Una enciclopedia de antagonismo, para liderar la oposición
El gobernador dio un discurso con enfoque nacional para confrontar con Milei e incluyó guiños a los gobernadores, con los que busca articular; el mensaje sobre el presente y el futuro de la gestión, en segundo plano
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El discurso de apertura de sesiones del gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, tuvo un único mensaje: el posicionamiento en la primera línea de oposición al presidente Javier Milei. La confrontación explícita, sin resquicios para la conciliación, y la definición de su gobierno por contraste con la administración nacional fueron las claves del mensaje de Kicillof, cargado también de algunos guiños para el resto de los gobernadores, a los que busca acercarse en este segundo mandato al frente de la provincia argentina más poblada.
Desde el comienzo de su discurso, Kicillof dejó asentado que no haría una exposición clásica, basada en recorrer medidas de su gestión, sino en diagnosticar el arranque de la gestión de La Libertad Avanza. Fue así que se enfocó en describir lo que denominó “el extravagante experimento al que está sometida la Argentina”.
El gobernador bonaerense nunca abandonó el enfoque nacional durante su discurso de casi dos horas. Incluso cuando se refirió estrictamente a medidas del gobierno bonaerense, lo hizo como contraposición a los flagelos que le atribuyó a Milei.
“Terraplanismo” fue una de las palabras utilizadas por Kicillof para describir un gobierno nacional al que acusó de disfrutar con “goce sádico” del ajuste. Para contraponerse, enumeró algunas de sus medidas y citó en dos oportunidades al papa Francisco. También reivindicó al radicalismo y al peronismo, ideologías que el Presidente critica por igual.
En una porción de su mensaje, Kicillof asumió una defensa general de las provincias, más allá de la administración de Buenos Aires. Sostuvo que el fracaso de la ley ómnibus desató una “andanada de agresiones” a los gobiernos provinciales con las que Milei pretendió “vengarse” por la derrota legislativa de su proyecto insignia. Fue en ese momento que subrayó la necesidad de defender “a cada una de las provincias argentinas”.
En este segundo mandato, Kicillof se muestra más proclive a articular con el resto de los gobernadores que durante su primer período, aunque nunca fue ungido como líder de ese grupo, uno de los principales adversarios del Presidente. La semana pasada, de hecho, intentó impulsar una reunión amplia que aún no se concretó.
La escenografía del recinto de la Cámara de Diputados provincial, donde se desarrolló el discurso, marcaba que en ese reducto se iba a escuchar una arenga antimileísta. Entre los invitados se contaban muchos de los rivales preferidos de Milei. Un lugar privilegiado ocuparon en un palco los jefes sindicales. Además del triunvirato en pleno de la CGT (Héctor Daer, Pablo Moyano y Carlos Acuña), Hugo Moyano y Roberto Baradel se mostraron entusiastas. Máximo Kirchner y Eduardo “Wado” de Pedro se sentaron entre los funcionarios. Las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo fueron especialmente destacadas. A diferencia del año pasado, no estuvo Cristina Kirchner.
Kicillof no defraudó esas expectativas, aunque sí dejó disconforme a la oposición, que en la previa pedía un mensaje dedicado a las problemáticas bonaerenses (una línea que hicieron circular desde usinas de lo que fue Juntos por el Cambio) y una aceptación de la invitación de Milei a participar del “Pacto de Mayo”, en Córdoba (que habían solicitado bloques de La Libertad Avanza de las dos cámaras provinciales). La izquierda le reprochó que se quiera calzar el traje de “gran opositor” y lo acusó de aplicar “el ajuste en la provincia”.
El mensaje hacia adentro de la política bonaerense, en tanto, fue de baja intensidad. Si bien enfrenta dificultades por la distribución de poder tanto en el Senado como en Diputados, no se centró en congraciarse con sus opositores cotidianos, ahora distribuidos en bloques del disgregado Juntos por el Cambio y libertarios. No obstante, le agradeció a la Legislatura por la aprobación de la ley impositiva y del endeudamiento (por hasta 1800 millones de dólares) que le permitirá cubrir vencimientos de deuda todo el año. Pero en su discurso no le dedicó ningún párrafo al escándalo del Caso Chocolate, que desde septiembre del año pasado ofrece escenas de un posible financiamiento de la política a través de ñoquis enquistados en ambas cámaras.
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