Un mar de incoherencias
Massa es un candidato menemoide, subordinado al gobierno norteamericano y asociado a una camarilla de contratistas del Estado; es dificilísimo que la franja más movilizada del kirchnerismo se sienta reflejada en su candidatura
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Maniobró e hizo maniobrar a sus subordinados durante meses hasta conquistar la candidatura presidencial que tanto había desmentido y que tanto había soñado. Se propuso humillar a su enemigo Daniel Scioli y lo logró. Ejecutó el milagro de reunir el respaldo de Cristina Kirchner y de Alberto Fernández al mismo tiempo. Retuvo el Ministerio de Economía, desde el cual negocia, en el filo de la cornisa, la continuidad del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. En esas alturas, y con estas dificultades, quedó establecido Sergio Massa.
Por eso es más raro el lanzamiento que eligió para este tramo decisivo de su carrera: colocar bajo el microscopio a la comarca de Tigre para tomar venganza del intendente Julio Zamora. Massa pretende que Zamora desista de competir por la reelección postulándose en Unión por la Patria para que la única candidatura de esa coalición sea la de su amadísima esposa, la presidenta de Aysa, Malena Galmarini. La definición del acuerdo con el Fondo y la definición de las candidaturas municipales de Tigre están previstas para las próximas 48 horas. No está claro a cuál de las dos el ministro de Economía está prestando más atención.
La guerra de aniquilamiento que emprendió Massa contra su viejo aliado ha adquirido una resonancia de primera magnitud. Es natural. Todo lo que emprenda Massa en estos tiempos tiene esa dimensión. Zamora denunció que desde el entorno del ministro de Economía presionaron a varios funcionarios de su gobierno para que se alejaran de sus cargos. Cuatro lo hicieron. Entre ellos, Mario Zamora, su hermano, responsable de la Secretaría de Gobierno. Se fueron también el secretario de Hacienda, el de Protección Ciudadana y el subsecretario de Redes Urbanas. El intendente recibió las renuncias acompañadas de explicaciones escabrosas: amenazas de allanamientos que realizarían fiscales de la zona norte, basándose en razones imprecisas. Esas intimidaciones, aunque fueran ficticias, sonaban verosímiles.
Massa siempre tuvo una asociación muy estrecha con la Justicia provincial de su región, como quedó demostrado en la protección inquebrantable que el Frente Renovador prestó al exfiscal Claudio Scapolan, acusado de encabezar una banda de policías involucrados en el tráfico de drogas.
Zamora recurrió a los medios de comunicación para ventilar estos episodios. Los interpretó como un escarmiento por no haber retirado su candidatura a la reelección como intendente. Massa se la habría exigido el lunes pasado por la noche, en el restaurante Roldán. Es ese segundo hogar donde los Massa suelen celebrar sus multitudinarios cumpleaños. Los dueños de Roldán, José Luis Manzano y Daniel Vila, también controlan Edenor y América TV. Zamora se quejó de cierto acoso mediático. Si no consigue convalidar su lista dentro de Unión por la Patria, el intendente deberá postularse por un partido vecinal.
Las últimas novedades indicaban que Massa solo admitía que Zamora participe de la lista encabezada por su rival Juan Grabois. Gran generosidad con Grabois en su propio feudo. Parece difícil que Zamora acepte esa propuesta. Más probable es que vaya con su propia oferta, solo local. Un desenlace que perjudica a Axel Kicillof, que perdería los votos que podrían llegarle a través Zamora. Pero Massa no está para cuidar los intereses de Kicillof. Anoche se habían oficializado las listas de Unión por la Patria en 134 partidos de la provincia de Buenos Aires. Solo había discordia en la tierra de los Massa.
La venganza
La pequeña peripecia de Tigre merece atención porque proyecta una imagen agigantada de ciertos rasgos del estilo Massa. Uno de ellos es la obsesión por el poder. ¿También por la venganza? Es llamativo que el primer emprendimiento del candidato a presidente sea enredarse en una batalla vecinal. Es cierto: es la batalla de su esposa, que tiene sobre él una gravitación determinante. También queda al desnudo una insospechada impotencia. Massa es el candidato del Gobierno. Cuenta con el respaldo de todo el peronismo. Controla los recursos del Ministerio de Economía; de los ministerios de Transporte de la Nación y de la provincia, y maneja la Secretaría de Energía, además del Enacom. Su pareja y candidata, Galmarini, preside Aysa, la empresa de aguas. Conocen Tigre como la palma de su mano. ¿Necesitan que Zamora abandone Unión por la Patria? ¿No pueden derrotarlo en una interna? La pregunta esconde una profundidad insospechada. La afluencia de vecinos de clase media y media alta a Tigre, atraídos por nuevos emprendimientos inmobiliarios, cambió la sociología del distrito. Y Massa no llega a esos sectores como antes. Está asimilado al kirchnerismo. Esa novedad puede ser crucial en su campaña.
