Un regreso cauteloso al foro de los No Alineados
La Argentina volverá a una cumbre, tras 15 años sin asistir
La primera vez que viajó como presidente a una cumbre, Carlos Menem tomó el micrófono y sintetizó en pocos minutos el inicio de lo que luego sería bautizado como "las relaciones carnales" de la Argentina con los Estados Unidos. El auditorio enmudeció. Estaba en Belgrado, capital de la todavía comunista república yugoslava, y frente a los líderes del Movimiento de los No Alineados, el foro antiimperialista formado por países del Tercer Mundo en la ebullición de la Guerra Fría.
La Argentina no duraría mucho más en ese club. En 1991, el canciller Di Tella pidió la desafiliación y el país no volvió a aparecer por esas reuniones... Hasta ahora. Dentro de un mes, habrá una representación argentina en la Cumbre de los No Alineados que se celebrará en La Habana, donde podría reaparecer en público Fidel Castro.
¿Es un acto de nostalgia?, ¿un giro en la política exterior del presidente Néstor Kirchner?, ¿un desafío a Estados Unidos? Poco de eso: la decisión de estar en Cuba se tomó como parte de una estrategia regional, indicaron fuentes del Palacio San Martín. La participación será bajo la categoría de "invitado" y el funcionario encargado de encabezar la delegación no saldrá de Buenos Aires sino que será el embajador en Cuba, Darío Alessandro.
El canciller Jorge Taiana explicó esta semana que "muchos otros países asistirán como invitados" y desmintió que él fuera a viajar a la cumbre.
"No hay motivos para faltar a una reunión internacional de la que participa toda la región", indicó un funcionario del Gobierno. Ocho de los doce países de América del Sur figuran entre los 115 miembros de los No Alineados (incluidos Chile, Perú y Colombia, de excelente relación con Estados Unidos). Y el resto (Brasil, Uruguay y Paraguay) son "observadores" de las cumbres, una categoría superior a la de "invitado" -que sólo puede participar de las sesiones de apertura y cierre-.
Los países que irán a La Habana fijaron como temas de debate la crisis en Medio Oriente (habrá una previsible condena a Israel), el programa nuclear de Irán (que acaba de recibir el apoyo de los No Alineados en una reunión preparatoria en Malasia) y la situación de Venezuela. Hugo Chávez confirmó su presencia. Es un entusiasta de la supervivencia del grupo.
Cautela
Más allá de la "cautelosa" reaparición en el grupo, en el Gobierno aceptan que el gesto forma parte del reacomodamiento general de la política exterior argentina tras el largo período de alineamiento con Washington.
Es, como explicó un diplomático consultado, un gesto simbólico. La historia del Movimiento de Países No Alineados (MPNA) ofrece el porqué.
La idea de formar el grupo surgió en la cumbre africano-asiática de Bandung, en 1955, bajo el influjo del líderes independentistas como el indio Jawaharlal Nehru. En 1961, en Belgrado, nació el MPNA. Su objetivo declarado era defender la neutralidad ante la tensión entre Estados Unidos y la Unión Soviética, pelear por el progreso de los países del Tercer Mundo y dar impulso a la descolonización de Africa, el Caribe y Asia. Tuvo siempre una neta orientación de izquierda.
La Argentina estuvo ajena hasta 1973. Con el regreso del peronismo, Héctor J. Cámpora decidió tomar la membresía en el MPNA. Ya no estaba en el poder cuando se concretó el ingreso: ocurrió en septiembre de 1973, en la conferencia de Argel, cuando Perón ya era presidente otra vez.
Para el veterano líder había sido una decisión complicada. Lo empujaba la izquierda de su movimiento y escuchaba fuertes advertencias del ala derecha -incluidas la de su canciller, Alberto Vignes-. Igual decidió entrar. Sentía que los No Alineados sintetizaban su idea de la tercera posición y, además, podían ser un foro donde conseguir fuerza para el reclamo argentino por la soberanía de las islas Malvinas. También le sirvió como vía para incrementar las relaciones con el mundo árabe, de fuerte influencia en el grupo.
Castro y la dictadura
Durante la dictadura, la relación argentina con el MPNA se enfrió, pero siguió vigente. Jorge Videla rechazó una invitación de Fidel Castro para asistir a la cumbre en La Habana de 1979, aunque igual envió como delegado al comodoro Carlos Cavándoli, subsecretario de Relaciones Exteriores.
La Guerra de las Malvinas rompió con el prejuicio de las juntas militares: el apoyo de los No Alineados, encabezados por Cuba, fue uno de los primeros que recibió el país tras la recuperación de las islas, en abril de 1982. El último presidente del proceso, Reinaldo Bignone, agradeció a Castro aquella ayuda, durante la reunión del MPNA en Nueva Delhi, en marzo de 1983.
Tras el retorno democrático, Raúl Alfonsín se mostró activo dentro de los No Alineados, desde donde buscó apoyo para el enfrentamiento diplomático de posguerra con Gran Bretaña y cuestionó las políticas comerciales proteccionistas del Primer Mundo, como hizo en un duro discurso que pronunció en la cumbre de Zimbabwe, en 1986.
Menem encontró otro mundo. En plena crisis del comunismo, decidió realinear la diplomacia argentina. "Asistimos a un mundo distinto, inimaginable tiempo atrás. La política de bloques es algo definitivamente del pasado", dijo en la cumbre de Belgrado, el 4 de septiembre de 1989. En 1991, la Argentina pidió irse; alegó que el grupo había rechazado propuestas presentadas sobre la libertad de mercado y la apertura democrática en varios países.
En los 15 años que pasaron, ya apagada la Guerra Fría, el MPNA se devaluó y recicló sus objetivos: erradicar la pobreza, superar la crisis en Medio Oriente y cambiar las reglas del comercio internacional.
"Volver es ser coherente con la región", insisten en la Cancillería. Pero se mantendrá la distancia. Aún existen fuertes diferencias entre muchos planteos del grupo y lo que la Argentina sostiene hoy ante el mundo.
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