Un triunfo con tanto valor simbólico como interrogantes
Un enorme espaldarazo para el radicalismo, un trampolín para el gobernador saliente Alfredo Cornejo, un bálsamo para Cambiemos, un freno para el proyecto de La Cámpora, una pequeña cuota de oxígeno anímico para el último mes de campaña de Mauricio Macri y un plato agridulce para Alberto Fernández.
Todas esas proyecciones (simbólicas más que electorales) tienen en el plano nacional los comicios de Mendoza, donde el rotundo triunfo del radical Rodolfo Suárez sobre la camporista Anabel Fernández Sagasti representó una diferencia histórica para el distrito. Mayor a la que la mayoría pronosticaba, sobre todo desde los distintos cuarteles peronistas.
Pero más allá de tantas extrapolaciones fuera de las fronteras mendocinas, el triunfo de Cambia Mendoza no deja de ser absoluta consecuencia y reflejo de la dinámica política local. Y ratifica una racha constante de triunfos de los oficialismos provinciales, que en menos de un mes se rompería nada menos que en la provincia de Buenos Aires.
La elección en el quinto distrito electoral del país seguramente tendrá más efectos nacionales para el nuevo ciclo político que comenzará el 10 diciembre que para lo que pueda ocurrir en la elección presidencial del 27 de octubre.
Puede resultar una brisa que Macri tratará de aprovechar para empujar a sus golpeados votantes y para intentar mejorar la performance de las PASO. Pero es altamente improbable que sirva para modificar en algo el curso de los acontecimientos que se empezó a desarrollar el 11 de agosto.
Por eso mismo se puede decir que la derrota del peronismo en Mendoza dejará a Alberto Fernández un sabor agridulce, ya que debe verse el resultado en dos dimensiones. Por un lado, la aspiración de sumar más votos en esa provincia que los obtenidos en las PASO se torna más incierta, más allá de que, como se dijo, se trata de una elección en la que pesa más el contexto local que el provincial y que ya el peronismo había perdido en las primarias provinciales, mientras que la fórmula Fernández-Kirchner había obtenido más votos que el binomio Macri- Pichetto, aunque la diferencia no había superado los tres puntos.
También deberá computar en el costado ácido que puso demasiado esfuerzo para empujar a Fernández Sagasti con muy poco rédito. Tres viajes proselitistas hizo Alberto Fenández a Mendoza y en uno hasta embarcó a una decena de gobernadores. ¿Un error de cálculo o una obligación imposible de rechazar impuesta por quien lo hizo candidato a Presidente?
La Cámpora es la heredera universal de Cristina Kirchner y Fernández Sagasti, que parió esa agrupación en Mendoza, goza de un vínculo y una consideración privilegiada de parte de la ex Presidenta. Es difícil no prestar atención a los deseos del accionista mayoritario cuando se está en camino de tomar el control de la empresa. O eso parece.
Sin embargo, no hay que dejar de considerar que un triunfo de Fernández Sagasti habría dado otra envergadura a La Cámpora y al cristinismo todo y, quizás, podría haber anticipado algunos proyectos o discusiones puertas adentro de esa coalición heterogénea que el ex jefe de gabinete kirchnerista encabeza, pero que aún no lidera. El equilibrio que el candidato practica con esfuerzo y con pretensión de síntesis entre cristinistas, peronistas provinciales y municipales, y massistas no se alteró. Para Alberto Fernández podría ser la parte dulce del agrio resultado electoral.
Tales interpretaciones, que poco tienen de ficcionales, no son bien recibidas por el albertismo. En el Frente de Todos la sensibilidad es tal que ni siquiera se admiten esos tópicos como interrogantes o hipótesis.
"Los desequilibrios son un invento de los analistas. No hay desconfianzas ni nunca existieron con Cristina ni con La Cámpora. Para nosotros hubiera sido muy bueno ganar Mendoza. Por eso fuimos, acompañamos y pusimos el cuerpo", cortó en seco uno de los adláteres del candidato presidencial. En medio de un traspié, mejor no dar lugar a ningún malentendido cuando falta tan poco para alcanzar una meta que hasta menos de un semestre era más que una utopía y que llegó casi como una concesión divina.
Todo para Cornejo
En el bando de los ganadores tampoco hay sensaciones uniformes ni beneficiados por partes iguales.
Los únicos que festejan sin beneficio de inventario son los radicales mendocinos, con el gobernador electo Rodolfo Suárez y el gobernador saliente Alfredo Cornejo a la cabeza. Pero de los dos, el presidente de la UCR nacional es quien más tiene para celebrar, no sólo por haber sido ratificado tan contundentemente su liderazgo absoluto. En él, sustantivo y adjetivo son indisolubles.
