Una fecha que nos exige más reflexión
Hay fechas emblemáticas porque encierran hechos que marcan cambios radicales en nuestras vidas, individualmente y como sociedad. El 24 de marzo conmemoraremos 40 años del más dramático golpe de Estado que sufrió nuestro país, que instauró una serie de gobiernos que violaron todos los derechos y garantías, en un plan sistemático llevado a cabo por la Fuerzas Armadas con complicidades civiles que buscó el aniquilamiento de toda oposición, disenso, todo pensamiento crítico, materializado en detenciones ilegales, torturas, asesinatos, robos de bebes nacidos en cautiverio y la desaparición de personas por cuyo paradero se sigue reclamando.
Debe ser recordado como la afrenta más grave hacia el Estado de Derecho y la juridicidad. Un golpe de Estado que se torna más cruento, más doloroso porque desestabilizó el sentido común: quien está destinado a cuidarnos, proteger nuestros derechos, se convirtió en un delincuente que torturó y asesinó en forma clandestina, callando y ocultando. Cómo bien supo decir Ricardo Gil Lavedra: "Una ruptura absoluta entre el bien y el mal, entre lo lícito y lo ilícito".
Aprender las lecciones de la historia exige más que un acto de recordación. Es recordar a las víctimas y repudiar y castigar a los victimarios. Es reconocer la lucha de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y de muchos otros organismos de derechos humanos; reclama comprometerse con el fortalecimiento del sistema democrático, con el apego a la ley, rechazo a la violencia, el libre debate de ideas, respeto a las diferencias. Tener un compromiso ético implica defender esos principios, educar a las nuevas generaciones, construir una sociedad más justa y fraterna donde nunca más se violen derechos humanos y nunca más existan terrorismo, violencia institucional y totalitarismo, donde desenterremos la impunidad.
Se nos impone recordar, homenajear y reflexionar. Santiago Kovadloff reflexiona: "La humanidad y el hombre corren riesgo de extinguirse". En 1994, nuestra Constitución nacional incorporó la jerarquía constitucional de una serie de tratados internacionales de derechos humanos. El ex presidente Raúl Alfonsín, impulsor de la reforma, expresó en ese entonces: "Éste es sin duda uno de los aportes más valiosos a la profundización de nuestra democracia. La justificación del propio sistema democrático radica en ser el medio más idóneo para la protección y promoción de estos derechos inalienables y de la dignidad humana".
Debemos pensar los derechos humanos y la democracia como mecanismos de resolución de conflictos y de acceso a la justicia, como herramientas de defensa de los más débiles. Deben ser pilares y ejes de una política integral de cambio cultural.
A 40 años del golpe se nos impone superar las diferencias y trabajar todos juntos en la construcción de una sociedad pacifica, apegada a la ley. La democracia es una tarea siempre inconclusa y debe ser defendida constantemente.
La democracia es sobre todo vida, libertad y justicia. Ésta es la lección suprema que debemos aprender en este aniversario.
El autor es secretario de Derechos Humanos de la Nación
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