Alberto Fernández, un presidente lleno de pesos y vacío de poder
Milei empieza a llamar la atención en el interior del país; las incoherencias kirchneristas frente al separatismo mapuche; posibles escándalos con proveedores de la pareja presidencial, a los que no se les paga
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Desde las elecciones primarias hasta ahora, en la trayectoria que estamos siguiendo hasta las elecciones generales del 14 de noviembre, las circunstancias objetivas de la Argentina, sobre todo de la economía, no han hecho más que deteriorarse. Hay un desorden económico que se ve potenciado no solo por su propia dinámica, que tiene que ver con cuestiones de técnica económica, sino por un descalabro en el seno de poder, en la toma de decisiones, en el discurso para explicar por qué esas decisiones se toman, en las operaciones concretas de los principales funcionarios del Gobierno.
La gran incógnita que se abre para después de las elecciones es sobre quién toma las decisiones y con qué rumbo. Más allá de las elecciones, el futuro se ha vuelto extraordinariamente brumoso.
Una de las razones del deterioro económico es que sobran pesos. El país está repleto de pesos, en primer lugar, porque hay un enorme déficit fiscal que el Gobierno financia con emisión monetaria.
¿Qué relación hay entre la emisión monetaria y la inflación? Sobre eso hay una enorme discusión entre los economistas. Pero los que forman precios, los que toman decisiones económicas, los que tratan de cubrirse de la inflación creen que hay una relación directa entre emisión e inflación.
Por lo tanto, sus expectativas están orientadas a que va a haber más emisión. La emisión es objetivamente muy importante. Hoy Ernesto Tenembaum le preguntó a Diego Santilli si sabía cuánto era. Santilli no pudo responder. Vamos a responder nosotros. En los primeros seis meses del año, promedio, el Banco Central emitió 55 mil millones de pesos por mes. A partir de la mitad del año para acá, sobre todo con la vista en las elecciones, ese rango pasó a ser de 200 mil millones por mes.
Es probable que en diciembre, como todos los diciembres hay más gasto, haya una emisión de 300 mil millones de pesos. Este es un enorme problema en un mercado repleto de pesos. Absorber esos pesos obliga a fijar tasas de interés muy elevadas, que después hay que pagar con más emisión. Es decir, aquí hay una inercia muy difícil de frenar si no se tiene algo llamado programa económico, eso que Alberto Fernández se ufana de no tener.
Vamos a mirar el comportamiento de la inflación teniendo en cuenta que en la última semana bajó. Estamos siguiendo unos gráficos que elabora Luciano Cohan para su consultora Alphacast. Tenemos una línea que representa la inflación núcleo, que es muy importante porque ahí están los alimentos, que es lo que más pega en los sectores más humildes. Y otra es la inflación general. Este estudio muestra un promedio de las últimas 4 semanas contra las últimas 4 semanas anteriores. Importa mucho que sea un promedio porque quiere decir que está acumulando una inercia. Hay que observar que la inflación cae, pero ¿en qué niveles cae?. La general todavía está, semanal, baja pero a niveles del 5 por ciento. Y si miramos las últimas semanas, estamos en niveles superiores al 3, 4, 5 por ciento. Acá está el problema central del oficialismo frente a las elecciones: ese problema se llama caída del salario real. Toda esa inflación que sube es salario que baja. Qué quiere decir salario real: poder adquisitivo del salario, la capacidad para comprar cosas.
Hoy hubo una reunión del jefe de Gabinete Juan Manzur con Marco Lavagna, que es un economista que viene dirigiendo el Indec sin observaciones, sin objeciones: Pero la reunión de hoy, que fue bastante larga, llamó la atención. Hay una preocupación muy grande en el Gobierno y Manzur es alguien acostumbrado a romper el termómetro. Cuando llegó al gobierno de José Alperovich como ministro de Salud de Tucumán, rompió un termómetro mucho más delicado que el termómetro de los precios, porque empezó a adulterar las cifras de mortalidad infantil en una provincia con mucha pobreza, como Tucumán. Que a Manzur se le ocurra tocar el Indec no es algo que debería sorprender. Sí sorprendería que Lavagna se preste a eso.
