Un infierno astral se cierne sobre el Gobierno
Las impugnaciones de Cristina Kirchner y sus seguidores al programa de gobierno tienen una víctima política, Alberto Fernández; y un crucificado técnico: Massa
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Alberto Fernández se abrazó a los preceptos de autoayuda del manual de presidentes en crisis. Ayer inició un largo viaje al exterior. Primero París, después Bali, donde se realizará la cumbre del G20. Disfrutará de la travesía. Lejos del bullying, participará de reuniones en las que se trata la agenda que, en serio, importa: la guerra en Ucrania, la incertidumbre energética, la inflación en los Estados Unidos y los riesgos de una recesión universal. En Francia, por ejemplo, intervendrá en un seminario sobre “Formas de mitigar los múltiples shocks que enfrenta el mundo fomentando un multilateralismo renovado”. Así debe ser la política, masculla. No arrastrarse en las miserabilidades locales. Esa sensación se vuelve más intensa a medida que la economía va ingresando a un infierno astral, donde innumerables factores estratégicos conspiran en contra del Gobierno.
La clave del viaje es una posible reunión bilateral con Xi Jinping, en Indonesia. El tema crucial para la parte argentina es el de siempre: un permiso para que los yuanes que atesora el Banco Central, se puedan convertir a dólares y ser utilizados en el mercado cambiario. El líder chino escucha esa demanda desde hace demasiados años. Y siempre dice “no”. En la conversación podría aparecer una sorpresa: que Xi sugiera que el comercio bilateral con su país se realice, en adelante, en yuanes. No en dólares. Sería un trastorno importante para las reservas del Central. Y para el alineamiento geopolítico del país.
El pedido al César comunista se relaciona con una de las pesadillas del oficialismo. Es la escasez de reservas en dólares y la posibilidad de que esa deficiencia se vuelva más aguda. El mapa de agua disponible para la agricultura que publica el Servicio Meteorológico sigue mostrando una sequía alarmante, que impide que los productores de soja se arriesguen a sembrar. Para corregir ese efecto debería llover con intensidad en las próximas cuatro o cinco semanas. De lo contrario, Miguel Pesce podría enfrentar, según los expertos en el negocio, una caída en la oferta de dólares de 8000 o 10.000 millones. Para un Banco Central cuyo stock de reservas araña los 5000 millones de dólares, representaría una catástrofe. Se entiende, por lo tanto, que Massa esté imaginando, una vez más, “poner al país de rodillas frente al campo”, según la descripción de Máximo Kirchner, ofreciendo un dólar preferencial a quienes, supone él, retienen muchas toneladas de granos en sus silobolsas. El ministro debe seducir a los mercados, sobre todo desde ayer, en que a las señales de inquietud que ya existían se agregó una toma del Banco Central organizada por mapuches. Se ve que tienen el diagnóstico correcto. Saben dónde hay que ir a presionar.
El Central perdió anteayer 145 millones de dólares; 300 millones en lo que va de la semana; 535 en lo que va de noviembre, y 1085 millones desde que se canceló el dólar soja. Este problema comienza a competir en gravedad con el del exceso de deuda en pesos. Los inversores prestan cada vez más atención a esta bomba de tiempo. Las cifras son impresionantes. Antes de fin de año vencen alrededor de 1,7 billones de pesos. Y durante los primeros tres trimestres de 2023 vencen 10 billones de pesos. Para ese año el déficit fiscal estimado es de 3 billones de pesos, de los cuales 1 billón se financiaría con emisión monetaria. Para el resto el Tesoro deberá emitir nueva deuda. Cuando se pone la lupa sobre los pasivos del Central aparece un stock de Leliqs de 8,9 billones de pesos. El doble de la base monetaria, que es de unos 4,3 billones de pesos.
