Una brisa fresca en un país embobado
El unánime alzamiento económico del campo ante la medida confiscatoria ilegítima (tomada abusivamente burlando la decisión parlamentaria-constitucional) fue como una brisa refrescante en este país embobado, inerte, que parecía contemplar su propia decadencia y los estragos de la mediocridad, sin coraje para enfrentarla. Era la inacción ante la violencia de matones y la desarticulación de todos los espacios de respeto y jerarquía.
El espíritu de disolución campea desde hace un lustro y logra el dislate de oponer producción y gobierno, creación y autoridad, cuando nuestra patria debería aunar todas sus fuerzas para ubicarnos en la corriente mundial, donde otros países hermanos mucho menos dotados multiplican sus planteles y ocupan espacios que habíamos conquistado en largas batallas de optimización y tecnología.
El alzamiento del campo pone al descubierto la desnudez del gobierno Kirchner en lo que arrastra de amoralidad disfrazada de omnipotencia. El campo acaba de alzar a una Argentina cataléptica, descreída, apenas susurrante, en el viento lugoniano de las tierras profundas, de esas manos y rostros forjados en la feliz intemperie del trabajo enriquecedor.
Es como haber encontrado la voz clara del coraje argentino. Esta lucha desentumece a este país de brazos caídos, al borde de una resignación abominable ante los tahúres de la política de patio. El nuevo ciclo presidencial es un bebe de tres meses a punto de la orfandad. La Presidenta tiene una posibilidad de dimensión shakespeariana: resolverse a ser o condenarse a la insignificancia histórica de sólo aparecer.
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