Entonces, el primer concepto que tenemos es que hay un deterioro muy grande del salario real, uno de los factores económicos que más determinan el voto. Alfonso Prat Gay elaboró un gráfico, que mostramos hace semanas, donde expone otra relación entre cantidad de votos que obtiene el oficialismo y variables económicas. Y esa relación es entre cuántos votos obtiene un gobierno y cuál es la brecha cambiaria en el momento en que se realizan las elecciones. Obviamente que para que haya brecha tiene que haber cepo. Entonces Alfonso Prat-Gay amplió este gráfico, que lo teníamos hasta más o menos las PASO, y ahora le agregó lo que pasa desde las PASO hasta ahora.
En 2017, Macri obtiene el 42 por ciento de los votos. No había brecha cambiaria, porque no había cepo. Lo levanta Prat-Gay. En el ‘19 empieza a haber brecha cambiaria y el oficialismo pierde votos: llega a 40 por ciento.
Pero si uno mira la derrota de Cristina Kirchner en 2013 frente a Massa, con más de 50 por ciento de brecha cambiaria, obtiene 33%; en 2015, había menos brecha, 45%, y el mismo oficialismo saca más, el 38 por ciento de los votos.
En las PASO, el Gobierno sacó el 31 por ciento de los votos con 82 por ciento de brecha cambiaria. Entonces acá se abre el interrogante: si esta relación entre votos y brecha se sostiene: ¿Cuántos votos perderá el oficialismo? Sobre todo si tomamos en cuenta que desde el 12 de septiembre hasta ahora la brecha se amplió de 82 por ciento a 100 por ciento.
Ahí está, entonces, el otro problema del Gobierno, el dólar que se dispara. El Contado con Liquidación (CCL) que se abre cada vez más del dólar oficial; y el dólar blue, más aún. El Gobierno sale a la búsqueda de manos amigas que puedan intervenir en el mercado para bajarlo, pero es una carrera complicada. Porque ahora hay que combinar las dos cosas, dólar e inflación. Frenar el dólar con aquella inflación da como resultado que vamos a tener un problema de atraso cambiario para después de las elecciones. Problema que va a estar sobre la mesa en la discusión con el Fondo Monetario Internacional.
Ya tenemos dos señales, dos variables que nos van mostrando cómo el clima económico, desde las primarias para acá, ha ido empeorando. La inflación, aún con la baja que tuvo en los últimos días, es una inflación muy alta, y la brecha cambiaria que se amplía y genera más expectativas de inflación. Ahora, esto coincide con una medición que hace históricamente la Universidad Torcuato Di Tella, en este caso el gráfico lo hizo Fernando Marull, porque tomó cifras históricas del Índice de Confianza en el Gobierno (ICG). Esta comparación es más misteriosa la relación porque es medio mágica.
Los oficialismos acostumbran a sacar en cada elección lo que el índice de confianza en el gobierno dice ese día ¿Por qué? No sabemos. Pero se repite esa correlación. En las primarias el índice estuvo en 31. No se recupera, por lo tanto, tenemos otro indicador, insisto, no tan racional, pero es una correlación que se viene cumpliendo y parece que hay que creerle, entre lo que opina la gente y lo que va a sacar el Gobierno en las elecciones del 14 de noviembre, que no es alentador para el oficialismo.
Hay una preocupación por lo que va a pasar el 14 de noviembre dentro del propio Gobierno. Y esa preocupación tiene distintas sensibilidades, según cuál sea el sector del oficialismo, según el sector del tablero en que está cada dirigente.
Cristina Kirchner, que está al frente del Senado, de todo esto lo que más le preocupa son los senadores. Porque existe una posibilidad y es que por primera vez desde el año 83 el peronismo no tenga mayoría propia en el Senado, que es una cámara importantísima, porque se definen acuerdos, como el aval en las designaciones, entre otros, del presidente del Banco Central, embajadores, la jefa de la AFI, jueces, militares.
