Un mensaje para renovar expectativas
La breve cadena nacional de Javier Milei buscó insuflar ilusiones en los propios así como deslegitimar a los críticos, ante el primer test real para el oficialismo y la oposición: la marcha en defensa de la universidad pública
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No fue sólo la exhibición gozosa de logros conseguidos ni apenas la ratificación de un rumbo. El Presidente se propuso algo más con la cadena nacional autocelebratoria de los números positivos de los primeros tres meses de gobierno.
El objetivo central de la comunicación oficial (no explicitado, pero evidente) fue recrear expectativas, renovar el horizonte sobre la base de éxitos financieros ante unas pocas concreciones masivamente perceptibles (como la desaceleración inflacionaria) y muchas restricciones en el plano de la economía real. Sobre todo, en el de la microeconomía doméstica. Es decir, en el bolsillo de los argentinos.
No debían esperarse anuncios de importancia, habían advertido en la Casa Rosada, y no los hubo, a pesar de los deseos de los operadores del mercado, que le dieron un marco optimista en las horas previas al discurso. Quienes tenían esas altas expectativas debe haberse sentido frustrados.
El austero mensaje, leído con el apuro que el Presidente suele imprimirle a sus cadenas nacionales, trató, ni más ni menos, que de dotar de sentido a números que para los argentinos comunes pueden resultar abstracciones lejanas. Una remake glorificada de la consigna menemista “estamos mal, pero vamos bien”, que podría traducirse ahora en “no estamos tan mal y vamos bien”. O la promesa macrista de “los brotes verdes están a la vuelta de la esquina”. La reafirmación y revalorización de la reducción del déficit fiscal fue el epítome de esa presentación.
También Javier Milei buscó poner en valor, y no solo reconocer, lo aportado en este primer trimestre por el equipo económico, que, encabezado por el ministro Luis “Toto” Caputo, lo flanqueó como si fueran edecanes de traje y corbata. Custodios, al mismo tiempo, de las cuentas públicas y de la figura presidencial. Una manera de descalificar las críticas de sus colegas liberales expresadas en los últimos días. La confianza en las palabras, en los incipientes logros financieros y en las puestas en escenas parece tan elevada como en las “fuerzas del cielo”, a las que el Presidente volvió a invocar, junto a otras referencias bíblicas.
La fecha elegida para el mensaje también estuvo alejada de las casualidades. No se cumplían los 100 días de Gobierno, que ya pasaron hace un mes, y tampoco se la estableció por el mero hecho estadístico de que el Presidente ya cuenta con los indicadores del primer trimestre de gestión, que le permiten sostener su narrativa con la pretendida condición irrefutable de los datos.
Milei y su hasta acá exitoso equipo de comunicación saben que están en las vísperas de un acontecimiento político, de cuyo resultado puede surgir una reafirmación de su capital político o el germen de la resurrección opositora.
La marcha en defensa de la universidad pública y en contra de los recortes presupuestarios, en la que prometieron confluir este martes docentes, estudiantes, intelectuales, trabajadores, artistas y dirigentes políticos, sindicales y sociales asoma como el primer test real tanto para el oficialismo como para la oposición.
Además de la cantidad de asistentes, importará la composición de los manifestantes. Cuántos y quiénes. El grado espontaneidad y de diversidad social de los participantes será un dato tan relevante como el número. Si queda restringida al universo de los convocantes, el Gobierno saldrá airoso. Si la protesta expande sus fronteras a otros sectores será un llamado de atención, que se suma a algunas señales, tenues por ahora, que están siendo monitoreadas por el oficialismo.
Los impulsores de la marcha (muchos de los cuales tienen en crisis su legitimidad) son los contradestinatarios del discurso de anoche. Son parte de “los que no la ven”. Lo dijo Milei. Enfrente están los destinatarios obvios, “los que la ven” y a los cuales hay que alimentar con insumos para que la fe no flaquee. Son los votantes duros y convencidos, y, sobre todo, ese 25% de electores blandos que se sumaron en el balotaje y podrían dudar ante la permanencia de las dificultades cotidianas y la postergación de los logros imaginados (aunque no necesariamente prometidos).
En este contexto preprotesta, el metamensaje de la cadena nacional vendría a ser: “Esto es lo que logramos con el ahorro, mientras los que marchan quieren que sigamos con el despilfarro y el desmanejo de los recursos públicos que nos trajeron hasta acá”. Buenos y malos.
La marcha en contra del ajuste a las universidades no es, de todas maneras, el único ni el principal disparador del mensaje, aunque sí una de las causales por su visibilidad y potencial amenaza en la esfera pública. La popularidad del Presidente, a pesar de la crítica situación económica vigente, es el gran capital político con el que cuenta y que necesita mantener para seguir adelante.
