Elecciones 2019: un triunfo aplastante proyecta a Larreta como el referente nacional de la oposición
A Horacio Rodríguez Larreta lo incomodaba cuando lo señalaban como el principal "sobreviviente" de un oficialismo derrotado. "No es tan así, vamos a ver", contestaba, como un mantra, cada vez que lo consultaban sobre la eventualidad -confirmada en las PASO- de una debacle conjunta de Mauricio Macri y María Eugenia Vidal que lo dejara con el rol de "sostener la bandera" de lo que será, a partir del 10 de diciembre, la oposición en la Argentina, con 2023 y la Casa Rosada entre ceja y ceja. El loco festejo que se desató en el vip de Costa Salguero pasadas las 20.30 de ayer, y del que también participóMaría Eugenia Vidal, terminó con la incertidumbre y alentó a quienes piensan en el reelegido jefe de gobierno porteño como estandarte de la recuperación para dentro de cuatro años.
En las últimas semanas, Rodríguez Larreta se mostró convencido de que Mauricio Macri sostendría un caudal electoral respetable, como finalmente ocurrió. Y dejó trascender que su jefe político querría, con el aval de las multitudinarias marchas del "Sí se puede", que lo acompañaron en la campaña, continuar en la política como referente de la oposición al kirchnerismo. "Se va a alinear, como siempre, y va a dejar que las cosas decanten solas", comentaba a LA NACION uno de los miembros del círculo íntimo del jefe de gobierno porteño, en las horas previas a su histórico triunfo electoral.
"Quiero reconocer de todo corazón a Mauricio y María Eugenia, con quienes empezamos este camino en la ciudad", dijo el ya ganador jefe de gobierno, micrófono en mano, cuando los números lo daban alcanzando el 55 por ciento de los votos. Al pie del escenario, en un discreto bajo perfil, Marcos Peña escuchaba en silencio.
El jefe de gobierno creía, y los contundentes resultados así lo demostraron, que una "suba" en la intención de voto por Macri redundaría en su beneficio. "Si él hubiera tirado la toalla, caía, y eso lo hubiera hecho bajar a Horacio", sentenciaba otro de los incondicionales en los minutos posteriores a la difusión de los resultados.
La decisión de no dar por hecho el triunfo en primera vuelta, reiterada hasta el cansancio por el equipo de campaña que encabezaban Eduardo Macchiavelli, Karina Fernández, Felipe Miguel, Diego Santilli y Facundo Carrillo, obedecía -reconocen varios referentes en estricto off the record- a la necesidad de mantener "a la tropa alerta y trabajando a full". "Si llegamos a pasar el 50 por ciento en las PASO, ¿por qué sacar menos votos?", se preguntó otro antiguo integrante de la mesa chica larretista.
Larreta y Santilli dieron una pista en el cierre del jueves, cuando ambos prometieron una "elección histórica" en la ciudad. "Se refirieron a que si sacábamos 49 puntos, era el récord para una primera vuelta", lo explicaron cerca del jefe de gobierno. "Hicimos historia", gritó Larreta en Costa Salguero, con su habitual remera negra y la leyenda: "Gracias". Pero la realidad era una sola: obsesivo y metódico, el postulante a su reelección puso todas las energías y los recursos en intentar evitar un ballottage con Matías Lammens, favorable en principio en los números, pero costosísimo en materia política contabilizando el triunfo del kirchnerismo a nivel nacional y cuatro semanas complicadas en materia económica.
La campaña tuvo, entonces, la misma intensidad que la de las PASO (recorridas, encuentros con vecinos), pero menos uso de las herramientas digitales en los medios, celulares y redes sociales: una pizca bastante evidente de "vieja política", alejada de los preceptos duranbarbistas que componen el plan de acción nacional de Marcos Peña. En barrios del sur, comunas 4 y 8, en los que Lammens ganó en las PASO, se reforzó la actividad con Diego Santilli como cara visible, el funcionario de Desarrollo Social Carlos Pedrini y -según comentarios de oficialistas fuera de micrófono- algún "poco presentable" puntero que responde al oficialismo.
Los fiscales -casi abandonados a su suerte durante las PASO- recibieron esta vez más contención y "viáticos" para asegurar mayor concurrencia y lealtad. "Tenemos una sensación ambigua, porque ganamos pero perdieron Mauricio y María Eugenia", afirmó un vocero del jefe de gobierno.
Al margen del resultado final, Rodríguez Larreta ya había aceitado sus contactos con varios de los referentes de Juntos por el Cambio que se perfilan como protagonistas en los meses y años que vienen. Rogelio Frigerio -a quien muchos cerca de él quieren en un lugar preponderante-, Emilio Monzó -que mañana recibirá en su despacho a Sergio Massa para comenzar a coordinar la transición- y, por supuesto, María Eugenia Vidal son tres de los dirigentes que considera prioritarios para el denominado "posmacrismo", aún por definir. De los radicales, no solo hay buena sintonía con Martín Lousteau, candidato a senador y con quien compartió la campaña, sino con sus correligionarios Alfredo Cornejo, Gerardo Morales (ambos presidenciables) y el siempre vigente Enrique "Coti" Nosiglia.
Con el radicalismo, como con otros sectores, habrá discusiones en torno al próximo gabinete porteño. Rodríguez Larreta ya avisó que priorizará la "capacidad" de cada postulante por encima de su color partidario y que defenderá a "su" equipo, el que se salvó del "tsunami" del oficialismo. Claro que habrá una especie de "puerta 12", con pedidos desde la Nación, la provincia de Buenos Aires y aquellos propios que "van a sentir que Horacio les debe algo", como lo explicó uno de sus asesores de confianza. Lousteau, por caso, ya ofreció a su asesor Guillermo Laje, mientras Nosiglia pugna por un lugar para José Luis Giusti, exdecano de Económicas. "A todos Horacio los escucha. Pone su mejor cara de vaca y después decide él", ironizó uno de sus colaboradores de confianza.
Ajeno a las disputas que ya comenzaron, Larreta se mostró tranquilo durante su jornada consagratoria. El viernes participó del tradicional fútbol y asado posterior en un complejo de Barrio Parque, sin dar señales de nerviosismo.
Y ayer compartió, como ya es cábala de Pro, el desayuno en el café Tortoni sentado junto a Peña, señalado desde el larretismo como "padre" de la derrota electoral. "Con Marcos la tregua dura hasta hoy a la noche", se enfervorizaba uno de los más enojados con el jefe de Gabinete y su estrategia de polarización con Cristina Kirchner.
Por la tarde, antes de la siesta y confiado en su triunfo, el jefe de gobierno porteño ensayó el discurso que daría poco después. Por las dudas, el plan B (escenario de ballottage) también estaba preparado. Día por día, estaba programado el plan de contingencia que, por fortuna para el macrismo, no debió utilizarse. El discurso fue "local", aunque los contactos con el nuevo gobierno ya comenzaron a través de Sergio Massa.
"Siempre voy a estar abierto al diálogo y al consenso. Y a quienes perdieron los voy a convocar para trabajar en la ciudad", dijo Larreta, sin menciones a la grieta ni a la derrota de Macri. Habló además con Lammens y Matías Tombolini.
Estará hoy, en un acto público en una comisaría. Abocado a la gestión, pero ya listo para su rol opositor, de cara a 2023.
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