Tierra del Fuego es una provincia complicada para el Gobierno y en Juntos por el Cambio creen que la pueden ganar. Santa Cruz, donde se eligen sólo senadores, también la da por ganada Juntos por el Cambio, porque se ha mantenido muy alto Claudio Vidal, el sindicalista que se desprendió del peronismo, es decir, no fue a una primaria. Es nada menos que el sindicalista del petróleo en Santa Cruz, que es un gremio poderosísimo. En esa provincia tan significativa, y con ese gremio, Claudio Vidal armó una línea política que le resta al gobierno de Alicia Kirchner lo suficiente como para que pierda las elecciones.
En el kirchnerismo dicen: “Quedate tranquilo porque después Claudio Vidal se incorpora al bloque nuestro, peronista kirchnerista”. Vidal dice que no: “Yo voy a armar mi propio bloque y negociaré con unos y con otros”.
El gran tema es Chubut, porque ahí sí hay un escenario similar al de Santa Cruz. Y se eligen senadores. Allí el que se separa es el gobierno de Mariano Arcioni, que lleva un candidato, Federico Massoni, que es el ministro de Seguridad de Chubut. Candidato que no gana, pero que logra que pierda el candidato del oficialismo que es Carlos Linares, un mal candidato, poco atractivo.
La división entre el gobierno provincial y el nacional determina el triunfo de un joven del Pro, de una familia de empresarios de Chubut, que es Ignacio Torres. El Gobierno está haciendo todo para presionar a los que financian a Torres, pero lo siguen financiando, y está haciendo todo para que -y ya no llega- Arcioni baje su lista, que es la lista del ministro de Seguridad, muy enfrentado con el gobierno nacional en esa materia, con el tema mapuche.
Han hablado con Massa para que Arcioni baje su lista y tampoco lo consiguieron. Y ahí está el problema de Cristina para garantizarse los dos senadores de Chubut. Si Santa Cruz es una provincia muy importante porque es una provincia de los Kirchner, Chubut también es muy importante porque es la provincia nada menos que de Cristóbal López.
La Pampa, otra provincia donde se eligen senadores y donde las encuestas están dando un empate. En las primarias ganó la oposición y ahora también hay un empate entre Juntos por el Cambio y el peronismo. Si hoy Cristina tiene dos obsesiones en el mapa electoral son Chubut y La Pampa.
La gran batalla para ella también, ya no mirando el Senado sino la base con la que ella construye el poder, es la provincia de Buenos Aires. Ahí las encuestas están diciendo que se confirma más o menos el resultado anterior, que hay un triunfo de Juntos. Santilli como candidato, con Manes en la lista, logra absorber los votos de Manes.
En Manes hay un fenómeno importante, porque es el radicalismo en la provincia de Buenos Aires, y alguien que no se subordina al discurso de Juntos por el Cambio. De hecho, dijo algo que fue muy criticado dentro del Pro la semana pasada, cuando sostuvo que Macri se tiene que presentar a declarar en Dolores cualquiera sea la escena. Pero tiene que ir a declarar. En una causa complicada por el tema que toca. Es una causa de espionaje sobre -nada menos- que los familiares de las víctimas del hundimiento del ARA San Juan, de cuya partida se cumplen 4 años hoy.
Estamos hablando de una causa muy sensible; toca un tema internacional, que fue tapa en el mundo. Estamos hablando de los desmanejos de la AFI: muy probablemente Macri esté arrepentido de haberle entregado la AFI a Gustavo Arribas y Silvia Majdalani, que ahora amenaza con quebrarse y entregar al resto. Macri se va a presentar. Se va a presentar este jueves y una cantidad de gente lo va a acompañar. Por ejemplo, todo su gabinete. Ellos creen estar ante una arbitrariedad del juez Martín Bava, que lo llama en medio de una campaña electoral, cuando todavía no hay cargos contra él en el expediente, según dicen los abogados de Macri.