Al Gobierno y particularmente a la hipersensible epidermis de Milei a lo que ocurre en la redes sociales empieza a irritarlos un leve, pero perceptible, cambio en el territorio virtual, donde hasta acá el oficialismo era hegemónico. “Se habla mucho de los trolls oficialistas, pero nadie habla de los de la oposición, que están cada vez más activos”, se queja un alto funcionario del Gobierno.
Territorios en disputa
Entre los especialistas en comunicación digital hay explicaciones diversas respecto de la espontaneidad y representatividad de los actores de una disputa menos desigual que empezó a percibirse recientemente en las redes entre cuentas oficialistas y opositoras. Pero si se trata de militantes/trolls o de participantes genuinos parece menos importante que el hecho de que el terreno en el que Milei y los libertarios forjaron su éxito esté ahora en cuestión. “Las negras también juegan”, diría un veterano político.
Sin embargo, ese no es el único punto de relevancia de este escenario en incipiente formación. El hecho objetivo y mensurable de que aumenten, aunque sea levemente, las interacciones negativas respecto del Presidente o del Gobierno es quizá menos relevante que un elemento netamente subjetivo, como el impacto que causan en el ánimo presidencial. El “diario de Yrigoyen digital” o el algoritmo presidencial no son inmunes ni están blindados ante la actividad (genuina o motorizada) de los opositores hostiles que habitan en las redes.
“Más allá de lo mucho que Javier se dedica a seguir los números de la gestión (que es lo que más lo ocupa y preocupa), o a las escasas relaciones personales que cultiva y atiende, lo cierto es que está mucho tiempo solo y las redes son su refugio en esos momentos. Es casi un tic y no es indiferente a los comentarios negativos, aunque está convencido de que la mayoría forman parte del ejército digital de la oposición. Por eso reacciona y los combate”, explica uno de sus colaboradores.
La deslegitimación de esos críticos virtuales no lograr ocultar que, en todo caso, hay una fisura en una de las herramientas fundamentales de la construcción libertaria y eso lo advierten hasta los consejeros en estrategia comunicacional que intentan que las malas “vibras” nunca le lleguen al Presidente. Lo hacen para preservarlo y preservarse. La volatilidad del ánimo presidencial es proverbial. La razón no siempre prima en la toma de decisiones.
Por eso, el contenido del mensaje de anoche buscó tanto alimentar a los propios, como quitarle argumentos a los que intentan ponerse de pie frente al Gobierno, lo que hasta ahora no han conseguido.
La vigencia en el presente de las fracasadas tres administraciones precedentes, los sucesivos papelones y tiros en los pies de los actuales opositores y el temor a un fracaso de la actual gestión operan fuertemente sobre el ánimo social y pesan decisivamente sobre la dirigencia identificada con esas administraciones
El momento también está vinculado con las negociaciones políticas, que han entrado en la fase decisiva, destinadas obtener los votos necesarios para la aprobación de la primera ley enviada por el Gobierno, después de cuatro meses y medio gestión.
“Son muchos los actores económicos y políticos que esperan que traspasemos esa frontera que hasta acá no hemos podido superar. No solo por los palos en la rueda que ponen los opositores. Los inversores necesitan ver que las medidas tienen suficiente respaldo jurídico y que el Gobierno cuenta con capital político, más allá del apoyo ciudadano, para llevar a cabo sus políticas”, admiten en la Casa Rosada.
La referencia a que no solo los tropiezos legislativos han sido responsabilidad de los opositores es una admisión de los problemas y fragilidades de la construcción oficialista, que en el Congreso tiene manifestaciones de improvisación, problemas de liderazgo y ausencia de conducción idónea estrepitosas.
A los problemas y recambios en la conducción de los bloques de La Libertad Avanza en las dos cámaras o los desplazamientos escandalosos, como es el caso de la diputada Marcela Pagano al frente de la relevante Comisión de Juicio Político, se suman las sospechas sobre la lealtad de la vicepresidenta y presidenta del Senado, Victoria Villarruel, que alimentan y agitan las tropas digitales oficialistas.
El último episodio que la tuvo de protagonista a Villarruel con el escandaloso aumento de las dietas de los senadores abrió otras miradas críticas en las cercanías del Presidente. “Mayans [por José, líder del bloque kirchnerista) y otros veteranos de la casta del Congreso les tendieron una trampa y cayeron como escolares. El objetivo era entusiasmarlos con la suba a sabiendas de que Milei lo iba a criticar, con el objetivo de ponerlos en contra del Presidente y agrietar aún más el bloque”, explican operadores políticos de la Casa Rosada.
En tal complejo escenario, el breve mensaje de anoche cumplió con el cometido de explicitar y poner en valor los números positivos de los tres primeros meses de gestión, así como de criticar y deslegitimar a quienes cuestionan lo hecho y el inalterable rumbo elegido.
Los días por venir demostrarán si también logró el propósito de renovar expectativas e ilusiones de la sociedad mientras “atraviesa el desierto” de camino a la “Tierra prometida”. Este martes podrá verse en las calles una primera respuesta. El Gobierno y la oposición afrontan un examen crucial.
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