Para renegociar este rascacielos de papeles el Gobierno cuenta con una ventaja: casi todos están en manos de tenedores susceptibles de ser presionados: 45% en poder de organismos oficiales, 30% de bancos, 15% de fondos de inversión y compañías de seguros, y el resto de corporaciones locales y extranjeras. Además de ejercer coerción sobre esos inversores, el Banco Central podría comprar parte de esa deuda a cambio de un tsunami de emisión, que debería reabsorber con nuevas ofertas de Leliqs. Ya lo estuvo haciendo en las últimas semanas, un síntoma de que el mercado quiere desprenderse de esos títulos. Es una forma indirecta de financiación al Tesoro por parte del Central, que las autoridades del Fondo miran con clemencia. El efecto de este festival de pesos y de bonos en pesos será una presión mayor sobre el contado con liquidación, que hará aumentar su precio. Ya se registró un movimiento similar a mediados de año, cuando el dólar llegó a 350 pesos. Auge y caída de Batakis.
Envuelto en la angustia inflacionaria, el actual asesor del ministro Gabriel Katopodis y extitular del palacio de Hacienda, Hernán Lorenzino, balbuceó su célebre programa: “Me quiero ir”. Massa insinúa la misma estrategia, pero de un modo subliminal y autocelebratorio. Su maquinaria de prensa hizo circular un cable en el que se sugería que algunos senadores norteamericanos verían con beneplácito que se lo elija para la presidencia del BID, vacante desde la defenestración del enamoradizo Mauricio Claver-Carone. Por supuesto, los voceros de Massa daban a conocer esa “información” sólo para desmentirla. Una nueva exhibición de ese interminable espectáculo de luz y sonido que es la trayectoria del ministro de Economía. Y un mensaje cifrado para Cristina Kirchner.
La sucesión de Claver-Carone forma parte de una negociación entre la Argentina, México y Brasil. Aspiran a coincidir en un mismo candidato. Deberían hacerlo entre hoy y mañana, porque vence el plazo para las postulaciones. El menos ansioso es Lula da Silva, porque si no aparece esa coincidencia, la jefatura del BIB podría recaer en el brasileño Ilan Goldfajn, postulado por el derrotado Jair Bolsonaro. Salvo que Lula consiga, contrarreloj, identificar a otro compatriota. Un economista de alto nivel, ligado a Fernando Henrique Cardoso.
¿Le saldrá? ¿Se lo habrá explicado a sus interlocutores de la región, entre ellos, a la señora de Kirchner? El líder del PT emitió un tuit informando sobre las comunicaciones telefónicas que mantuvo con el costarricense Rodrigo Chávez, el peruano Pedro Castillo, el holandés Mark Rutte, el español Josep Borrell y Cristina Kirchner. Tres presidentes, el canciller de la Unión Europea, y la vicepresidenta argentina. Una puñalada para Alberto Fernández. Es la segunda: la primera fue aceptar la gorrita “CFK 2023″ descartando la reelección presidencial.
Massa enfrenta un incómodo dilema. Si su gestión sale mal, se hundirá por mucho tiempo. El éxito está siendo muy esquivo. Pero, si le saliera bien, habrá trabajado para el Presidente y su ensoñación reeleccionista. O, lo que es peor, para reanimar el fantasma de Pichichi: Daniel Scioli sigue esperando su hora.
El ministro de Economía debe tramitar sus enormes dificultades objetivas en el peor de los contextos: una guerra despiadada de facciones que sólo produce más y más incertidumbre. Las impugnaciones de Cristina Kirchner y sus seguidores al programa de gobierno tienen una víctima política, Alberto Fernández; y un crucificado técnico: Massa. La vicepresidenta demoniza la orientación de la política económica, condenando su regresividad social y su dependencia de las órdenes del Fondo. Pero aclara que con el ministro de Economía no hay problema alguno. Como si Massa pudiera resolver problemas complejísimos en medio de un tembladeral.
Massa debe resignarse a que ese discurso de la vicepresidenta sea parte del paisaje durante todo el año electoral. En vez de ocupar un discreto segundo plano, como hizo en el comienzo de la gestión del ministro, ella reconquista la centralidad. El 17 será la única oradora en el estadio único de La Plata, su ciudad, la sede recurrente de sus grandes lanzamientos. Fernández estará volviendo desde Bali, por lo cual será presentada como Presidenta. El slogan será “La fuerza de la esperanza”. Más correcto sería “La fuerza de la nostalgia”, porque ella habla, sobre todo, del pasado. Como Lula, ella propone el regreso al paraíso perdido de sus primeras gestiones. El brasileño no menciona a Dilma Rousseff. Ella no menciona a Alberto Fernández. “Este partido no se jugó”. Lo ordenó hace tiempo.