La cuestión política de presentarse es muy importante. Sabrá Macri si es conveniente o no hacerlo con los familiares del ARA San Juan enfrente, porque van a estar también el jueves en Dolores.
Habrá que ver si eso le suma o le resta. Manes marca una disidencia dentro de Juntos por el Cambio en representación de un partido, el radicalismo, que obtuvo en las primarias, haciendo cálculos, casi la mitad de los votos de Juntos por el Cambio, un 45 por ciento. Esto es una gran novedad. Es otro Juntos por el Cambio. Ya no es uno organizado alrededor de la hegemonía del Pro, como hasta ahora. Hay otro partido que con 45 por ciento dentro de la interna tiene la legítima fantasía de tener un candidato a presidente, que enfrente al del Pro. Hoy el más sólido, lejos, es Larreta. ¿Qué quiere decir, que va a haber una interna radical con alguien del Pro? No, puede haber un candidato radical en fórmula con alguien del Pro que enfrente a Larreta con alguien del radicalismo y algún otro candidato. Seguramente Macri quiere volver a ser candidato aunque lo niegue. En Miami, cuando se lo preguntaron en una conferencia, dijo: “No hay que apegarse a ningún mandato”.
Va a tener una manifestación este jueves esa nueva composición de Juntos por el Cambio. Los radicales van al estadio de Ferro, con Manes, con Tetaz, con Lousteau, con los radicales del interior, a recordar, un 28 de octubre, el 30 de octubre del 83, que es cuando hicieron aquel acto histórico de Raúl Alfonsín en una Argentina que era todo esperanza, que era el comienzo de una primavera, muy distinta de la Argentina actual.
En la Capital, María Eugenia Vidal va a hacer una elección buena obviamente. Es el oficialismo porteño. Tiene un gran desafío, que es repetir las marcas tradicionales de su grupo que todas tocan o superan el 50 por ciento. Y enfrenta un fenómeno desafiante para Juntos por el Cambio que es Javier Milei. Vamos a poner la lupa en Milei. No por Milei solamente sino por lo que dice del momento el atractivo de Milei. Sobre el estado actual de la democracia y de la economía. ¿Milei qué expresa?: un mensaje de libertad económica, que se corresponde totalmente con un clima de mucho estatismo, donde el Estado con su gasto genera inflación, el deterioro del salario y provoca ese malestar del que hablamos antes.
Es un Milei anti-Estado, que representa o encarna el reclamo de libertad económica. En Córdoba surge, precisamente, un nuevo movimiento empresario con esa consigna que encarna hoy Milei.
Hay una segunda dimensión de Milei, que es la de libertad. Es un mensaje mucho más amplio, que probablemente interpela a aquellos que no están tan familiarizados con las ideas económicas pero que sufren cepos: el de la cuarentena, no poder viajar, no poder volver, no poder comprar dólares, no poder asistir al colegio o a la universidad durante tanto tiempo. Hablar de la libertad en este contexto, sin duda tiene un atractivo enorme, que lo expresa también Espert. Se llaman Avanza Libertad. Un tercer atractivo que ya no es anti-Estado, es la expresión de bronca. El Milei enojado, desenfrenado, exaltado, al que se le sale la cadena. Esa bronca está expresando otra cosa, es el discurso contra la casta. Es el discurso antipolítico. ¿Eso también está sucediendo en la Argentina? ¿Qué prestigio tiene la política y qué prestigio tiene la democracia en nuestro país? Vamos a ver un gráfico que elaboraron Raúl Timerman y Shila Vilker. Ambos tienen una alianza entre sus consultoras, que son Trespuntozero y Grupo Opinión Pública. En el gráfico se nos muestra la imagen positiva y la negativa de los principales dirigentes. Suma en la positiva la muy buena y la buena, y en la negativa la muy mala y la mala.
