia social que han marcado hitos.
En el verano de 1919 tuvo lugar la llamada Semana Trágica. Hipólito Yrigoyen promediaba su primer gobierno cuando surgieron en la Capital Federal huelgas, represión policial con víctimas, violencia y nueva represión en el sepelio de militantes obreros caídos, más un encadenamiento de hechos violentos en los cuales la protesta obrera y la militancia anarquista convergieron para generar una situación de desborde, en la cual fueron tomadas comisarías y edificios públicos.
En ese contexto, se registraron centenares de víctimas y el presidente convocó al Ejército para restablecer el orden. La II División, con asiento en Campo de Mayo, marchó sobre la Capital bajo las órdenes del general Luis Dellepiane y restableció el orden con medidas enérgicas. Poco tiempo después, nuevas protestas obreras en la Patagonia generaron una severa represión por parte de fuerzas del Ejército enviadas por el presidente.
Medio siglo después, en mayo de 1969, durante el gobierno de facto del general Juan Carlos Onganía, se registraron en Córdoba los hechos de violencia que fueron conocidos como el Cordobazo. El autoritarismo convergió con las protestas de los obreros calificados, los estudiantes y los activistas. Los desórdenes adquirieron gran magnitud en la capital provincial; hubo muertos y heridos. Las tropas de la IV Brigada de Infantería Aerotransportada del Ejército reprimieron y restablecieron el orden con medidas enérgicas.
Pero el Cordobazo marcó un hito y, en alguna medida, fue el inicio de la década más violenta de la Argentina: la de los años 70.
Veinte años más tarde, se perpetraron los saqueos generados por la hiperinflación. Fue un hecho de génesis predominantemente social, con menos ingredientes políticos e ideológicos que los anteriores y que respondieron a una nueva realidad social: la existencia de un segmento importante de personas ubicadas fuera del sistema formal, generalmente trabajadores en negro y subocupados que, en la vorágine de la hiperinflación, quedaron fuera de la posibilidad de consumir alimentos.
Entre el 16 de mayo y el 10 de julio se concretaron 676 saqueos. Alfonsín dictó el estado de sitio sin convocar a las Fuerzas Armadas y el orden sólo se restableció cuando asumió Menem, cinco meses antes de la fecha prevista. Los saqueos se repitieron con menor intensidad a comienzos de 1990, durante la hiperinflación que se produjo al comienzo del gobierno de Menem.
Más de una década más tarde aparecieron los saqueos que hoy afectan a la sociedad argentina. La restricción a los depósitos generó una drástica caída de los ingresos del 60% de la población, mientras el desempleo alcanzó un récord de casi el 20% y la recesión superó los tres años y medio. La limitación del uso del efectivo acentuó la insuficiencia alimentaria de los marginados. Entre el 13 y el 19 del actual se sucedió más de un centenar de saqueos, con un fenómeno que en intensidad superó al de 1990 y que parece repetir el de 1989. Pero respecto de entonces, el desempleo es hoy más del doble y la violencia social y la delincuencia se incrementaron considerablemente, con lo cual la situación puede ser aún más delicada. Como en los casos anteriores, el presidente decretó el estado de sitio.
Los episodios de violencia social que se están desarrollando no son los primeros que se producen en la Argentina, pero tienen lugar en el marco de una grave crisis política y económica, que de ahora en más puede ser acelerada por la crisis social, si la dirigencia argentina no actúa con la responsabilidad, rapidez y eficacia que el momento exige.
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