Un Milei a la medida de cada uno
Las contradicciones no solo se dan entre los votantes del libertario, sino también entre sus candidatos, con planteos que, hasta ahora, no parecen restar
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Javier Milei es una herramienta multiuso para quienes dicen que lo votarán. Más allá del núcleo duro ideológico, el líder de La Libertad Avanza (LLA) atrapa electores de diferente edad, condición socioeconómica, aspiraciones, demandas, filias y fobias. Se suman, se superponen y hasta a veces se contradicen en su electorado, sin restar. Hasta ahora, al menos.
La más curioso es que la heterogeneidad y la contradicción no se da solo entre votantes. También hay un Milei para cada referente y hasta candidato que lo acompañan.
Muchas de las más importantes figuras que lo complementan llegan a contradecirlo, enmendarlo y hasta descalifican algunas de las propuestas y definiciones más relevantes de su ideario. No solo los opositores marcan incoherencias, inviabilidades o insustancialidades.
En las últimas tres semanas no han parado de apuntarse figuras en el rubro correctores, maquilladores y editores. Como su candidata a vicepresidenta, Victoria Villarruel; Roque Fernández, el economista a quien Milei promete integrar a un eventual gabinete; Diana Mondino, primera candidata a diputada por CABA, y el candidato a gobernador de La Libertad Avanza (LLA) en Tucumán, Ricardo Bussi. Son apenas algunos de los ejemplos que ponen en duda la supuesta consistencia, pureza o viabilidad del proyecto mileísta.
A medida que pasan los días y se develan candidatos y referentes, también quedan expuestos de manera explícita más retoques y ediciones sobre la marcha de la mismísima plataforma que presentó LLA por escrito al inscribir su fuerza ante la Justicia electoral.
Villarruel se pronunció ayer, en Radio con Vos, contra la venta de órganos, una de las propuestas con las que Milei se instaló en los medios masivos.
Sobre la dolarización, una de las propuestas que logró instalar Milei con más éxito en la agenda pública, Roque Fernández fue contundente en una entrevista publicada por Clarín, el 20 de mayo pasado: “En 1998 y 1999 la dolarización era una operación de política económica, financiera y diplomática muy viable. Hoy no”. Punto.
Diana Mondino afirmó la semana pasada en una entrevista en LN+: “Decir que voy a ‘dinamitar’ o ‘prender fuego el Banco Central’ es una forma de decir ‘voy a actuar con mucha firmeza’ y que de este problema ‘me tengo que deshacer’... Pero un país tiene instituciones, una Constitución que hay que respetar”. En el diario Perfil, agregó: “No es que no vaya a haber Banco Central, sino que no se podrá emitir sin respaldo”. Algo más que matices aclaratorios.
Ricardo Bussi dijo en una entrevista en Radio con Vos, el 19 del mes pasado; que no está de acuerdo con la “eliminación de la coparticipación”, tal como figura en la plataforma presentada.
Pero no quedó ahí la opinión del hijo del exgobernador tucumano, condenado por la represión ilegal, Antonio Domingo Bussi. “Con Milei tenemos un camino común, pero no quiere decir esto que coincidamos en todo […]. Hay cuestiones que las tiene que explicar él, para nosotros es suficiente con que nos ayude en esta instancia provincial para dar vuelta Tucumán”.
No extraña que Milei pretendiera condicionar una entrevista con el diario La Gaceta, de Tucumán, para que no se le preguntara sobre temas urticantes como la portación de armas, entre otros. Ese es uno de los caballitos de batalla de la campaña de Bussi. El diario tucumano se negó a realizar la entrevista bajo esas condiciones. Algunas libertades no son tan absolutas para Milei.
Sin embargo, no parecen ser esos problemas serios para los votantes del candidato más nítidamente definido y posicionado en términos ideológicos, propuestas económicas y posicionamiento político en el extremo más a la derecha de los aspirantes a la Presidencia.
Por el contrario, las contradicciones que parten de sus candidatos y referentes parecen operar como correcciones oportunas para morigerar los extremos técnicamente inviables o políticamente gravosos en los que incurre el líder. Como si él fuera la caricatura que logra llamar la atención, se impone públicamente y suma adherentes con sus rasgos desmesurados y quienes lo representan fueran el retrato realista y virtuoso que estaría en la Casa Rosada.
Como si fuera un producto de la saga de juegos e historias “Armalo vos mismo”, el libertario es visto por cada uno de sus constructores como quieren verlo. El orden de las piezas también es el resultado de un producto on demand, a gusto de cada consumidor. Para muchos, un Frankenstein incapaz de tener vida, para otros un agraciado y perfecto Ken que completaba el set de las famosas muñecas Barbie.
“Los candidatos como Milei resultan inasibles para sus contrincantes. Son todo y nada al mismo tiempo para sus seguidores. Se podría decir que en lugar de extrema derecha son de extremo centro porque es el centro en el que confluyen y hasta se sintetizan demandas de los que están en las puntas o las antípodas del sistema político establecido”, afirma Pablo Knopoff, consultor político que ha debido lidiar con postulantes que se le asemejan en campañas electorales en Centroamérica.
“Si lo atacás, si lo invisibilizás, si discutís con él, si lo ridiculizás, si compartís aunque sea una mínima parte de lo que propone, pero demostrás la inviabilidad del resto, todo le suma y nada parece que lo afecta”, agrega el consultor.
Las diferencias y elasticidades sustanciales que expresa el aparentemente rígido universo mileísta tampoco se explican y justifican únicamente porque él expresa el enojo, la bronca, el resentimiento, la decepción y la desesperanza.
Milei, más bien, parece encarnar desde la derecha libertaria una nueva expresión populista en los términos en que Ernesto Laclau, el autor kirchnerista por antonomasia, definió esa corriente política.