Acá vale la pena ver dos o tres fenómenos. Uno es Larreta, que está en un olimpo y eso es coincidente en todas las encuestas. Casi 60 por ciento de positiva y 27 de negativa. El diferencial, que es lo que importa para la competitividad de un político, es de 30 por ciento. Está por fuera de todo. Y lo nota. Recorrió La Matanza este fin de semana, recorrió Córdoba también, está llevando a Santilli a todos lados y siente que está en un muy buen momento con la gente. Pero atención con Milei. Tiene 44 de positiva contra 36 de negativa. En una situación similar está José Luis Espert. Los tres son los únicos con saldo positivo de imagen, todos los demás tienen repudio.
Milei tiene un diferencial de 7,4 por ciento pero lo más interesante es que es así en todo el país. Eso les llamó la atención a Vilker y a Timerman. La gente en el interior dice “no encuentro la boleta de Milei”. Y no, no puede votar a Milei en el interior porque es candidato por la ciudad de Buenos Aires. Lo mismo, o algo parecido, pasa con Espert.
Y otro dato que interesa es Alberto Fernández. Es el problema del Gobierno. No porque el culpable de la situación del oficialismo sea Fernández, que es lo que le gustaría hacer creer a Cristina y a su grupo. Lo que importa de Fernández es que es el indicador de cómo está el oficialismo. Un Fernández que en abril del año pasado superó el 80 por ciento de imagen positiva y ahora tiene una positiva de 34 por ciento, contra una imagen negativa de 62 por ciento. El diferencial, en este caso, es de 27 por ciento. Acá hay un problema para enfrentar las elecciones que es la caída de Fernández.
Por qué es importante lo de Milei, porque lo que nos tenemos que preguntar es si está apareciendo no digo un Trump, que fue a la captura del Partido Republicano, no digo un Boris Johnson, que es el mismo caso y además venía de ser alcalde de Londres, sino algo más parecido a Bolsonaro. Alguien que viene por afuera. Bolsonaro tenía, ocho o nueve meses antes de la elección en la que se consagró presidente, 35 por ciento de imagen positiva en el estado de Acre. Eso eran redes sociales solamente.
Milei es un fenómeno antipolítico en un momento de desencanto político. La consultora Isonomía, de Juan Germano, tiene identificado un universo de ciudadanos que son los que llaman “ni ni ni ni”. Ni Macri ni Cristina, ni Larreta ni Fernández. Ni los halcones ni las palomas del elenco estable. Ese sector, para esta altura del año, pero en 2020, representaba el 6 por ciento. Hoy representa el 20 por ciento. De los que rechazan no un plato, sino todo el menú. ¿Qué perspectiva se abre para 2023? ¿Qué perspectiva abre si el escenario económico se sigue deteriorando y eventualmente hay un episodio traumático, por ejemplo, cambiario?
Ahí está el indicador de eso que es Milei hoy. Y Milei hablando en contra del Estado, del asfixiante gasto público, de la presión tributaria, etc, expresa también este otro cuadro, de Poliarquía. Es un gráfico que muestra el voto al oficialismo y a la oposición por actividad: entre las amas de casa gana 61 a 23 el oficialismo. En el empleo estatal, que no debe tener simpatía por Milei y su discurso contra el Estado, el oficialismo gana 51 a 33. Pero uno mira a los jubilados y ve cómo se reduce el encanto del Gobierno y cómo crece la oposición, con un 31 contra 54, desfavorable para el oficialismo. Esto es la inflación. En el empleo privado, 30 contra 62 es la desventaja. Voto al Gobierno, versus, voto a la oposición.
Importantísimo, el cuentapropista, 28 a 56 a favor de la oposición; y acá un datazo; entre los desocupados, la diferencia es de 21 a 55 a favor también de la oposición. Esto hace juego con las encuestas que dicen que el Gobierno está perdiendo su base social histórica. Entre los estudiantes, la diferencia es de 20 a 49 en contra. De esto venimos hablando hace meses y es el desenganche que hay (la primera encuesta fue de Fixer) entre los jóvenes y los pobres con el kirchnerismo. ¿Es un episodio de este momento? ¿Es de ahora y después vuelve todo a la normalidad? ¿O está surgiendo una nueva escena política o estamos en los indicios de otro país, no en la superficie, abajo?