El otro mensaje inconveniente que llega desde Tigre es que el método aplicado con Zamora puede ser un espejo que adelanta una modalidad de manejo del poder. Massa puede resultar ajeno para una extensísima franja kirchnerista por su interpretación de la economía; por su alineamiento internacional; por su concepción de la seguridad pública. Pero expresa una continuidad inconfundible en una cultura para la cual el poder que no abusa es una mera atribución. A Cristina Kirchner no la sorprende esta familiaridad. Sabe que su teoría del lawfare debe mucho a las relaciones de Massa con jueces como Claudio Bonadio. O con fiscales como Guillermo Marijuan. El candidato toca ahora la misma cuerda pero con sentido inverso. Antes de presentar cualquier otro equipo de trabajo, anunció la creación de una cuadrilla judicial, ofensivo-defensiva, encabezada por Gregorio Dalbón, el abogado de trinchera de la vicepresidenta.
Mientras se empeña en sus retaliaciones tigrenses, Massa debe distraerse en el tironeo con el Fondo. La espada de la devaluación sigue pendiendo sobre su cabeza, si es que pretende un adelanto de desembolsos. El jueves pasado el desenlace quedó en suspenso. El directorio no pudo sesionar por falta de quorum. En las últimas horas hubo reuniones informales de los representantes del G-7 en el organismo para, coordinados por los Estados Unidos, definir el comportamiento frente a la Argentina. La hipótesis más extendida era anoche que se realizará el giro convencional: los 4400 millones de dólares de junio y julio. El país tiene vencimientos por 5400 millones en ese bimestre. ¿Qué pasaría con los 1000 millones que no están cubiertos? Esa es la discusión. ¿Habrá desembolsos más ambiciosos, como, por ejemplo, adelantos del año próximo? Nadie apuesta por eso.
Massa pretende realizar una fantasía: conseguir más dinero y prometer que, si gana las elecciones, devalúa al día siguiente. ¿Los Estados Unidos lo apoyarán en esa propuesta? Demasiado audaz. Aun cuando para los responsables de la política latinoamericana de Washington, él siempre fue el candidato preferido en el oficialismo. En Juntos por el Cambio claman con la misma letanía que reiteraba el peronismo para hostigar a Mauricio Macri: “El Fondo interviene en la política interna ayudando al triunfo de un partido”.
Massa es un candidato menemoide, subordinado al gobierno norteamericano y asociado a una camarilla de contratistas del Estado. Es dificilísimo que la franja más movilizada del kirchnerismo se sienta reflejada en su candidatura. Para lograrlo, Cristina Kirchner debió retorcer las reglas de la lógica hasta sumergir al oficialismo en el mar de la incoherencia.
Para humillación de Massa, la vicepresidenta explicó que debió obedecer a los gobernadores que exigían una lista de unidad. Después de recordar, con envidiable sentido del humor, que ella detesta ser autorreferencial, afirmó que su candidatura era la más competitiva. Pero debe soportar la proscripción. Por eso el plan B era Eduardo “Wado” de Pedro, quien tampoco pudo postularse porque Alberto Fernández lo habría vetado. El país conoce a una nueva señora de Kirchner, que agacha la cabeza frente a los caudillos de provincia y se resigna sin chistar al capricho del Presidente. La realidad es otra: esas imposiciones han sido providenciales porque permitieron que el candidato sea Massa y, por lo tanto, la probable derrota sea de Massa. Massa es el bendito plan C. El bendito candidato de descarte.
Lo explicó ella el lunes pasado, en un discurso destinado a justificar el descalabro peronista. Fue en la ceremonia de repatriación de un avión con el que se realizaron algunos de los diabólicos vuelos de la muerte de la dictadura militar. Pero entre tantas referencias a Massa, De Pedro, Alberto y Scioli, no quedó tiempo para decir una palabra sobre esa historia negra. Son detalles. Lo importante es que en esa ceremonia inaugural se puso de manifiesto que Cristina Kirchner está feliz de que le hayan impuesto la candidatura de Massa. Si el Gobierno pierde, el responsable será Massa. No ella, que designó a Fernández y es la vicepresidenta de ese mismo gobierno. Para reforzar ese problema, el Presidente no tuvo mejor iniciativa que organizar una reunión de gabinete que le permitió aparecer adoctrinando a los integrantes de la fórmula, Massa y Agustín Rossi, durante una caminata que para los candidatos debe haber resultado interminable. Otro desafío para Massa: qué hacer con el fuego amigo que le destina Fernández con solo ponerse cerca. Destrezas de un passive aggressive.
