Un triunfo arrasador de Alberto Fernández lo deja a las puertas del poder
El candidato del Frente de Todos dijo que "se terminó la venganza y la grieta"; la victoria nacional del kirchnerismo fue por 15 puntos de diferencia; en la provincia, Kicillof le sacó más de 20 a Vidal; ganó Rodríguez Larreta en Capital
No se elegía nada, pero se definió casi todo. Alberto Fernández dio un paso de gigante hacia la presidencia, al lograr una diferencia arrasadora de 15 puntos sobre Mauricio Macri en las elecciones primarias. El sorprendente tablero del escrutinio provisional –47,3% contra 32,2%– reconfigura el mapa político argentino y cristaliza como hipótesis más probable el regreso del kirchnerismo al poder sin necesidad de un ballottage.
La arquitectura del triunfo de la fórmula Fernández-Cristina Kirchner tuvo los cimientos en Buenos Aires, donde sacó un campo de 20,5 puntos. Allíse impuso con amplitud Axel Kicillof en la categoría de gobernador, con 49,2% contra 32,7% de María Eugenia Vidal. El único consuelo oficialista fue la Capital, donde Horacio Rodríguez Larreta obtuvo 46,3% y quedó encaminado a la reelección como jefe de gobierno.
"Desde hoy se terminó el concepto de venganza, de grieta y de cualquier cosa que nos divida", dijo Fernández, al filo de la medianoche. El júbilo kirchnerista había estallado a las 18 en el centro cultural de Chacarita que albergó el búnker del Frente de Todos. Los datos previos permitían vislumbrar un terremoto político. Cristina Kirchner le cedió los focos a su candidato: se quedó en Santa Cruz, adonde viajó a votar.
La contracara se vivía en Costa Salguero, sede de Juntos por el Cambio. "Hemos tenido una mala elección. Esto nos obliga a redoblar esfuerzos de cara a octubre para conseguir los apoyos necesarios", concedió el Presidente, con tono sombrío, a las 22.10. Lo acompañaban su compañero de fórmula, Miguel Pichetto; Vidal; Larreta, y Elisa Carrió.
Serán semanas cuesta arriba hasta la primera vuelta del 27 de octubre. De repetir el desempeño de ayer, Fernández quedaría en condiciones de superar la vara constitucional del 45% y resolver todo en la primera vuelta.
Lo que se constató en las PASO fue la hiperpolarización que fagocitó a las terceras fuerzas. Roberto Lavagna (Consenso Federal) quedó tercero, con 8,3%. Nicolás del Caño (Frente de Izquierda) llegó cuarto, con 2,9%. Juan José Gómez Centurión (NOS) sorprendió con el quinto lugar (2,6%) por encima de José Luis Espert (Despertar). Los otros cuatro precandidatos presidenciales quedaron debajo del piso de 1,5% requerido para competir en octubre.
La victoria kirchnerista –que ninguna encuestadora llegó a pronosticar en toda su magnitud – abre interrogantes sobrela reacción que tendrán hoy los mercados, que el viernes habían apostado por un buen resultado de Macri.
Nada de eso ocurrió. Fernández arrasó en Buenos Aires; ganó en Santa Fe por 10 puntos; en Mendoza, por 3, y sacó diferencias amplísimas en todo el norte del país y en la Patagonia. Con casi todo el escrutinio cerrado, el kirchnerismo solo quedaba abajo en los dos grandes bastiones macristas: Córdoba (perdió por 18 puntos) y la ciudad de Buenos Aires (por 11). Además, de mantener los guarismos de ayer podría tener mayoría holgada en las dos cámaras del Congreso.
El tamaño de la debacle de Macri puso el foco en la gobernabilidad. El propio Macri bordeó el tema en la conferencia de prensa que dio después de admitir la derrota: "Voy a gobernar hasta el último día que los argentinos decidan que lo haga. Espero que todos tengan la misma responsabilidad".