Toda esta es la escena en la que el Gobierno se ve tan desafiado por la economía, y en esa escena aparece la política como uno de los factores que potencia ese desafío. Y hay muchos escenarios en los que se lo puede ver: uno es el conflicto mapuche.
Es evidente que el Gobierno, no sabe de qué está hablando, no entiende el problema mapuche. Puede ser que a la oposición le pase algo parecido. Como si solo pudiera haber problemas en una clasificación de kirchnerismo-antikirchnerismo. Pero ahora aparece un conflicto distinto. A mi juicio el que mejor lo explicó fue José Claudio Escribano en LA NACION este fin de semana, cuando se pregunta cómo puede ser que el kirchnerismo, que se envuelve en la bandera de la soberanía con Malvinas, no reaccione frente a lo que es un reclamo territorial secesionista de un sector de la comunidad mapuche.
No es toda la comunidad mapuche ni mucho menos. Es más, es un sector pequeño que pone en tela de juicio la capacidad del Estado para poner orden público y garantizar la propiedad privada. No son muchos. Son menos que una barrabrava de un club de fútbol de la ciudad de Buenos Aires. Y el Estado está impotente frente a eso. O está impotente o no quiere hablar. Pero Escribano observa que los Kirchner, que se rasgan las vestiduras por Malvinas, no se sensibilizan frente a un planteo secesionista. Los Kirchner, que nacieron a la popularidad por el reclamo de los Hielos Continentales: frente a un reclamo chileno, no mapuche.
Bielsa se enreda. ¿Por qué? Porque quiso figurar, e ir como embajador a una audiencia que iba a estar cargada de contenido político. Si hubiera mandado a un abogado de la embajada no hubiera tenido problema. Porque él está haciendo lo que corresponde, y mete en un problema a Jones Huala. Porque va a asistirlo como argentino. Jones Huala, en una carta escrita desde la cárcel, dice “no reconozco ni a Chile ni a la Argentina”. No soy ni de JxC ni kirchnerista, soy otra cosa. Va a asistir a un argentino que además -y el propio Jones Huala lo admite, por eso acá hay una confusión extraordinaria- pidió la documentación argentina. Hay otra rareza, interesante, que tiene que ver con la época del gobierno anterior. Es muy raro que alguien extradite a un nacional. Normalmente los extraditados son extranjeros que son reclamados afuera. Es muy raro que se extradite a un nacional que tiene causas acá. Su mujer, y esto es una nota que aparece en el sitio El Disenso, que suele tener muy buena información, documental, escriben Mariana Escalada y Agustín Rosconi, el 13 de marzo el Gobierno mandó una denuncia para procesar a la mujer de Jones Huala por haber atacado el auto de Alberto Fernández. Andrea Millañanco. La mujer de Jones Huala está procesada por haberle tirado piedras al Presidente. Es según quien sea la víctima, como lo de la fotos de Olivos, mutatis mutandi, lo proceso o lo protejo.
¿Quién fue la abogada de Jones Huala en el juicio por extradición? La abogada era Elizabeth Gómez Alcorta, la ministra de Género y Diversidad. El Gobierno tiene una enorme confusión respecto del tema mapuche, lo interpreta como un problema de derechos humanos y no puede plantarse frente a un reclamo de secesión que requiere de la defensa de la soberanía del Estado argentino, como lo manda la Constitución. Sobre todo frente a un movimiento violento, que, cuando el gobierno argentino quiere asistirlo en Chile, le contesta quemando el club andino de El Bolsón. Lo cual tiene toda la lógica porque lo que está contestando ese grupo violento mapuche, que no son todos los mapuches, es que no queremos que nos defiendan como argentinos porque no queremos ser argentinos, y lo vamos a dejar claro de manera violenta. En una zona crucial para la Argentina porque ahí está Vaca Muerta. No vaya a ser que haya otros intereses detrás.
