Un país entre La ciénaga y Titanes en el Ring
Los propios hombres y mujeres del Presidente admiten que la tensión y la indefinición de las luchas internas son insostenibles en el mediano plazo
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Hace 21 años, el país se encaminaba hacia un desastre que desde hacía tiempo estaba latente, que se percibía y se podía presumir, pero que no terminaba de ocurrir. Se hundía lentamente sin poder evitarlo, en medio de disputas políticas dentro y fuera del oficialismo de entonces, exacerbadas por la incapacidad para encauzar o cambiar un modelo económico agonizante.
En ese mismo 2001 inolvidable, la directora de cine salteña Lucrecia Martel estrenaba su ópera prima, titulada La ciénaga, en la que una familia extendida vivía en una tensión morosa y asfixiante, permanentemente al borde de un desenlace trágico, siempre a punto de ocurrir, pero sin concretarse. Era mucho más que otra coincidencia temporal entre la realidad y la ficción.
Dos décadas después, vuelve a atrapar a los argentinos una sensación de opresión, desasosiego, incertidumbre y ahora de resignación. La ciénaga regresa remixada, en clave de parodia (o de farsa, diría Marx), con una enorme carga de actualidad. Esta vez, sin metáfora.
“La película tiene que ver con las complejas relaciones de un grupo familiar”, según la definió la propia Martel. Bastante similares a las que vive la coalición gobernante, sembradas de sospechas, viejas rencillas no saldadas, frustraciones acumuladas y resentimientos añejados. Cualquier semejanza con el Frente de Nadie no es mera casualidad.
Sin embargo, la analogía (siempre imperfecta) no excluye a otras fuerzas políticas ni a muchos de los factores de poder y expresiones de la vida pública nacional. Incluido el periodismo, sobre todo televisivo, que suele propiciar escándalos en la pantalla, en desmedro de debates de alguna profundidad. Familias disfuncionales, con demasiadas cosas rotas, que disputan y actúan sobre el pantano. O las ruinas de una sociedad angustiada.
Basta recrear algunas de las escenas que se registran a diario a velocidad de vértigo, sin tiempo de procesarlas y sin resolver nada. Solo empeorándolo todo un poco más. Como las que ocurrieron el viernes pasado, cuando se alcanzó un nuevo pico en la trama del sainete que el oficialismo ha decidido representar en púbico a lo largo del país. Literalmente.
Los 3000 kilómetros que mediaron entre el acto presidencial en Tierra del Fuego y la presentación vicepresidencial en Chaco no solo expresaron mucho más que una monumental distancia geográfica, política y conceptual entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner. También escenificaron la lejanía de ese “debate” insoluble con los pesares crecientes de los argentinos. Aunque estos padecimientos operen como justificación de esa disputa por el poder y la supervivencia política, que es lo que realmente está en juego.
Tal vez tenga razón la presidenta (del Senado) en negarse a llamar pelea al conflicto que mantiene con el Presidente y su equipo.
La imposibilidad, la incapacidad o la falta de decisión real que expresan ambos para resolver de una vez el pleito en el que chapotean desde hace más de un año se parece demasiado a la reposición de otro clásico del espectáculo nacional: Titanes en el ring. Esta vez con protagonismo estelar de el Hombre de la Barra de Hielo, que pasa inmutable, encarnado por Fernández, y de Cristina, en el papel de la vengativa Vixen, uno de los personajes con los que se intentó en 2019 un regreso del viejo éxito. Sin lograrlo (tampoco). Y Sergio Massa en el rol de William Boo.
Cada puesta en escena de los nuevos titanes muestra cómo se eleva el volumen y se vuelven más agresivos los trucos en busca de mayor impacto, ante una audiencia declinante, avisada de que nada de eso resolverá los conflictos que le preocupan seriamente. Saben que solo habrá nuevos capítulos. Salvo que acontecimientos externos obliguen a alguna rendición. Por ahora, imprevisible. Aunque para la semana que acaba de comenzar se prometen acciones exógenas, que sacudirán a los protagonistas.
