Las restricciones a las importaciones impulsarán la inflación; el Fondo pide un fuerte ajuste fiscal; durísima carta del hijo del “Chino” Navarro contra Cristina Kirchner
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La economía emite señales de deterioro que todos percibimos. Estamos entrampados en un laberinto del que no solamente es difícil encontrar la salida, sino que también se va volviendo cada vez más asfixiante.
Dentro de la sociedad hay gente más ligada al fenómeno financiero, a las cuestiones técnicas de la economía, que perciben esas señales antes que el resto. Son indicios cifrados para el común de la gente, que van indicando cuáles son las expectativas respecto de lo que va a suceder con nuestra vida material, con nuestro bienestar. Esas señales técnicas nos hablan de que es cada vez es más la gente entendida que ve un futuro para la economía argentina turbio, oscuro, sombrío. Como si la tormenta se aproximara.
Hay un problema de fondo en el corazón del peronismo, del Gobierno, respecto de cuál es la raíz del problema. Una lectura muy simplificada indica que lo que estaría pasando en la economía argentina es que faltan dólares. Hay otra lectura distinta, cuyo principal exponente dentro del oficialismo es Martín Guzmán, en una posición cada vez más minoritaria, que sostiene lo contrario: si faltan dólares es porque hay mucha gente comprando debido al deterioro del peso.
De hecho, los dólares deberían estar sobrando porque tenemos un récord de exportaciones nunca visto en la historia argentina. Hay historiadores que se remontan a la posguerra, a los años 50 de Perón. Pero esto no se debe a un mérito, no estamos exportando más bienes, sino que los precios de las cosas que exportamos subieron. Sobran dólares, pero se consumen muy rápidamente porque sobran pesos, que van en busca de esos dólares. Esto se debe a que hay un enorme déficit fiscal y el Estado, que carece de crédito, recurre al Banco Central para que emita los pesos para cubrir ese desequilibrio. Esa inundación de pesos baja el valor de la moneda.
Esto está pasando desde hace tiempo. Guzmán lo diagnosticó, pero no lo pudo resolver. En las últimas semanas se ha agravado, tanto que preocupa a la gente del Fondo Monetario Internacional (FMI), como se puede ver en los documentos de su staff.
En este contexto se inscriben los anuncios de hoy del Banco Central. El comunicado comienza: “Nos dirigimos a ustedes para comunicarles para comunicarles (sic)”. Repite. Es evidente que nadie pudo corregirlo. Hay un problema con la redacción en este Gobierno y es significativo, es un signo de atolondramiento, de premura, de emergencia. Es curioso que nadie revise un texto que se va a leer con muchísimo detenimiento entre todos los operadores de un mercado.
En este comunicado, el Banco Central plantea restricciones para el uso de dólares destinados a las exportaciones. La primera pregunta respecto de estas medidas es que no está claro si fueron habladas o no con el FMI, con quien está pautado un programa con revisiones periódicas, de las cuales dependen los desembolsos del crédito que tiene tomado la Argentina.
Esta medida, que es restrictiva de los dólares accesibles para importaciones, está alineada con lo que proponía la semana pasada Cristina Kirchner en la reunión de dirigentes de la CTA, cuando dijo que hay un “festival de importaciones”. En realidad, no es porque se importan más bienes, el mismo ministro de Producción de Daniel Scioli informó que las importaciones son equivalentes a las que ocurrían durante el segundo mandato de Cristina. Lo que hay es un festival de salida de dólares, entre otras cosas porque la gente huye del peso.
Hay adelantos de importaciones, se importan combustibles que después se venden por contrabando en países vecinos. Hay un descalabro que proviene de la necesidad de huir del peso y del regalo que hace el Gobierno a una cantidad de sectores a los cuales les da un dólar muy barato.
Lo cierto es que Cristina escuchó su propia voz en las medidas que anunció Miguel Pesce y probablemente, supongo, ella y la gente que la rodea deben decir: “Si nos van a hacer caso, si decimos algo y después salen corriendo a cumplirlo, ¿por qué no nos reunimos antes? ¿Por qué no se arma una mesa de entendimiento dentro del oficialismo para que estas cosas las podamos decir más discretamente y que no haya necesidad de decirlas desde un discurso público en un acto sindical?”. La administración se va alineando con lo que quiere Cristina Kirchner solo que ella tiene que decirlo en público con el costo político que eso significa.