Hay una enorme confusión de concepto que por supuesto desbarata la política. Lo que ha hecho el Gobierno con este tema para perder las elecciones en la Patagonia es increíble: Alberto Fernández se niega primero a mandar las fuerzas de seguridad; después las manda, dice que no es un tema federal. Ahora vamos al pasado. Mire este libro de Alberto Fernández en colaboración con Alberto Piotti, 1985, Defensa de la Democracia, nuevo enfoque sobre la represión de los delitos que atentan contra el orden constitucional. Si el profesor Fernández leyera su libro con Piotti, diría que lo que dijo de que no es un tema federal el conflicto mapuche es un disparate. Entonces hay que mandar al Presidente a leer los libros del Presidente, el que escribió con el tano Piotti en el año 1985 cuando era adjunto de esa cátedra y colaboraba con Piotti en el juzgado federal de San Isidro.
Este desorden que se ve en el tema mapuche se proyecta todavía más en la escena económica. Funcionarios que viajan a Estados Unidos a reunirse con autoridades de ese país. Viajó Manzur, viajó Beliz. Fueron importantes las reuniones de Beliz. Tuvo dos en realidad; uno con Wendy Sherman, la encargada de asuntos políticos del departamento de Estado, y otra con Jake Sullivan del Consejo de Seguridad Nacional. Fue importante por qué: porque está preparando la reunión de Biden, o que aspira a tener Alberto Fernández con Biden la semana que viene, en Roma, durante la cumbre del G20 o durante la cumbre climática de Glasgow.
Qué importa de lo de Béliz. Lo que publicó en un comunicado la Casa Blanca, donde dice: queremos que se llegue a un acuerdo con el Fondo por la deuda sustentable; pero después habla de telecomunicaciones transparentes (contra China); habla de Derechos Humanos de hoy, no de la década del ‘70, y ahí tenemos Nicaragua, donde el Gobierno se abstiene. Habla de la agenda climática que es el único lugar de cruce donde puede sacarse Biden una foto con Alberto Fernández. Hay que convertirlo a Alberto Fernández en un adalid verde para que pueda sacarse su foto con Biden. Al lado de esto, Martín Guzmán, que también viajó a Estados Unidos, que intenta un acuerdo con el Fondo -dice él- pero que este fin de semana hizo una reunión con el exministro griego Yanis Varoufakis B, que fue despedido por su primer ministro Tsipras, por no haber querido un acuerdo con el Fondo. Guzmán también se vio con el candidato derrotado de Rafael Correa en Ecuador, que también es anti Fondo Monetario Internacional. ¿Guzmán quiere o no quiere un acuerdo con el Fondo? ¿Qué señales está emitiendo? Porque se junta con los que aportan argumentos en contra de un acuerdo con el Fondo. No hay que preguntarse mucho por la consistencia de Guzmán porque está dando muchas señales de inconsistencia. Toleró que le diera órdenes un subordinado de él como Federico Basualdo en materia de tarifas y ahora tolera la instalación de Roberto Feletti, que con el control de precios va totalmente en contra del discurso de Guzmán. El comunicado de Béliz con la Casa Blanca habla de deuda sustentable. No sabemos cuál fue el de Manzur con la Casa Blanca, porque dijo que se iba a reunir pero no hay ningún comunicado ni foto, no hay noticias. Acá hay un problema importante para Guzmán, porque el Fondo debe determinar la sustentabilidad de la deuda argentina como parte de un acuerdo. Y para el Fondo la deuda puede ser sustentable con alta probabilidad, sustentable no con alta probabilidad (no dicen sin), o no sustentable. La teoría de Guzmán es que las deudas sustentables catalogadas como “no con alta probabilidad”, y eso él le reprochaba a Macri, no hay que pagarlas. Hay que renegociarlas, porque no se pueden pagar -dice- intereses por una deuda que no es nítidamente sustentable con alta probabilidad. Acá el problema que va a tener Guzmán es que muy difícilmente el Fondo le de la cinta azul que él espera a su negociación de la deuda que ha sido, como vemos en el precio de los bonos, un fracaso. Entonces acá empieza a surgir una pregunta: ¿Querrá Guzmán un acuerdo con el Fondo en el que lo descalifiquen en lo que más quiere, que es la negociación de la deuda? ¿O habrá empezado a crear argumentos para no ir a un acuerdo con el Fondo? Y ahí hay que empezar a preguntarse por las exigencias que tiene un acuerdo con el Fondo. Hay un estudio de Equilibra, de Martín Rapetti y Diego Bossio, que plantea que para acordar con el Fondo tendría que haber aumentos de tarifas reales del 18 por ciento, por encima de la inflación, un ajuste fiscal que lleve el déficit a 2,5, es decir un recorte del 1,5 en el déficit primario. Mientras que lo que plantea Guzmán es un recorte del déficit primario de 0,7 por ciento y aumento de tarifas reales del 3,5 por ciento por encima de la inflación.