Una semana de superacción
Las marchas y acampes que desarrollarán movimientos sociales en la ciudad de Buenos Aires le pondrán un tenso marco a la publicación de otro elevado índice de inflación que explicitará el colapso de los bolsillos.
No serán los únicos motivos de incomodidad para el oficialismo. Otro tanto aportarán las audiencias públicas para debatir la suba de las tarifas de los servicios públicos, que el FMI exige, a la que el gobierno de Fernández se comprometió y que el cristicamporismo resiste. Escenarios anexos de la disputa mayor.
A Fernández lo alivia poder ver esos acontecimientos desde Europa, ocupado por reuniones y negociaciones más amigables. Según su entorno, cabe esperar que en tal contexto emita mensaje tratando de bajarles el tono a las malas noticias, confiado, otra vez, en que nada cambiará ni empeorará el curso de los hechos.
El Presidente y su equipo procurarán mostrar el lado positivo que a su juicio tendrá el inquietante número del aumento masivo de precios de abril.
La moderada baja que se anunciará respecto del mes anterior se presentará como el inicio de una tendencia descendente que augura un futuro promisorio. Nunca falta optimismo. Aunque la proyección anual de inflación ya supera el 60% y la mayoría de los economistas prevén nuevos motivos de estrés para la economía, entre los que no se descarta un camino hacia otro estancamiento, por motivos varios, como la falta de divisas y el freno del consumo.
Por otra parte, los debates por las tarifas prometen algunas expresiones de rechazo estentóreo, probablemente fogoneadas desde el mismo cristicamporismo, como sospechan en la Casa Rosada, donde al mismo tiempo minimizan su posible impacto real con pragmatismo extremo y tal vez un exceso de autoconfianza.
“Las audiencias no son vinculantes, así que no van a cambiar nada”, afirman en el entorno presidencial, ateniéndose al formalismo legal y desdeñando los eventuales efectos políticos.
La actitud parece audaz si se tiene en cuenta que los aumentos deben llevar la firma de los funcionarios que el Instituto Patria y La Cámpora sembraron en la burocracia energética y que hasta acá se han jactado en este tema de la desobediencia hacia sus superiores albertistas y al propio Fernández.
¿La virtud de la templanza?
“Más que nunca Alberto está decidido a ejercer la templanza, que es el dominio de la voluntad sobre los instintos”, así explica la actitud que ha adoptado y pretende seguir adoptando Fernández uno de los hombres que el Presidente más escucha y que hace profesión de fe pública de su religiosidad.
Como se sabe, la templanza es una de las cuatro virtudes cardinales que reconoce el cristianismo, aunque su origen se remonta a la filosofía griega. Nada dice de las otras tres virtudes: prudencia, justicia y, sobre todo, fortaleza. Dicen que el Presidente estaría intentando practicar esta última con entusiasmo (y restricciones) de novicio.
El cristicamporismo, en tanto, expone sus limitaciones con cada escalada. Cada vez tira más fuerte y con más agresividad hacia el blanco más elevado. Pero sin derribar los obstáculos que encuentra para imponer ideas y personas.
Es ese el motivo mayor de la exasperación de Cristina Kirchner, que debió recurrir al hostigamiento explícito. Hasta llegó a proponer nombres de eventuales reemplazos, lo que nunca hasta aquí había hecho en público.
En ese plano, confirmó sin eufemismos lo que se anticipó el viernes en este espacio: para ella el modelo virtuoso al que se debe volver es al “Kicillof 2014″. Pero Fernández se sigue resistiendo. Entregar ahora a Martín Guzmán, Matías Kulfas y Claudio Moroni sería para él entregar la limitada autonomía que aún le queda, sin retorno para ir hacia un destino que lo desvela.
Sin embargo, son los propios hombres y mujeres del Presidente los que admiten que la tensión y la indefinición de las luchas internas son insostenibles en el mediano plazo. El propio Guzmán y otros miembros del equipo económico lo dicen abiertamente.
Los últimas medidas y proyectos de ley lanzados por el cristicamporismo destinados a mejorar ingresos o hacer parecer que los mejoran empiezan a inquietar en la Casa Rosada, aunque algunas les adjudican efecto concreto nulo, como el adelanto de la actualización del salario mínimo. Sí, en cambio, reconocen su impacto simbólico político y económico.