Aunque deberían sobrar dólares, hay un festival de pesos y un negocio de salir a comprar cosas hechas de dólares huyendo del peso. Lo hace el común de la gente y eminentemente algunos millonarios que disponen de más capacidad para comprar esos dólares y hacerse de cosas en dólares. Por eso vemos, en un momento en que la economía está en una situación muy mortificante, alguien cómo Gustavo Ranucci, empresario de los juegos de azar -que es uno de los sectores que más prospera en la Argentina desde hace décadas-, se acaba de comprar con la plata que hace en la Argentina un club de fútbol en Valencia: Castellón.
Ranucci es una especie de Cristóbal López de Sergio Massa. Consiguió una concesión importante del negocio del juego online en la provincia de Buenos Aires después de un reparto que hubo entre la clase política bonaerense durante el gobierno de María Eugenia Vidal, organizado por Federico Salvai y continuado durante el gobierno de Axel Kicillof por Martín Insaurralde y su gente en la Lotería. Acá no hay grieta, hay continuidad.
El repudio al peso hace que la gente se vaya al dólar. El Gobierno pone restricciones a la compra de dólares para realizar importaciones. Entonces, ahora va a haber menos importaciones y más pesos. Es decir que aquellos pesos que se aplican a la compra de dólares para importar bienes van a estar disponibles en el mercado y van a buscar dólares a través del contado con liquidación, que presumiblemente va a subir su cotización y va a generar más retraso cambiario. Porque habrá más diferencia entre la cotización del contado con liquidación, el dólar paralelo y el dólar oficial.
Si hay menos bienes importados, va a haber mucho más dinero para menos bienes. Eso también es inflación. Mucha demanda para poca oferta. Quiere decir que el Gobierno, para taponar la salida de dólares con más cepo impidiendo importaciones, lo que hace es dejar más pesos disponibles. Son medidas que en la primera jugada parecen solucionar el problema, pero en la segunda y en la tercera -que suceden en el corto plazo- lo agravan.
Una de las cosas de las que se deshacen los inversores son los títulos del Tesoro nacional cifrados en pesos, con los cuales Guzmán financia el déficit. Desde hace más o menos tres semanas, ha habido una corrida en contra de esos títulos. En ese contexto, para que no siguieran cayendo esos bonos, el Banco Central salió a comprarlos de tal manera que se sostenga el precio. Es muy progresista esta medida. El Estado sale a auxiliar a los bancos, a los fondos de inversión que tienen títulos en pesos. Es decir, hay un salvataje a las instituciones financieras. Si esto lo hubiera hecho Mauricio Macri habría manifestaciones de protesta frente al Banco Central.
El Banco Central emitió aproximadamente 400.000 millones de pesos para comprar los bonos y mantenerlos en un nivel de precios aceptables, sabiendo que esos bonistas no le iban a renovar la deuda al Tesoro. Más inflación, no menos. ¿Qué hicieron para que esa plata no inunde el mercado? Emitieron Leliqs, otro tipo de títulos que toman los mismos banqueros. Dejan títulos del Tesoro, que son más riesgosos, para tomar otros menos riesgosos, con la tasa de interés más baja. El Gobierno se había comprometido con el FMI a que la tasa de interés suba, a que sea mayor a inflación para que haya una forma de preservar los pesos de la inflación. Para que tener pesos se vuelva más atractivo. Ahora la tasa bajó, lo que va en contra de lo que se comprometió con el Fondo. Al bajar la tasa hay menos formas de preservar los ahorros de la inflación. Más presión sobre el dólar porque se estimula el repudio al peso. Pueden ser cosas hechas de dólares, como un club de fútbol en España.
