Un triunfo que obliga a su dueño a salir del bajo perfil
Advertido del impacto que provocará su triunfo sin antecedentes en Córdoba , Juan Schiaretti eligió excluir de las interpretaciones a Mauricio Macri. "Los de afuera son de palo", declaró cuando fue a votar en las elecciones que lo consagraron por una cantidad y una diferencia de votos que amenazaba con quebrar el récord histórico que había anotado el radical Eduardo Angeloz en 1983. Aislar al Presidente de la derrota de los candidatos de Cambiemos fue un gesto para la Casa Rosada, en la que Schiaretti es mirado como el gobernador más afín y confiable. Es paradójico: las cifras en favor del líder del peronismo moderado son extraordinarias porque fueron alimentadas por el kirchnerismo.
Desde ayer, Schiaretti es el dirigente del peronismo federal más poderoso del país. Y por sus manos pasará la decisión de construir una alternativa al macrismo y al cristinismo. Amigo y opositor es una situación que en algún momento obligará a una definición hacia una de las dos condiciones.
Para no dejar dudas de sus pasos, a la hora de celebrar, anoche dijo: "Somos los que pertenecemos al peronismo federal democrático y republicano. No habrá república sin el peronismo. Y no habrá peronismo si no es republicano". Si pidió no tomar el resultado como una derrota del Gobierno, también atacó a la grieta y recordó que prefiere "la moderación" y que "Córdoba es parte de la Argentina federal que quiera una oportunidad".
Desde que fueron separadas del calendario del resto del país por Ramón Bautista Mestre, en diciembre de 1998, las elecciones cordobesas operan con una fuerte impronta local que, sin embargo, no logra disimular su impacto nacional. Es ese un dato cierto que Schiaretti utilizó para anestesiar las interpretaciones nacionales sobre los resultados en el segundo distrito electoral de la Argentina. Córdoba confirmó que es inoxidablemente moderada, y Schiaretti representa esas ideas al extremo de privarse de presentar su arrollador triunfo como una derrota del Gobierno. Con triunfos menos aplastantes, De la Sota intentó varias veces despegar hacia una candidatura presidencial que buscó hasta su muerte. Schiaretti elige quedarse en casa a cuidar una clientela que hasta las últimas elecciones nacionales compartió con Macri.
Descartado al menos por ahora que quiera saltar a ser candidato presidencial, Schiaretti tiene que decidir si saldrá de su perfil bajo y de su silencio para liderar el espacio político del que no parece decidido a moverse hasta garantizar que el peronismo no se corra hacia el kirchnerismo. En las próximas horas se verán más sus pasos que sus palabras. Ese es su estilo de siempre, desde los años setenta en los que su militancia en la izquierda le costó un exilio en Brasil facilitado por los empresarios italianos Piero Astori (uno de los fundadores de la Fundación Mediterránea) y Franco Macri. A su regreso, militó en el cavallismo, del que se separó para tejer una sólida sociedad con De la Sota, que lo eligió dos veces como reemplazante en la gobernación cordobesa.
Juntos, con el claro liderazgo de De la Sota, edificaron un sistema hegemónico en Córdoba que ayer llegó a su cumbre al cabo de 20 años en los que el peronismo no dejó resorte de poder sin controlar. En esto está incluida la Legislatura, en la que tendrá los dos tercios de las bancas; no hay fallos judiciales molestos para el gobierno provincial ni tampoco una oposición organizada. Un pacto de convivencia con el radicalismo para repartirse las intendencias y garantizar al peronismo el poder provincial se rompió ayer con el triunfo en la ciudad de Córdoba. No todo lo que brilla es republicano en Córdoba.
Ahora en soledad, tras la muerte de De la Sota, el 15 de septiembre pasado, Schiaretti está obligado a ejercer el mando, pero también a ordenar un recambio generacional en el que resultó claramente privilegiado su exvicegobernador y flamante intendente electo de la ciudad de Córdoba, Martín Llaryora. Por si fuera poco, las urnas cordobesas dejaron traslucir el malestar con el macrismo, al que castigaron por duplicado: por la gestión económica y por la división de su propia fuerza. Para esa crítica, Schiaretti fue el canal que utilizó el kirchnerismo que, aunque minoritario en Córdoba, aportó más de una decena de puntos para hacer más abultada la victoria. Cristina Kirchner ordenó a sus dirigentes cordobeses no presentar lista para favorecer ese castigo a Cambiemos y a la vez evitar que su fuerza quedara relegada a un cuarto lugar.
El núcleo del voto peronista cordobés, con el que siempre compitió frente al radicalismo, fue marcadamente moderado y por lo tanto contrario al kirchnerismo. Hacia adelante, la pregunta a responder es la siguiente: si Schiaretti lidera un espacio del peronismo federal, ¿el macrismo volverá a tener en Córdoba una fuente extraordinaria de votos?