El inflador de los sueldos
Más preocupa el inflador que Cristina Kirchner y los suyos les ponen a las negociaciones paritarias. Las consecuencias inflacionarias tienen en alerta a Guzmán y a Moroni. Nada es inocuo, como algunos prefieren creer y decir para consolarse.
“Esta es la crisis más absurda que puede existir. Si se ordenara la política estaríamos en condiciones de empezar a ver una salida, porque están dadas las condiciones, sobre todo, internacionales. Pero así es imposible. Todas las variables se desalinean más de lo que ya están con cada ruido político. La inflación, la falta de reservas que dificulta importaciones productivas, las inversiones y el consumo están siendo afectadas”, admite uno de los tres ministros del gabinete económico.
Sin embargo, no piensan igual algunos otros miembros de la mesa chica presidencial, que insuflan optimismo en el Presidente, a riesgo de caer en la temeridad para contrarrestar el temor paralizante. Una y otro son defecto contra los que combate otra de las virtudes cardinales, como es la prudencia. Su práctica tampoco se le reconoce a Fernández.
Los optimistas de la Casa Rosada y de Olivos tienden a encapsular las consecuencias de la crisis política y económica, sin tener en cuenta otros efectos.
En tal sentido, merece destacarse la singular tendencia que empezó a constatar el observatorio del crimen de un municipio del noroeste del conurbano bonaerense.
Según ese relevamiento, en el distrito se registra un aumento sostenido de los delitos de rapiña y arrebato en la última semana de cada mes. Y no sería el único municipio donde ocurre.
Los especialistas en seguridad lo relacionan con la crisis económica, en particular con la caída del poder adquisitivo provocada por la inflación. El tipo de hurtos y robos que está proliferando en ese lapso no requiere de ninguna sofisticación y audacia. Los autores son mayoritariamente descuidistas y aprovechadores de oportunidades impulsados en muchos casos por la crisis y la desesperación. El show de Titanes en el ring ya no los divierte ni les da de comer a ellos y, muchos menos, a sus víctimas. Todo lo contrario. Los va atrapando la ciénaga.
En ese contexto cobra relevancia la definición de un veterano dirigente bonaerense que ha ocupado cargos comunales, en el Ejecutivo y en la Legislatura provinciales: “Nunca he visto a la dirigencia política más consciente de lo mal que está todo y tampoco he visto jamás menos disposición y capacidad para resolver los problemas que padece la sociedad”.
Aportes de la oposición
No es un problema solo del oficialismo. En la oposición abundan (y ya aburren) las disputas fundadas en la divergencia de intereses electorales antes que en diferencias de proyectos de gobierno.
Así, emerge cada vez con mayor claridad la certeza de que pese al apuro de muchos todavía falta demasiado camino por recorrer para ver quiénes serán los jugadores que llegarán a las instancias finales de la competencia.
Los últimos temblores que sacudieron los cimientos de Juntos por el Cambio todavía tienen remezones y siguen los reacomodamientos. La recuperada centralidad de Mauricio Macri lo exhibe con claridad en cada aparición suya.
El almuerzo que le brindó este fin de semana a Mario Vargas Llosa en su quinta fue una oportunidad de exhibir su vocación por segur ejerciendo el liderazgo y por seguir siendo un elector calificado, si no decisivo.
Hace dos meses el expresidente aprovechó otra comida para sumar a la mesa de los presidenciables amarillos a María Eugenia Vidal, junto a Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich. Anteayer, a Diego Santilli y Cristian Ritondo, el dúo de los aspirantes a gobernador que impulsan el jefe de gobierno porteño y la exgobernadora, respectivamente, les agregó la figura del exintendente de San Miguel y actual diputado provincial Joaquín de la Torre, al invitarlo a la exclusiva reunión (y foto) con el premio Nobel de Literatura.
El festival de instalaciones electorales solo confirma que aún falta demasiado para que lleguen los comicios. Mientras el país y la sociedad se siguen debatiendo entre Titanes en el Ring y La ciénaga, sin que nadie tenga un final claro a la vista.
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