En definitiva, no hay menos emisión, como se había comprometido el Gobierno con el Fondo. Hay más. El Gobierno sale a emitir más. Va a contramano del objetivo que se había planteado. El Banco Central, al emitir esos 400.000 millones de pesos, está financiando indirectamente al Tesoro porque le permite renovar esa deuda que el mercado no le hubiese renovado. Es decir que el segundo objetivo que no se cumple es que hay más financiamiento del Central al Tesoro, otra de las cosas de las que el Gobierno había prometido ir saliendo. La tasa de interés, en vez de estar por encima de la inflación está más por debajo de la inflación, es decir es menos posible protegerse hoy de la inflación si uno tiene pesos. Así, el Gobierno se va alejando de sus objetivos.
Dentro del informe que hace el staff del FMI, un largo documento de más de 100 páginas, hay un cuadro que revisaba las metas que había pactado el Fondo con el Gobierno después de un trimestre. Es decir, está mirando el cumplimiento del programa en marzo. Desde ahí ve que el incremento de reservas del Banco Central va a ser de 5800 millones de dólares en el año y que el financiamiento del Banco Central al Tesoro va a ser de un punto del producto. Proyecta que para el año ambas metas se van a mantener.
Con las últimas noticias, esto se vuelve mucho más difícil. Entonces, aparece una dificultad fiscal, una dificultad en el cumplimiento del programa que está agravada por otro problema. Al haber más inflación, las tarifas en vez de subir, bajan. Las tarifas bajan en términos reales. Si con una inflación del 80% las tarifas este año van a subir 40% o 60%, quiere decir que hay una rebaja de 20 puntos. Cristina Kirchner, el kirchnerismo, La Cámpora, se indignan por el aumento de tarifas, pero en realidad, si uno mira la inflación, están bajando. Quiere decir que, en vez de reducir los subsidios en energía -que es el único rubro del gasto que se podría empezar a achicar- los están subiendo.
Es otro rubro en el cual, como en “El juego de la Oca”, el Gobierno retrocede casilleros, no avanza. Con una cuestión adicional, y es que deberíamos resolver el problema energético exportando gas. Apareció esta semana un artículo muy interesante en The Wall Street Journal donde se cuenta la política europea respecto de la falta del gas ruso. Van a buscar gas a Qatar y a África. Por ejemplo, Italia lo toma del Congo. No aparece la Argentina, porque somos poco confiables. El Congo es más confiable que la Argentina para proveerse de gas, porque, claro, no sabemos hacer un gasoducto, o lo empezamos a hacer y lo interrumpimos con causas judiciales. El propio juez Daniel Rafecas -hay que aplaudirlo porque resolvió el tema en una semana poniendo a todo el juzgado a trabajar en esa causa- termina diciendo en el fallo algo así como por favor, no me traigan disparates: no hagan denuncias por cualquier cosa”. Entonces, el problema energético se agrava también.
¿Dónde se nota el deterioro? Hay gente que mira tres jugadas adelante para leer los signos en la economía. Esos son los tenedores de bonos internacionales. Tanto los bonos en pesos como los que están en dólares siguen cayendo. Hoy defaulteó Rusia. Un default técnico. No lo hizo porque no puede pagar sus bonos, sino porque no se los aceptan. Se ha convertido en un paria internacional, sobre todo en el mercado financiero. Los bonos que Rusia no puede pagar, aunque quisiera, no tienen una cláusula que diga “si no podés cobrarlos, andá a un juzgado de Nueva York para reclamar”. Hay que ir a Moscú. Sin embargo, esos bonos cotizan mejor que los bonos argentinos que sí tienen cláusula por la que uno puede litigar en Nueva York. Estamos peor que Rusia aún con tribunales.
Esto se ve en el informe del Fondo también. Tenemos un mapa de calor que muestra los riesgos. Todo lo que está en rojo es riesgo, son factores que hacen que la deuda no sea sustentable. Hay un solo factor en color amarillo, que es la deuda en manos de no residentes. Esto quiere decir que el FMI coincide con el mercado, con esa cotización que hace que los bonos argentinos valgan menos que los rusos. Cree que la deuda ya no es sostenible. No lo dice de esa manera porque actúa con diplomacia. Afirma: “Es sostenible pero no con alta probabilidad”. Si el Fondo dice que no hay alta probabilidad, es inquietante.