Una de las claves del triunfo del peronismo, una vez más, es el voto rural, eternamente ofendido con Cristina desde los piquetes en las rutas de 2008 y entre molesto y expectante con el Gobierno. Roberto Lavagna fue en 2007, mucho antes que apareciera Macri, el destinatario de ese antikirchnerismo visceral.
Asimismo, la conformación del resultado de ayer incluyó a votantes de Cambiemos que migraron al peronismo respecto de la elección provincial (también desdoblada del calendario nacional). Cuatro o cinco puntos porcentuales hicieron ese salto.
Hay datos locales que también cambian el historial electoral de una provincia que repartió sus preferencias entre cuatro gobernadores desde 1983: primero los cuatro mandatos del radicalismo (tres de Eduardo Angeloz y uno de Ramón Bautista Mestre) y cinco del peronismo (tres de José Manuel de la Sota y dos de Schiaretti) al que acaba de sumarse otro ciclo.
Los votos de ayer desafiaron la marca de Angeloz, que fue gobernador con el 55,8% y era el candidato a gobernador más votado de la historia de esa provincia. La victoria de Schiaretti permite, además, que un dirigente peronista (Llaryora) vuelva a gobernar la ciudad de Córdoba, donde el último intendente de ese partido había sido elegido en 1973. La capital provincial, donde vive el 40% de los votantes, rindió también su largo historial de rechazo al justicialismo.
En la enumeración de causas del resultado hay factores con raíces profundas, situaciones puramente locales, reflejos de situaciones que afectan a todo el país.
1. Schiaretti eligió llevarse muy bien con Macri, nunca confrontar en público, y aportarle los votos parlamentarios que el Presidente le pidió. Ambos compartieron la clientela electoral en 2015, cuando Schiaretti recibió por segunda vez el poder provincial de manos de De la Sota y Macri en Córdoba un generoso respaldo de votantes peronistas y también del radicalismo. En cualquier caso, Schiaretti siempre trabajó para acentuar la idea de que Córdoba tiene un gobierno independiente, bajo la lógica de un partido provincial antes que una fuerza nacional como el peronismo. Como en muchas otras oportunidades, a la hora de apoyar su reelección, los cordobeses privilegiaron esa lógica local sin reparar en el contexto partidario nacional.
2. Schiaretti siempre construyó su capital político sobre la base de la obra pública y una administración que respeta las leyes de la ortodoxia económica. Varias de esas realizaciones impresionaron a los votantes, como la finalización de la avenida de circunvalación de la ciudad de Córdoba, una obra pendiente desde hace cuatro décadas. Esa idea de eficiencia contrastó con una gestión muy criticada por los votantes del intendente capitalino, el radical Ramón Javier Mestre. El precio de una administración radical por debajo de lo esperado es una de las causas del triunfo radical en un distrito adverso.
3. Schiaretti no habla mucho y el carisma no es su fuerte, elude las polémicas y siempre trata de mostrarse ordenado. Para un electorado que va de la moderación al conservadurismo como el cordobés ese estilo volvió a funcionarle.
4. La muerte de De la Sota dejó a Schiaretti en soledad y obligado a tomar un liderazgo político que nunca había discutido. La muerte del jefe del peronismo cordobés durante más de 30 años se convirtió en un impulso emotivo adicional para Schiaretti. Algo parecido a lo que implicó para la reelección de Cristina la muerte de Néstor Kirchner.
5. Otro factor clave, esencial para facilitar el triunfo, fue la división de Cambiemos. Como el radicalismo es la fuerza largamente mayoritaria de la coalición en la provincia, la torpeza de sus dirigentes para acordar la distribución de las candidaturas detonó una ruptura impensada. Schiaretti ya tenía ventaja en todas las encuestas y era difícilmente alcanzable cuando sus rivales decidieron garantizarle el triunfo con un divorcio que Macri poco menos que alentó. El Presidente nunca entendió que su amigo Schiaretti no le estaba pidiendo tanto como separar en dos listas a Mario Negri y al intendente Mestre. En el radicalismo, esta elección proyectará una larga sombra y su primera expresión será la Convención Nacional donde tiene que decidir si continúa en Cambiemos.
6. En silencio, sin debatir ni dar entrevistas a ningún medio periodístico, Schiaretti logró canalizar el enojo contra la gestión económica de Macri. A los votos peronistas que lo acompañaron en elecciones anteriores tanto a él como a De la Sota, el gobernador cordobés consiguió sumar adherentes puramente kirchneristas, pero también unos cuantos electores que cuatro años antes en las elecciones provinciales habían votado por Cambiemos. Esa vez, la coalición presentó como único candidato a gobernador al ahora ministro de Defensa, Oscar Aguad.
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