Todo debe sacrificarse en el altar de la unidad. Suena bien, pero es mentira. En Unión por la Patria hay dos candidatos a la presidencia. Massa y Grabois, que lleva en su fórmula a Paula Abal Medina, hija del célebre artífice del regreso de Perón y de la exministra Nilda Garré. Ayer, Grabois y Abal firmaron una declaración en la que se lee que su plan inicial era Wado de Pedro, pero que “a Wado lo volteó el sistema”. Para que quede más claro, aseguran que Massa es un candidato para dar tranquilidad al 1% de la sociedad. ¿Qué opinará Cristina Kirchner de esa descalificación? ¿Qué pensará Massa? Esta segunda incógnita es interesante porque Grabois no es un navegante solitario. Su nombre encabeza las listas del kirchnerismo.
Dicho de otro modo: Cristina y Máximo Kirchner lo llevan también como su propio candidato. Beneficio que le negaron a Scioli, un dirigente puesto en valor desde que confiesa que el Presidente lo traicionó y Santiago Cafiero le robó una banca. En el caso del diputado Kirchner, la promoción de Grabois es indispensable para que los votantes a los que puede aspirar La Cámpora no huyan hacia el Frente de Izquierda. Como es obvio, se trata de una salida provisoria. Una vez que se celebren las primarias y que Massa sea el candidato único del oficialismo, es posible que los votantes de Grabois busquen una opción fuera del peronismo.
Massa intenta producir el mismo efecto en las filas rivales. Por ejemplo, trata de encontrar alguna combinación con la candidatura de Juan Schiaretti. Pretende que sea un homenaje a su vieja alianza de 2015 con José Manuel de la Sota. Imposible. Schiaretti hace política en una provincia en la que Macri sacó en 2019 más del 60% de los votos. Y aquel Massa era el Massa que barrería con los ñoquis de La Cámpora y metería preso al kirchnerismo. Además, hoy Schiaretti lleva como compañero de fórmula a uno de los dirigentes que más detestan al ministro de Economía: Florencio Randazzo. Schiaretti sigue planteando, mientras tanto, otro enigma: ¿Habrá algún acuerdo con Horacio Rodríguez Larreta? Es una pregunta interesante, porque la candidatura del cordobés amenaza con restar votos al jefe de gobierno porteño. Hay una intersección, no se sabe de qué tamaño, en la que los votos de Massa, Larreta y Schiaretti se superponen.
La otra intriga a la que está abocado el massismo es el fortalecimiento de Javier Milei. Tigre fue, de nuevo, la sede del primer escándalo. Como reveló Daniel Bilotta, el dirigente de La Libertad Avanza Martín Urionagüena denunció un acuerdo por el cual los líderes principales de su partido entregaron la lista de esa localidad a Massa. Urionagüena dijo tener un audio de Malena Galmarini en el que le comunicaba que ella presentaría las candidaturas de La Libertad Avanza en la Justicia Electoral. El primer candidato a concejal de esa fuerza en Tigre es Juan José Cervetto, antiguo funcionario de la gestión municipal de Massa.
Como se informó en su momento, es llamativa la cantidad de viejos dirigentes del Frente Renovador en las listas bonaerenses de Milei. Raúl Pérez, un hombre clave en las gestiones políticas del ministro de Economía, pone mucho énfasis en desmentir que esas afinidades sean el resultado de reuniones suyas con Sebastián Pareja, el encargado de tejer la urdimbre bonaerense de La Libertad Avanza. Pérez ha sido, aquí sin dudas, el responsable de las sigilosas gestiones que derivaron en que los gobernadores del norte le dieran a Cristina Kirchner el alegrón de imponerle la candidatura de Massa. Massa le debe un gran trabajo.
Con independencia de especulaciones y habladurías, el ecumenismo de Milei es asombroso. Designó apoderado de su partido al controvertido abogado Santiago Viola, hijo de Claudia Balbín, histórica compinche de María Servini de Cubría, la jueza nacional electoral. No haría falta recordar que los apoderados representan a los partidos ante los juzgados electorales. Otra sorpresa aparece en la fórmula provincial bonaerense. La candidata a la gobernación Carolina Píparo es secundada por Francisco Oneto, uno de los defensores de los cinco iraníes que tripulaban el avión venezolano que fue retenido por la Justicia hace un año. Por supuesto, el servicio de defensa no supone adhesiones geopolíticas. Pero llama la atención que el patrocinante de los iraníes esté en la lista del candidato que promete, de llegar a la presidencia, mudar la embajada en Israel de Tel Aviv a Jerusalén como primera medida de gobierno.
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