Tal vez aún más que la actual Cristina Kirchner (cuyo electorado resulta hoy bastante homogéneo y compacto), el candidato de la cabeza revuelta y los militantes revoltosos es el perfecto significante vacío que se llena de muchas demandas y necesidades, anudadas fuertemente por lo que aquel politólogo denominaba una “cadena de equivalencias”. Expectativas que pueden ser de planos distintos y hasta en apariencias contrapuestas se enlazan para darle significado y construir sentido donde parece no haberlo.
Aunque Milei también es considerado como una expresión de la antipolítica y él mismo suele cubrirse con un perfil tecnocrático, para muchos de sus votantes es un líder que solo viene a terminar con “estos políticos” que llevaron al actual estado de decadencia nacional.
Tampoco parece importarles o hacerles mella a esos seguidores las evidencias de que quienes acompañarán a Milei en los principales renglones de sus listas de candidatos tienen un largo recorrido en la política y en el Estado: nadie podría decir que son la “anticasta”, sino todo lo contrario.
A medida que avanza la conformación de listas, más claras van quedando esas impurezas. El proceso electoral empieza a mostrarse como la otra cara de la moneda kirchnerista, que decía “no importa de dónde vienen, sino que ahora están acá y apoyan lo que hacemos”. El exvicepresidente condenado por corrupción Amado Boudou es un buen ejemplo. Su origen de militante liberal fue limpiado en las aguas kirchneristas.
¿Conversos o caballos de troya?
Casos similares están ocurriendo ahora a la inversa. “Varios intendentes y referentes peronistas aprovechan para colar en las listas libertarias a algunos aspirantes que no les entran en las propias”, dice un viejo operador territorial del justicialismo. Los “nuevos libertarios” o “peronistas desalojados” expresan enojos y resentimientos con su familia política de origen para ser aceptados por el comando superior mileísta, que busca postulantes en los vastos desiertos liberales del interior. Solo cuando esos candidatos se conviertan en legisladores o concejales se podrá saber si son conversos o caballos de Troya.
El chamán libertario parece conseguir absolver o borrar de la memoria de los propios que buena parte de sus referentes reivindiquen o hayan integrado inclusive gobiernos que han sido parte constitutiva del fracaso nacional de los últimos 50 años. Un medio siglo perdido al que, según creen, Milei pondrá fin para iniciar un período virtuoso de crecimiento, fruto del mérito individual y la vigencia de la moral pública.
Así como el kirchnerismo beatificó y convirtió en luchadores de la libertad y los derechos humanos a personajes que el registro histórico contradice abiertamente, también el candidato de LLA tiene el poder mitopoyético para ennoblecer tanto currículums como prontuarios.
El halo de lo “nuevo y no contaminado” llega a abarcar a prominentes exfuncionarios y herederos (políticos y familiares) de figuras relevantes de gestiones en las que campearon el enriquecimiento particular a expensas de bienes públicos o la comisión de delitos graves al amparo del Estado. Desde la corrupción hasta la comisión de crímenes de lesa humanidad. Los pecados mortales pueden convertirse en virtudes cardinales. O, al menos, ser indultados y limpiados de la historia individual y colectiva. No es la primera vez.
“El estrechamiento de las oportunidades económicas durante más de una década, la transformación de las condiciones laborales, el incendio del progresismo, los procesos tecnológicos y culturales que habilitan la autonomía individual, la desconfianza frente al Estado y la voluntad de superación de la agonía inflacionaria” son algunas de las razones de la adhesión a Milei, sobre todo juvenil, que el sociólogo Pablo Semán y el antropólogo Nicolás Welschinger encuentran a partir de una investigación en curso que están realizando entre jóvenes de 17 a 26 años del AMBA. El trabajo fue anticipado en un artículo que los autores, a los que nadie puede imputar de derechistas, publicaron en la edición argentina de mayo de Le Monde Diplomatique .
En esa nota, los intelectuales agregan una afirmación más que relevante: “El conjunto de situaciones que viven los jóvenes ha desencadenado desde la desconfianza al futuro hasta la bronca contra todo lo que está ahí. Pero limitar todo al envión de los sentimientos es un error doble: se ignora que los votantes de Milei sí tienen una posición política y se objeta la pregnancia de los sentimientos, cuando en políticos de otra orientación ideológica se considera a los sentimientos como un rasgo de positiva actualidad […] Que el voto a Milei o Patricia Bullrich se apuntale sobre los sentimientos no tiene nada de diferente ni de extraordinario respecto de la izquierda o del peronismo”. Desafiando prejuicios, podría llamarse el trabajo.
El final del artículo es más contundente aún: “Como lo preveían los apologistas de la confrontación, [los jóvenes] toman partido, pero en dirección contraria a sus deseos”, dicen Semán y Welschinger.
Las conclusiones apresuradas y caricaturescas hechas sobre el joven que, cuando asistía al acto kirchnerista del 25 de Mayo, le dijo a un cronista de televisión que iba a votar por Cristina Kirchner y que, si esta no se presentaba, lo haría por Milei, merecerían ser revisadas.
Son llamados de atención especialmente para los comandos de campaña y los gurúes de las dos coaliciones que dominaron la última elección presidencial y que ahora día tras día parecen empeñadas en autoinfligirse daño. Los últimos días de Juntos por el Cambio merecen un tratado aparte.
Hay un Milei para cada votante y también para cada uno de sus referentes. Y no todos arman su muñeco despeinado a medida por razones emocionales. Cada uno encuentra un uso para esa herramienta. Tanto para construir (su paraíso ideal) como para destruir (su largo infierno personal). Después se verá si funciona.
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