Un peronista de alma, pero con una historia muy ligada al radicalismo
Por primera vez, Roberto Lavagna incursiona en la arena política como candidato
Transcurría agosto de 2005, pocos meses antes de que el presidente Néstor Kirchner despidiera a su entonces exitoso ministro de Economía del cargo. El malestar ya se intuía en el ambiente y el periodismo, ávido, se preguntaba si Roberto Lavagna daría el salto a la política.
Lavagna dio entonces la primera pista. "Dudo entre decirles lo que me dijo el presidente Kirchner y lo que digo yo siempre... Lo que yo digo es: «Miren, estoy dedicado a esta tarea. No tengo prevista otra cosa». Lo que dice el Presidente es: «Nunca digas nunca». Así que elijan."
El que eligió, finalmente, fue Lavagna. No renunció a su cargo; esperó a que Kirchner le mostrara el camino de salida, lo que ocurrió en diciembre de 2005. Fue una salida buscada: sabía que Kirchner jamás iba a tolerar aquella denuncia ante empresarios de la construcción sobre sobreprecios millonarios en la obra pública.
Así, con 65 años, Lavagna se lanzó por primera vez al ruedo político con el mejor traje: el de candidato a presidente. Lo hizo de la mano del radicalismo, desesperado en la búsqueda de un hombre que lo salvara del naufragio. Será el sostén principal de la coalición Una Nación Avanzada (UNA).
Lavagna se disgusta cada vez que se lo confunde como "el candidato de la UCR"; él se reivindica un auténtico peronista, pero buena parte de su función pública la desarrolló con los radicales. Lavagna, si bien se dice justicialista, tuvo relaciones fluctuantes con los sucesivos protagonistas del partido que fundó Juan Perón. Su peronismo surgió, al igual que en muchos jóvenes de la época, en la década del 70. En 1973, y con sólo 31 años, asumió la estratégica Dirección de Política de Precios, con José Gelbard como ministro de Economía.
Tras la dictadura militar -época en la que el ex ministro funda la consultora Ecolatina-, apareció como el referente económico de Antonio Cafiero; sin embargo, dos años después sería compañero de ruta de los economistas radicales que crearon, en el apogeo del gobierno de Raúl Alfonsín, el Plan Austral. Ocuparía, en esa época, la Secretaría de Industria y Comercio Exterior.
Dos años después, se retiró con un portazo del equipo de Juan Sourrouille y retornó con Cafiero. Pero la jugada le salió mal, según relata en su biografía Carlos Liascovich, porque si bien era la hora del PJ, "no tenía clave bonaerense, sino riojana".
Cuando asumió Carlos Menem la presidencia, Lavagna se retiró a su consultora; nunca comulgó con el menemismo, aunque, como tantos, elogió el plan de convertibilidad de Domingo Cavallo. Con las primeras dificultades de la economía, se sumó como consultor privado al coro de críticas.
Lavagna se mantuvo distante del peronismo en los 90; apoyó a José Bordón en 1995 y, al despuntar el gobierno de la Alianza en 1999, aceptó del cargo de embajador argentino ante la Unión Europea. Al despuntar el siglo, pocos recordaban dónde estaba Lavagna; ni siquiera el propio Eduardo Duhalde, cuando asumió la presidencia en plena crisis de 2001 y buscaba afanoso un ministro de Economía.
Carlos Ruckauf sugirió su nombre, Duhalde aceptó y Lavagna retornó cuando su país estaba en llamas. La situación económica se normalizó y evidenció signos de crecimiento; Lavagna era la estrella en el firmamento, a tal punto que se lo mencionaba como el compañero de fórmula del entonces candidato presidencial Néstor Kirchner. Lavagna no quiso; prefirió continuar como ministro y, así acordado, hizo campaña con el santacruceño para subirlo en las encuestas.
Junto con Kirchner, Lavagna protagonizaría luego la más ambiciosa reestructuración de la deuda externa de los últimos tiempos. Durante dos años y medio compartieron la misma vereda; hoy son rivales.
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