El Fondo plantearía un financiamiento del Tesoro al déficit primario de solo el 45 por ciento, que igual es muchísimo. Y lo que propone el Gobierno para 2022 es el 60 por ciento. ¿Cómo se compatibilizan estas dos cosas? Cuando después de las elecciones le lleven a Cristina el ajuste que pide el Fondo que ya para ella es muy exigente, qué va a decir: ¿sí, vamos al acuerdo con el Fondo?
Pero la pregunta más importante es cuánto va a pesar la palabra de Cristina si pierde la provincia de Buenos Aires. Qué hace el peronismo, qué hacen los gobernadores que ya le dijeron al Presidente que hay que hacer un ajuste e ir a un acuerdo con el Fondo. ¿Qué hace la CGT que ya hizo una manifestación pidiendo inversión? Le llaman producción, desarrollo y trabajo. El oficialismo va a una encrucijada, va a la necesidad de un acuerdo interno, agravado esto si tienen menos poder.
Con un Alberto Fernández que tiene mucho menos poder. Y probablemente este menor poder de Alberto Fernández se manifieste en un detalle: desde el Instituto Patria están mirando un cargo clave, la Casa Militar. El jefe de la Casa Militar es una figura crucial que controla la seguridad del Presidente, las comunicaciones, las reuniones del Presidente, hasta tiene un pequeño aparato de inteligencia en combinación con la AFI, y la flota de aviones del Presidente. Al frente de la Casa Militar está formalmente el coronel Alejandro Guglielmi. Que cae en desgracia por las fiestas en Olivos, por no haberlas controlado. A propósito de ese mundo: en cualquier momento puede estallar un escándalo por adquisiciones que no se pagaron. Entre los productores figura hasta un médico recomendado por Sofía Pacchi.
Ahora Guglielmi tiene que ir a declarar. Nadie quiere ir a declarar. Por haber declarado en la Justicia por temas de uso de aviones de Boudou dos militares perdieron la carrera. Parrilli, que conoce ese cargo como nadie porque fue Secretario General de la Presidencia, quiere reemplazar a Guglielmi por el actual jefe de Seguridad de la Casa de la Moneda, teniente coronel Agustín Rodríguez. Quiere decir que desde la oficina de Cristina Kirchner, desde el Instituto Patria, con Parrilli como ejecutor, le están por tomar la intimidad al Presidente que no tiene su propio candidato, hasta ahora. El candidato lo pondría Parrilli que está mirando la cúpula de las FFAA. Parrilli es un hombre cada vez más gravitante en el área de Defensa. Alberto Fernández está debilitado, que probablemente quedará más debilitado, con una Cristina que si pierde las elecciones va a quedar en discusión con el PJ. No se sabe cuál de los tres socios tiene la capacidad de formular una hoja de ruta: el Presidente, la vicepresidenta o el PJ. O ninguno de los tres. Mientras tanto tenemos a un Presidente tapado de pesos. Y vacío de poder.
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