Un informe de la Iglesia alerta sobre la crisis y revela que solo el 29,8% de los alumnos participó de clases virtuales
El Observatorio de la UCA y Cáritas transmitieron su preocupación por la profundización de la brecha social y los crecientes niveles de pobreza
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La crisis de la pandemia por el coronavirus y las medidas impuestas por el aislamiento obligatorio profundizaron durante 2020 la brecha social, con una pobreza multidimensional del 44,2%, que crece hasta el 54,3% en el conurbano bonaerense y presenta graves deficiencias en contextos vulnerables.
El 70,7% de los argentinos encuentra dificultades para acceder, al menos, a algún derecho básico esencial (vivienda digna, alimentación, salud o empleo, por ejemplo) y apenas el 29,8% de los menores de 17 años participó el año pasado de clases remotas en la escuela por plataformas virtuales (Zoom, Teams o Classroom).
Los números se reflejan en un informe del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (ODSA-UCA), presentado junto con Cáritas, que llamó a participar activamente el sábado y domingo próximos en la colecta anual destinada reunir fondos para sostener los programas de ayuda inmediata y de promoción humana, y poner un freno a las consecuencias de la emergencia. Este año, dado el contexto sanitario de pandemia por coronavirus, la actividad tendrá un fuerte impulso de manera virtual.
“El panorama que se presenta nos habla de esta Argentina en crisis, que se encuadra dentro de la pandemia, pero que no es solo sanitaria sino social y económica, y afecta a todas las familias. Cáritas hace el llamado para que todos podamos responder ante este desafío”, indicó el presidente de la organización católica, Carlos Tissera, durante el encuentro virtual de este mediodía, en el que se expuso el informe. “Pedimos a los dirigentes políticos, empresarios, organizaciones civiles y sindicatos que nos unamos ante la necesidad”, agregó.
Con la difusión de este relevamiento, la Iglesia se propuso concientizar acerca de la curva ascendente de la pobreza, que extiende las desigualdades y castiga con especial severidad a las familias de menores recursos.
“Un rostro detrás de cada número. Radiografía de la pobreza en la Argentina” es el título del informe, que analiza la situación social del país y las políticas aplicadas para la crisis. Fue presentado esta mañana por Tissera (obispo de Quilmes) y el director del Observatorio, Agustín Salvia, junto a Ianina Tuñón, coordinadora del programa Infancia del ODSA-UCA), y el director ejecutivo de Cáritas Argentina, Nicolás Meyer, entre otros.
Desigualdad educativa
La medición del Observatorio refleja la creciente preocupación por las desigualdades que arrojó la suspensión de clases en los colegios en el primer año de la pandemia. La mitad de los alumnos (51%) tuvo solamente contactos con la escuela por las redes sociales (WhatsApp, Facebook, Instagram), sin acceder a las clases virtuales, y el 9,8% se comunicó con el colegio por teléfono.
Pero las proporciones tuvieron una fuerte variación según los estratos sociales. En el sector medio profesional, el 72% accedió a las plataformas virtuales, mientras que en la clase baja marginal solo el 11,3% se contactó con sus docentes por esa vía. La mayoría de este sector social (69,6%) transitó el año escolar por WhatsApp, Facebook e Instagram, alternativa que manejaron el 49,6% de los chicos del sector bajo integrado y solo el 22,7% de las familias de la clase media profesional.
“La interrupción de la asistencia escolar puso en evidencia la centralidad de la escuela como tecnología al servicio del proceso de enseñanza y aprendizaje, y espacio privilegiado de socialización secundaria”, señalaron los responsables del estudio. Adviertieron, además, sobre las disparidades y desventajas que afectaron en mayor medida a los estudiantes más vulnerables.
Para los investigadores del ODSA-UCA, los “efectos nocivos” del aislamiento obligatorio en la economía, en los ingresos y en las condiciones de vida de la población tuvieron repercusiones en la incidencia de la pobreza y la indigencia, y en particular en el acceso a los alimentos.
“Nuestras deudas sociales son estructurales y hay que abocarse con políticas de acompañamiento”, dijo Salvia, en un llamado al Estado a participar activamente en la resolución de las “injusticias de la sociedad”, entre las que mencionó la falta de acceso a la alimentación y la salud, a los servicios básicos, a la vivienda digna, a la educación, al empleo, y al saneamiento ambiental y de vivienda. “La pobreza es multidimensional y estructural en un cuarto –un 25%– de la población argentina. Solo un 28% de la Argentina está liberada de la pobreza”, afirmó el director del Observatorio, tras presentar los indicadores del informe.
