Un mensaje que no resiste distorsiones
Sólo por prejuicios o por cultivar una dialéctica tan simplificadora como distorsiva, una convocatoria a toda la ciudadanía a fortalecer la amistad social y las instituciones puede ser utilizada como un leño más para arrojar a la hoguera de la polémica.
La declaración de los obispos es una reiteración escueta y necesaria de su último documento, que propuso como meta para el Bicentenario la erradicación de la pobreza.
La decisión de emitir ese texto, adoptada por los obispos de la Comisión Permanente, expresa una actitud responsable y es coherente con el contenido de aquel pronunciamiento de noviembre, en el que se dijo que sólo el diálogo hará posible concretar los consensos necesarios. Más aún en tiempos de crisis global cuando el posible crecimiento de la pobreza debe ser respondido con "el esfuerzo, la unidad y la solidaridad de todos los argentinos".
Cuando se emitió, ese documento fue puesto en manos de la Presidenta y la entrevista con la cúpula episcopal encabezada por el cardenal Jorge Bergoglio fue debidamente interpretada como otro paso de distensión en la relación del Gobierno con la jerarquía católica. Después de aquella conversación la Presidenta fue invitada por la Comisión Justicia y Paz a la misa de Luján para memorar los 30 años de la mediación papal en el conflicto austral que evitó la guerra con Chile.
"Los argentinos necesitamos encontrarnos entre nosotros? privilegiar el bien común por sobre intereses personales y grupales, y dialogar más para lograr acuerdos sólidos", dijo en su homilía monseñor Jorge Casaretto. La Presidenta, que habló luego frente a la Basílica, cerró así: "Para preservar la paz, lo primero que hay que preservar es la democracia y para preservar la democracia, hay que luchar por la justicia y la equidad". Pero más que para apreciar sintonías la atención debió estar puesta en cuidar que la Presidenta y el vicepresidente Julio Cobos estuvieran lo suficientemente distantes como para no saludarse.
Como en noviembre, los obispos volvieron a proclamar que en democracia el modo menos tentador, pero más sabio de procesar los conflictos es el de procurar consensos con diálogo.
¿Acaso podría molestar hoy esa reiteración? No le faltan indicios al Gobierno de la disposición episcopal para contribuir a mejorar el clima de diálogo entre las dirigencias a través del apoyo y el fortalecimiento de las instituciones de la República. También en su resumen de ayer se evitó caer en reduccionismos y se valoró "como un don la pluralidad de miradas sobre la cuestión social y política".
Seguramente si hubiera esperado unos minutos, el ministro de Justicia no hubiera necesitado apelar a una ironía de dudoso gusto ("no nos ayuden más") porque habría reparado en que la declaración episcopal no contiene apreciación alguna sobre la inseguridad. Aníbal Fernández no estaba respondiendo a la declaración que aún no se había difundido, sino a expresiones del vocero de la Conferencia Episcopal, molesto, además, por la presencia del presbítero Guillermo Marcó en el acto de la Plaza de Mayo.
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