Un nuevo estilo de conducción y un alivio para el Gobierno
El reemplazo de Ricardo Lorenzetti por Carlos Rosenkrantz como presidente de la Corte es, como medida interna, el gesto de cambio más radical que podría haber mostrado el tribunal. El nuevo presidente es la antítesis de su antecesor. Lorenzetti, de altísima exposición, era el gran conductor y nucleaba la representación política de la Corte.
Apostaba a instalar desde la Justicia "políticas de Estado" y seguía muy de cerca -con reuniones personales- la marcha de las causas de Comodoro Py más sensibles para el poder. Decía que cada etapa de la Corte debería ser recordada, como en Estados Unidos, por el nombre de su presidente.
Rosenkrantz, de perfil técnico, le huye a las cámaras. Era el candidato ideal para una Corte que hoy quiere presentarse como más horizontal en el reparto del poder y "más jurídica". Que, a la vieja usanza, hable "por sus sentencias" (Lorenzetti, en cambio, hizo de la comunicación una de sus políticas centrales). Pero Rosenkrantz es, también, un juez elegido por Mauricio Macri.
"Para el Gobierno esto es un gol de media cancha", dijo a LA NACION un alto funcionario. Más allá de que Lorenzetti deja la presidencia por decisión de Rosenkrantz, Horacio Rosatti y Elena Highton (y con la firma oficial de ellos más la del propio Lorenzetti), en el entorno de Macri venían jugando todas sus fichas para que esto pasara. Elisa Carrió se erigió ayer como verdugo, pero no menos méritos les reconocen puertas adentro a hombres como Fabián Rodríguez Simón y el ministro Germán Garavano . "Es algo que ni siquiera Cristina consiguió, con todas sus mayorías", dijo, exultante, un funcionario de Macri cuando la noticia, que él admite haber tenido de antemano, acababa de hacerse pública. Rápidamente agregó: "No fuimos nosotros. Fue una decisión ciento por ciento de la Corte". Ahora, en el Gobierno dicen que la alegría es medida. Que están esperando "las represalias".
Desde el primer día la relación con Lorenzetti fue difícil. Dos semanas antes de que Macri asumiera la presidencia, la Corte hizo público un fallo que ordenó que la Nación le devolviera decenas de miles de millones de pesos a las provincias. El macrismo le adjudicó la gentileza a Lorenzetti, que además de haber sido uno de los tres firmantes -con Maqueda y Carlos Fayt- usó siempre, como presidente, la llave para decidir qué temas llevaba a cada acuerdo, le recriminan.
Después, se sucedieron cruces entre las cúpulas de los dos poderes por el presupuesto de la Justicia, y por las ferias y los horarios de los tribunales (fue cuando Macri acusó a los jueces de trabajar poco). Este año tensó además la relación una decisión de la Corte que limitó al Poder Ejecutivo en su plan de "federalizar" más tribunales orales. El Gobierno creyó ver detrás de esa decisión al fantasma de un Comodoro Py que quería blindar su poder. Y detrás de Comodoro Py, a Lorenzetti otra vez.
Rosenkrantz, su reemplazante, es para los plazos cortesanos un juez nuevo. Es el más nuevo de los ministros del tribunal. Asumió como juez en agosto de 2016, después de un intento fallido del Gobierno de nombrarlo por decreto, en comisión. Él había aceptado su designación así y esa fue una de las críticas centrales de la oposición. Finalmente, la Casa Rosada desistió. Macri aseguró que cuando le propusieron su nombre para la Corte, ellos no tenían trato.
Rosenkrantz no parecía ser el contrincante natural de Lorenzetti. Ese papel, por juego político, le correspondía a Rosatti. Pero la decisión fue, justamente, presentar una Corte "menos política". El futuro de la relación con la Casa Rosada dependerá ahora de cómo se reacomoden las piezas en el tribunal. ¿Es esta una nueva mayoría? El Gobierno no lo tiene para nada garantizado. Rosenkrantz-Highton-Rosatti es, paradójicamente, la misma mayoría que aplicó el beneficio del 2x1 a un condenado de delitos de lesa humanidad cuando Rosenkrantz y Rosatti acababan de desembarcar en la Corte. Las críticas a aquella decisión fueron furibundas. Las intrigas palaciegas decían que ese fallo, al golpear a los nuevos, había fortalecido el liderazgo de Lorenzetti y garantizado su continuidad como presidente. Algunos creyeron ver incluso, en la desventura de los nuevos, una jugada maestra suya. Él siempre lo negó terminantemente.
Este año, Lorenzetti encabezó desde la Corte un ambicioso proyecto de reforma judicial, que incluía duros reclamos al Poder Ejecutivo. No prosperó. Después, el Gobierno decidió modificar su forma de reunión con el tribunal: ya no haría encuentros solo con el presidente de la Corte, sino con todos los ministros. Fueron gestos que adelantaban cambios.
¿Cómo va a ejercer Rosenkrantz su presidencia en una Corte que lleva el sello de su antecesor? Fue más de una década de conducción de Lorenzetti. Lo primero será ver cómo se resuelven los casos pendientes. El tribunal tiene a estudio qué fórmula debe usarse para los reajustes a los jubilados y varios casos vinculados con los aumentos de tarifas; recibirá además, en el corto plazo, causas contra las nuevas medidas económicas, como las retenciones. Entonces sí, cuando estén los votos, el Gobierno sabrá cuánto puede festejar.
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