Fernández esquivó entrar en esos temas espinosos. Prometió en los siete minutos de su discurso llevarles "felicidad" a los argentinos y apenas dio pistas de lo que pretende hacer en el gobierno si ratifica el triunfo en las elecciones que valen. Algunas pinceladas: advirtió que le dirá "no" a la reforma laboral y que no piensa "seguir regalando intereses a los bancos", en alusión al plan monetario del macrismo.
Prefirió centrarse en su mensaje de aparente conciliación, contra la grieta y las divisiones. Aunque, acto seguido, enfatizó: "La Argentina dijo ‘cambiemos, terminemos este tiempo y empecemos a construir otro’. ¡La Argentina se dio cuenta de que el cambio éramos nosotros, no ellos!". Lo rodeaban el círculo central del frente opositor: Máximo Kirchner, que se hizo cargo del primer discurso de la victoria; Sergio Massa, y Kicillof. En las afueras del búnker –propiedad de Javier Grosman, el productor estelar de las fiestas kirchneristas– se aglutinaba una multitud al grito de "¡vamos a volver!".
Mensaje de Cristina
Fernández mencionó una única vez a la mujer que lo eligió sorpresivamente el 18 de mayo para liderar la fórmula: Cristina Kirchner. Ella apareció en los televisores de todo el país un rato antes que el candidato presidencial, con un mensaje grabado en su casa de Río Gallegos. "Nos pone contentos que muchos argentinos comprendan que las cosas deben cambiar", dijo. Añadía una advertencia al Gobierno para que no escondiera los datos. Denunciaba con delay. Para el momento en que el video se emitió, ya estaban los datos oficiales en todas las pantallas.
A la distancia, ella celebraba también su propio triunfo particular. En Santa Cruz, su cuñada Alicia Kirchner retenía el control de la provincia, según datos preliminares de un lentísimo escrutinio doméstico.
El centro neurálgico del resultado que puede devolver al gobierno a la expresidenta fue Buenos Aires, el refugio de poder que construyó desde fines de 2015. Lo del Frente de Todos fue apabullante sobre todo en el conurbano, con diferencias muy superiores a las esperadas tanto en el sur como en la zona noroeste.
"Vamos a gobernar con todos los sectores", celebró Kicillof en Chacarita. Vidal optó por el silencio: necesita un milagro para torcer el destino, teniendo en cuenta que ni siquiera tiene el colchón de un ballottage. Una tristeza indisimulable embargó al equipo de la gobernadora apenas empezaron a constatar los datos de sus mesas testigo.
El atisbo de una reacción optimista en el macrismo lo ofreció el jefe de Gabinete, Marcos Peña. A las 19.10, compareció en Costa Salguero para afirmar: "Hemos hecho una gran elección; estamos muy contentos". Las palabras no sintonizaban con su rostro. A él apuntaban los dardos internos del macrismo tres horas después, cuando la catástrofe electoral era un hecho. Una reunión en Olivos del círculo íntimo del Gobierno analizaba posibles reacciones y cambios de cara a lo que viene.
Los datos oficiales del escrutinio tardaron en llegar. Un fallo de la jueza María Servini de Cubría había ordenado no difundir cifras hasta que estuvieran cargados al menos el 10% de los votos de los cuatro distritos principales. Eso postergó hasta pasadas las 22 las noticias del recuento, mientras el kirchnerismo –que había presentado el recurso que aprobó la magistrada– denunciaba manipulación por parte del Gobierno.
El ministro del Interior, Rogelio Frigerio, se comunicó antes de las 22 con Fernández para llevarle tranquilidad. Estaban a punto de salir las cifras. Ocurrió finalmente a las 22.25: el kirchnerismo arrancó arriba por 14,4 puntos. La tendencia no se modificó jamás. Antes de la medianoche –un mal augurio incumplido–, los números definitivos estaban tallados en piedra.
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