Según los datos relevados, la pobreza muestra una tendencia creciente, particularmente en los sectores sociales más bajos, en la última década. En el sector marginal, esa dimensión múltiple de la pobreza pasó del 46,8% en 2010 al 76,7% en 2020. En el estrato bajo integrado –al que pertenecen, por ejemplo, los cuentapropistas–, el salto fue del 39,% al 51,2%, mientras que, por el contrario, el sector medio no profesional mostró cierta estabilidad, con un 7,7% de pobreza multidimensional en 2010 al 9,5% en 2020.
La población del sector medio profesional, en cambio, mejoró su situación, ya que en ese segmento la pobreza descendió del 2,5% al 1,3% en esos diez años.
En el conurbano, la pobreza llega al 54,3%, frente a un 11,5% en la Ciudad de Buenos Aires, 36,4% en ciudades grandes del interior, como Córdoba, Rosario y Mendoza, y un 36% en ciudades de menor envergadura. En todos los casos se vislumbra una tendencia en alza.
Salvia afirmó que la crisis estructural está vigente en la Argentina desde comienzos del siglo XXI. “Venimos de tres décadas de la ausencia de un modelo que nos proyecte como una sociedad de progreso, y no hemos tenido cambios estructurales, más allá de aprovechar algunos contextos económicos afortunados. Necesitamos más pequeñas empresas, un mercado interno más riguroso, una población con mayores calificaciones, una infancia con más educación”, afirmó.
En esta línea, el sociólogo e investigador destacó el impacto negativo que tiene la inflación sobre el progreso económico. “El fenómeno inflacionario derrumba cualquier certidumbre. La sociedad no puede invertir en su propio capital humano. Hoy, hay que empezar con el diálogo de los diferentes, eso ya sería un cambio estructural, es urgente. En segundo lugar, se necesita crear más trabajo para erradicar la pobreza. Eso significa más y mejores inversiones tanto publicas como privadas”, detalló.
Impacto de los planes
La ayuda del Estado mediante planes sociales no pudo impedir el avance de la inseguridad alimentaria. La asistencia de comida gratuita en espacios escolares y comunitarios llegó en 2020 al 40% de los menores de 17 años, cuando hace una década recibían la ayuda alimentaria el 26,1% de los chicos, pero, aún así, “un 16% de chicos atravesaron situaciones de hambre el año pasado”, según indicó Tuñón, la coordinadora del programa Infancia, durante la presentación de hoy.
A modo de ejemplo, los disertantes hicieron referencia a la diócesis del partido bonaerense de Merlo, que en abril de 2020 gestionaba seis ollas populares, y, para noviembre, eran 71 las bocas de alimentación desplegadas en el mismo territorio. “La pandemia visibilizó la gran desigualdad”, insistieron.
El relevamiento desmenuza, además, la tasa de pobreza del 44,2% en el contexto de la crisis y las ayudas sociales del Gobierno. Tiene en cuenta el impacto de la tarjeta Alimentar y concluye que sin ese beneficio, el índice de pobreza habría subido a 45,5 por ciento. Del mismo modo, sin el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) otorgado en 2020, la pobreza habría llegado al 50,6% y quitando ambas contribuciones, la medición sería del 50,9 por ciento. La escalada sería mayor sin la Asignación Universal por Hijo (AUH) y otros planes de emergencia, señalaron los investigadores de la UCA.
Sobre este punto, Salvia remarcó: “Los planes sociales cumplen con algo de alivio, pero no con inclusión. Ningún programa va a poder sacar a la población de la pobreza si no es el trabajo”. El director del Observatorio detalló que “del total de la población que busca trabajo, menos de la mitad tiene un trabajo pleno –un 43%– “.
Los números indican que la tasa de desocupación era del 8,8% en 2011 y trepó al 13,9% en el primer año de la pandemia, en las áreas urbanas. La investigación añade un nuevo elemento: la tasa de desocupación 2020 simulada, ajustada por el efecto desaliento al trabajo –producto del contexto de crisis económica y sanitaria–, que entre julio y octubre del año pasado ascendía al 28,5 por ciento. La proyección arroja un número mayor porque comprende a las personas que perdieron su trabajo durante la crisis del Covid-19 y no encontraban alicientes para salir a buscar empleo.
El informe también revela que el 30,3% de los chicos de sectores pobres mostró síntomas de malestar psicológico, proporción que en los sectores no castigados por la pobreza llegaba al 20,3 por ciento.
Durante toda la pandemia, Cáritas distribuyó alimentos a 3,2 millones de personas, cuando antes de la emergencia atendía a 1,2 millones. Con el lema “En tiempos difíciles compartamos más”, realizará este fin de semana la colecta anual, tanto en forma digital como personalmente, en las parroquias, capillas, centros misionales y plazas de todo el país. En este marco, Monseñor Tissera concluyó: “El origen de todos los males sociales es la desigualdad y eso quedó reflejado en los datos. Hay que asumir esta realidad, no todos parten del mismo lugar”.
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