Entonces, no es que no se alcancen, sino que, más bien, vamos en sentido contrario al camino por el que deberíamos caminar. Esta involución es proyecta en una frase en el reporte del equipo del Fondo, donde interesa señalar lo siguiente: para que los objetivos se cumplan, dado el mal cumplimiento, el gasto público real -por encima de la inflación- en vez de crecer a 12,8% tiene que declinar en 8 puntos a 7,8%. Si la inflación es, por ejemplo, 60%, el gasto público tendría que estar creciendo a un ritmo de 52%. Esto es para que lo lea Cristina Kirchner, por si alguna vez le dijeron que esto no iba a pasar: un ajuste fiscal pavoroso sobre el gasto. Para que se cumplan los objetivos que se manifiestan en este programa tiene que haber un gran apretón sobre el gasto público, que es -para traducir- la política.
En este contexto, hay una palabra que se repite hasta el infinito en este informe: “esfuerzo”. Con todo cariño, la gente del Fondo dice algo así como “No es que el programa está fracasando. Pero van a tener que hacer un esfuerzo”. Aparece en cada rubro. El Gobierno va a tener que tener más fuerza, más consistencia, más voluntad para agudizar las restricciones, emitir mucho menos, gastar mucho menos. Se lo está pidiendo a este Gobierno, con esta crisis política que estamos viendo. ¿Qué dice el Fondo? ¿Qué conclusión saca uno si lee el informe? Algo parecido a lo siguiente: “Este programa está bien diseñado. Pero el problema no es nuestro. El problema es de implementación, del Gobierno argentino. Cuando esto no funciona en serio, cuando no se cumplan esas metas no nos vengan a golpear la puerta a nosotros. Fueron ellos”. Eso es lo que uno deduce de ese informe técnico de 100 páginas.
¿El problema es Martín Guzmán? No. El problema es Alberto Fernández. ¿Por qué? Porque propuso algo de lo que no se enamoró. Nos puso delante un plato del que él mismo nos decía “A mí no me gusta. Te lo traigo porque estoy obligado. Pero en realidad yo no lo comería”. Hizo el programa que Cristina Kirchner no le votó, pero después lo evaluó y lo vendió en los términos de Cristina. Hay un problema político. de convicción. respecto de lo que este Gobierno se propuso en materia económica. Y ya no es un acuerdo con el Fondo, es la normalización de una economía descalabrada. Ya sabemos que esta economía es inviable. Las medidas de hoy son una demostración. Un Gobierno que dice que quiere crecer restringe las importaciones. ¿Cómo va a crecer si no se importan insumos?
La pregunta que nos tenemos que hacer es si los políticos pueden resolver ese problema de inviabilidad. Si no pueden hacerlo, ya no es que la economía es inviable. El país es inviable.
Esto es lo que está viendo no solo Cristina Kirchner -que está en contra de este programa- sino los mismos dirigentes que apoyaron a Alberto Fernández en contra de Cristina. Ella perdió poder en la discusión con el Fondo porque perdió la votación en el Congreso, en su propia casa. En el Senado se le partió el bloque y el sector mayoritario votó con Fernández. Y Fernández, en vez de usar esa palanca para entusiasmar al país con el programa que él adoptaba, sigue explicándole al mundo lo que le explicó a Putin y lo que explicó en la reunión del G7: “El Fondo está equivocado”. Entonces, ¿Para qué llevó al país ahí? Esto significa que se hizo un programa sin convicción y, por lo tanto, el programa no funciona. Es por eso que aquellos que apoyaban a Alberto empiezan a separarse de él. Primero sus propios ministros. Katopodis, Zabaleta y Ferraresi hablan con Cristina. Hay una nota de Jorge Liotti de ayer que plantea dos cosas: que estos ministros ya no hablan con Alberto y que él se va convirtiendo en el caballero de la mesa ratona -lo rodean cinco personas, cinco amigos -. El poder se está yendo del lado de Alberto Fernández.
