Una dramática apelación presidencial, entre una cuarentena agotada, la nacionalización de la pandemia y la esperanza de la vacuna
Justo en la misma semana en la que se activó la expectativa por la producción de una vacuna en la Argentina, que estaría en condiciones de ser distribuida en los primeros meses de 2021, se venció el remedio que hasta ahora había utilizado el Gobierno contra el coronavirus: la cuarentena.
El presidente Alberto Fernández asumió que la sociedad dispuso que esa etapa había finalizado y por eso planteó que para él la cuarentena había dejado de existir. "La gente está más confiada, por eso estoy muy preocupado, no tanto porque haya problemas con las camas de terapia intensiva, sino por la cantidad de contagios que se podrían evitar", había confiado el Presidente a su entorno hace una semana. Hoy fue mucho más crudo y directamente habló de "un grado de ocupación preocupante" del sistema sanitario. Nunca había hecho un diagnóstico tan drástico.
Si bien el Gobierno parece entender el cansancio de la gente, carga una parte de la responsabilidad en las reuniones sociales. La Jefatura de Gabinete tiene información de que esos encuentros generan más contagios que las aperturas de comercios e industrias. Pero se lo dicen a una sociedad que está por atravesar 150 días de aislamiento con distintas modalidades y da señales de fatiga peligrosas para la convivencia. "Entiéndalo, hay un riesgo grave de contagio cuando se reúnen. No tengo otra forma de resolverlo", imploró hoy Fernández en un tono de súplica.
La otra novedad es que el problema se renacionalizó y el mapa "blanco" que lucía en sus presentaciones Alberto Fernández hoy tiene varias manchas. El mensaje de que es "un problema exclusivamente de AMBA" perdió vigencia, y se retrocedieron varios casilleros. El Presidente también carga las responsabilidades sobre los gobernadores, quienes para él "se relajaron" en la lucha contra la pandemia. En la voluntad por demostrar que había una gran porción del territorio que estaba en plena reactivación, se flexibilizaron los flujos de circulación y el virus regresó al interior. Hace un mes había 18 provincias que no tenían nuevos infectados, y ahora solo dos, según el informe de ayer. Jujuy es un caso en sí mismo: estaba por reanudar las clases y en tres semanas tiene el sistema sanitario colapsado y ya compite con Chaco como el distrito con más contagios después del AMBA.
Así como el Gobierno tiene el mérito de haber prevenido una catástrofe inicial al reaccionar con una cuarentena rápida, hoy exhibe un déficit que es no haber podido instrumentar un mecanismo intermedio exitoso, que funcionara como alternativa al encierro eterno. Entre el extremo de sobrecargar el sistema de salud sin prevenciones, y el de disponer el aislamiento obligatorio extendido, se quedó sin herramientas.
El gran interrogante es cómo atravesar el largo bache que separa esta cuarentena desflecada de la llegada de la vacuna, porque nadie tiene certezas de que los 7500 contagios diarios de hoy sean un techo, ni por cuánto tiempo. El gobierno de la Ciudad evalúa que la curva de contagio se amesetó en un nivel alto y que quedan dos semanas de cifras duras, antes de iniciar el descenso. Quizás por eso Horacio Rodriguez Larreta apeló a un tono menos lúgubre que Fernández. Supuestamente la provincia de Buenos Aires siempre está atrasada dos semanas en su curva respecto de la Capital, aunque nadie está en condiciones de asegurar que en un mes se podrá ver un descenso de los indicadores cuando la brecha entre ambos distritos se amplió a su nivel máximo. Quizás por eso Axel Kicillof admitió sus peores pesadillas cuando en tono apesadumbrado reconoció: "Estoy preocupado".
Resta por lo menos medio año hasta que haya una solución médica al problema del Covid. Hoy el Gobierno hizo una admisión de que se quedó sin instrumental. La lucha contra la pandemia quedó en manos de una sociedad agobiada. Parece una fórmula riesgosa.