Cornejo dejará el 10 de diciembre de estar atado a las obligaciones de gobernador que le impusieron en estos años una autoescisión, entre Mendoza y Buenos Aires. Ahora, asegurado el control de la provincia con un delfín suyo podrá dedicarse de lleno a la política nacional justo cuando Cambiemos empezará a ser una organización sin dueño y con socios sin capital mayoritario que puedan imponer su voluntad. Un buen motivo para que él celebre y muchos se inquieten, incluidos varios radicales.
Cornejo es un líder verticalista, frontal e inflexible. Sus adversarios escriben su apellido con K de Kirchner por la forma en que suele ejercer el poder. Pero son sus adversarios.
Curiosamente, quien también puede festejar el triunfo en Mendoza sin ninguna cortapisa es probablemente quien más padeció al gobernador mendocino. Cornejo es uno de los pocos que rompió las formas en las reuniones de la Casa Rosada macrista y que no usó ningún eufemismo para cuestionar a un Presidente al que pocos se animaron a contrariarlo con firmeza. Mauricio Macri nunca logró congeniar con él y terminó por resultarle indigesto. Ahora debe agradecerle este empujón anímico y simbólico en el momento en el que relanza su campaña para una reelección improbable. Premios que son castigos.
En el radicalismo celebran el triunfo mendocino con la alegría de la pertenencia partidaria y con las prevenciones de las diferencias personales. Algo similar pasa en el resto de Cambiemos.
Una derrota en Mendoza habría sido un cataclismo para la UCR como para el futuro de la coalición oficialista. Si se hubiera perdido Mendoza, sólo quedarían en poder de los radicales Jujuy y Corrientes, provincias con mucho menos peso y muchas más necesidades de asistencia de un gobierno nacional que casi seguramente será de signo contrario. El gobernador jujeño Gerardo Morales devenido en el líder del radicalismo sería un eslabón demasiado débil para sostener la integridad de Cambiemos.
También es un estímulo para los cambiemitas que miran con realismo el 27 de octubre. Son los que no creen en milagros ni pierden el tiempo en quimeras y que ponen su esfuerzo y sus esperanzas en hacer una buena elección para los cargos legislativos. Su objetivo es que un nuevo gobierno perokirchnerista tenga frenos y contrapesos. No sólo eso se dirimirá en el Congreso de la Nación, también se jugará en el Consejo de la Magistratura y en los organismos de control, donde tiene representación la minoría. De su consistencia y dimensión dependerá todo.
No obstante, el fortalecimiento de Cornejo y su llegada empoderada a la Cámara de Diputados abre varios interrogantes. Por características personales, por su rol partidario y su peso específico será una referencia inevitable y de obvia relevancia.
Pero, también, hasta sus correligionarios destacan que suele inclinarse más por imponer que por convencer. El Congreso requiere de la construcción de consensos y disposición al diálogo, sobre todo cuando se es minoría. Hasta ahora Mario Negri encarnó esos atributos al frente de la bancada partidaria. El futuro de ese bloque es un gran signo de interrogación.
También es una enorme incógnita el provenir de Cambiemos ante un probable gobierno de Alberto Fernández. Aquí Cornejo ocupa un lugar central en las especulaciones. Muchos se preguntan si pondrá su esfuerzo por sostener una alianza que ya no será el oficialismo nacional o si privilegiará un relanzamiento del radicalismo para empezar construir su propio proyecto nacional.
Una oposición dividida ante un peronismo triunfante, volviendo al poder desde el desierto, desata temores abismales. Mucho más cuando el ánimo de cooptación es parte del adn peronista. Ya son varios los intendentes y dirigentes de Cambiemos que han recibido la visita de delegados (reales o autodesignados) albertistas con tentadoras propuestas.
Los memoriosos recuerdan que Cornejo fue un actor decisivo para que Néstor Kirchner y Alberto Fernández concretaran la transversalidad. Él fue el gran impulsor (sino el autor intelectual) para la llegada de su comprovinciano Julio Cobos a la vicepresidencia con Cristina Kirchner. El gobernador y el candidato no son los mismos de hace 12 años, pero nunca perdieron la consideración mutua.
El tablero que queda armado después de las elecciones de Mendoza deja así unas pocas certezas y muchas incertidumbres fuera de la provincia. Sobre todo, para el ciclo que empezará el 10 de diciembre.
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