¿Dónde se nota eso? En el pronunciamiento de los gobernadores, que salieron a discutir con Fernández por el tema del gasoil. Finalmente, aceptó que había que subir el precio del gasoil porque con ese precio se contrabandeaba en la frontera. Y ahora viene el problema del precio del transporte. Aumenta el precio del gasoil, pero la tarifa del transporte sigue congelada. Pasó de una pelea con los vendedores del gasoil a una pelea con los transportistas. Se va dando cuenta de las cosas de a poco, por etapas. Los gobernadores salen también a enfrentarlo y a decir: “No nos da soluciones”. Con esta inflación, pierden todos.
Último dato. El viernes, Cristina Kirchner recibió a Héctor Daer. Es un detalle, pero extraordinariamente significativo. Porque Daer es en el mundo sindical, en el mundo de la CGT que respaldó a Alberto Fernández, el más ligado al Presidente, el que desde la estructura del Sindicato de Sanidad que conduce lo ayudó a Alberto Fernández a armar su propio partido. Es más, está al frente de la CGT, forma parte del triunvirato de la CGT porque es el amigo de Fernández, el amigo de Juan Manzur. Pensemos: sindicato de Sanidad, Manzur, laboratorios… Ahí está Daer. Ese señor también fue a golpear la puerta de Cristina.
¿Qué quedó separado de todo esto? Los movimientos sociales, como el último bastión del Presidente. No en su pelea con Cristina, sino en la posibilidad de contener fuerzas dentro del peronismo por un Gobierno que va llevando a la economía y la sociedad a problemas cada vez más complejos. Hasta el Fondo comienza a separarse. La relación del kirchnerismo con los movimientos sociales es compleja. Les dieron manija. Eso lo recuerda Liotti en su nota del domingo. En 2009, Néstor Kirchner piensa: “Me traicionaron los intendentes. Por eso perdí contra Francisco de Narváez. Ahora, a darle plata a los movimientos sociales contra los intendentes”. Los alimentó. Esas organizaciones, sobre todo el Movimiento Evita, que es el más multitudinario, viven del Estado. Por lo tanto, cuando se va un Gobierno, arreglan con el que sigue. Se arreglaron con Mauricio Macri e hicieron gestos muy irritantes contra el kirchnerismo. El primero: apenas se fue Cristina Kirchner del poder, asumió en la municipalidad de Mercedes Javier Ustarroz -el hermano de Wado de Pedro- y le tomaron parte de la municipalidad. Esto era para que quede claro que había un cambio. Seguro le avisaron a Macri y dijeron: “Mirá lo que estamos haciendo”. Después vino el escándalo de José López y los 9 millones de dólares que revoleaba en un convento, detrás de un muro y con una ametralladora. Allí ellos rompieron con el bloque kirchnerista del que formaban parte en el Congreso. Después le llegó el turno a Julio De Vido. Le pedían el desafuero y ellos estuvieron de acuerdo en que tenía que deshacerse de los fueros para ser juzgado. Este proceso de distanciamiento se consagra en 2017, cuando Cristina Kirchner luchaba para ser senadora. Entre otras cosas, para conseguir fueros frente a las causas judiciales. Mientras tanto, ellos armaban la candidatura de Florencio Randazzo. Y sacaron ahí el 5%. Recuerden que el jefe de campaña de esa candidatura se llamaba Alberto Fernández. Es este mismo Fernández del Gobierno, el Presidente.
Desde La Cámpora, ¿Qué dicen? “Nos olvidamos de todo esto. No vengan a decir que nosotros los perseguimos”. Es más, en el 2019 la lista de la provincia de Buenos Aires que presidía Sergio Massa la segunda era de La Cámpora (Luana Volnovich, titular del PAMI) y el tercero era Leonardo Grosso, del Movimiento Evita. Y a Mariel Fernández, también del Evita, la apoyaron para que sea intendente de Moreno. O por lo menos no la combatieron. Le dieron la lista de Cristina para que pueda competir.
En este contexto de conflicto, aparece en Facebook una carta muy llamativa, muy dura. Un cañonazo. La firma Juan Francisco Navarro, militante del Movimiento Evita. No corresponde hacer responsable a los padres por las cosas de los hijos ni a los hijos por las cosas de los padres. Pero seríamos cínicos si no dijéramos que es el hijo del “Chino” Navarro, que probablemente se enteró a última hora de la tarde de esta carta. Voy a leer algunos párrafos seleccionados: “No podemos enojarnos con esa tía que grita desde la esquina de la mesa puteando a los planeros, emulando a una Viviana Canosa progresista” -suena a que habla de Cristina-. “¿Dónde están los mecanismos propios para discutir ideas, propuestas o algo tan básico como la corrupción en nuestros gobiernos populares?, ¿Qué es la transparencia para nuestros espacios políticos? No nos enojemos si la revolución de Cristina es hablar de lawfare, el hecho de que todo es lawfare nos deja sin la posibilidad de ver otro horizonte, nos alejan de quienes laburan, de quienes realmente sufren la falta de Justicia- que no es Cristina-, la falta de respuesta ante los problemas reales que la Justicia no resuelve y dilata -femicidios, trata, narcotráfico, inseguridad- o las distancias sobre tema sociales -adopción, pensiones, herencias-. Esto solo hace que la sociedad confirme que la clase política está interesada en sus propios problemas”. “Sabemos que soñamos con una Argentina parecida. Pero en nuestro sueño, el compañero Máximo Kirchner se toma un tiempo para pensar propuestas. No va más la de ir gritando y escupiendo en un salón del PJ tomado luego de proscribir a un intendente compañero como Fernando Gray”. “Como dijo Charly [García], ‘el cine de mi barrio ya me mostró la escena’. Elige Cristina Fernández a dedo, se enoja con el elegido y lo abandona. Filosofía barata. No nos enojemos si la compañera no se hace cargo. El Movimiento Evita no eligió a Cobos, Boudou, Insaurralde o Scioli. Tampoco formamos parte de la derrotada Unidad Ciudadana. Tampoco elegimos a Alberto. Pero tampoco abandonamos. Tampoco destruimos o intentamos partir al campo popular”. Y sigue: “Eva vive en un barrio obrero, en esas casas casi prefabricadas que entregó Cristina hace 10 años. Las casas se caen abajo. Cada tanto llega el patrullero al barrio. Luego el Estado aparece a cuentagotas. Cristina habla en la CTA, pero nadie se mueve. Parecen paralizados por los cargos. La foto lo dice todo. Un ejército derrotado que no puede hablar, que no puede disentir ni proponer, que sólo obedece al maltrato de los gritos de la jefa. Nota aparte: orgullo ver a nuestra intendenta Mariel Fernández rodeada de aplaudidores y no aplaudir”.
Viene la respuesta: desde el Congreso se van a acelerar las leyes para ir a programas sociales que no pasen por la intermediación de los movimientos sociales. Seguramente se va a incrementar el pase de beneficiarios de programaciones sociales de cooperativas desde los movimientos sociales -sobre todo del Evita- a las intendencias. Esta carta explica el espíritu dentro del Movimiento Evita respecto de Cristina Kirchner y el oficialismo kirchnerista.
Es todo una pavada, una discusión absolutamente trivial. Lo importante, lo subyacente, es lo que sigue. Un cuadro de Fernando Marull sobre el empleo, realizado sobre la base de la encuesta permanente de hogares, muestra la historia del empleo en los últimos años desde el primer trimestre del 2017 hasta el primer trimestre de este año.
En este análisis se puede ver cómo el empleo público se mantiene estable; el trabajo independiente sube en la pandemia y después se estabiliza y no crece más; y el empleo clásico, los asalariados privados, cae, pero se mantiene. Lo más llamativo es el empleo informal, de las personas no registradas. En el gráfico se puede ver una caída abrupta, pero luego un repunte notorio. Esto es lo único que cree en la Argentina. Esta es la economía inviable, no para el banquero que lo salvan desde el Central, para los pobres que tienen que vivir cada vez más marginados. Si la política no le da solución a este problema en un plazo relativamente breve, lo que va a ser inviable no va a ser la economía, sino el país.
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