La vicepresidenta insistirá con el fraseo que estrenó en Pilar el viernes último. Hace falta un nuevo pacto democrático para enfrentar un trance de fascistización cuya manifestación más aguda fue el balazo que Fernando Sabag Montiel intentó pegarle en la cabeza. Ese es su argumento. Reproduce el que esgrimió Lula frente a Jair Bolsonaro. Y el que los demócratas desplegaron para resistir el avance de los republicanos de Donald Trump en las elecciones de anteayer. La consigna se impuso, aunque, en muchos casos, en beneficio de los republicanos que rivalizan con Trump. Con resultados incompletos, ayer el kirchnerismo festejaba. Más festejaba Horacio Rodríguez Larreta: estaba avanzando la oposición centrista. Y perdía espacio Trump, el amigo de su principal rival, Mauricio Macri.
Para aceptar el alegato pluralista de Cristina Kirchner, hay que olvidar demasiadas evidencias. La más notoria es la dificultad de sellar un pacto democrático, que es en su esencia un pacto sobre reglas, mientras se plantea un cuestionamiento radical sobre la legitimidad de la Justicia.
El último episodio de esa contienda corrió por cuenta del ministro de Justicia. El jueves de la semana pasada, Martín Soria se dirigió por carta al presidente del Consejo de la Magistratura, Horacio Rosatti, que es, además, presidente de la Corte. La nota no se aparta de ese estilo que ya es una marca de identidad de la administración: está plagada de errores de ortografía, inconsistencias entre sujeto, verbo y predicado; disparatada administración de los signos de puntuación, etc. Pero más interesante es el contenido. Soria se dirige, en un mismo mensaje, al presidente de la Corte, para quejarse por fallos de ese tribunal; y al presidente del Consejo, para exigir que se complete el concurso a través del cual se reemplazaría a los camaristas federales Leopoldo Bruglia y Pablo Bertuzzi.
La Corte determinó que los jueces que ocupaban sus cargos por traslados desde otro tribunal, debían ocupar su sede de manera transitoria. Por lo tanto, para continuar deberían concursar y obtener el acuerdo del Senado. Hay infinidad de jueces en esta situación. Algunos tan notorios como María Servini de Cubría, que ocupa el juzgado federal con competencia electoral de la Capital Federal, o Verónica Skanata, con el mismo rol pero en Misiones. Sin embargo, Soria pide que el fallo se aplique sólo a dos magistrados. Es obvio que se trata de una selección persecutoria.
En el Senado, el kirchnerismo interpreta que la respuesta a esa misiva fue el fallo de la Corte por el cual, anteayer, se invalidó la división del bloque con la que el Frente de Todos buscó acaparar una banca más del Consejo de la Magistratura, en la persona del senador Martín Doñate. Y en detrimento de Luis Juez, del bloque del Pro. Juez pasaría, por esa sentencia, a ser consejero hasta el 21 de noviembre. Ese día habrá que renovar la representación del Senado. El kirchnerismo insistirá con Doñate, con un argumento principal: la Corte no tiene competencia para decidir la organización de las bancadas del Congreso, en especial porque aquella división impugnada se mantuvo hasta ahora. Es decir, no fue hecha sólo para montar una artimaña. El Pro, en cambio, siguiendo el argumento de la Corte, pedirá para Juez esa posición. El senador por Córdoba conquista un extraño récord: no lo quieren los seguidores de la señora de Kirchner, tampoco lo defienden los radicales, y Macri lo preferiría fuera de Consejo, tal como confesó en la reunión de la conducción del Pro de anteayer por la mañana. Curioso: Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta coincidieron para objetarlo. En todos los casos la razón de la reticencia a Juez es la misma: es un dirigente fuera de control.
Cristina Kirchner presta atención constante a la escena judicial. Prepara, además, apelaciones de las condenas por venir en tribunales internacionales. Los ataques a la Corte son parte de esa estrategia defensiva. Sin embargo, su drama principal es la economía. Problemas penales y deterioro de la vida material son dos razones por las cuales su candidatura a la presidencia es todavía una gigantesca incógnita. A pesar del clamor de su feligresía, sobre todo de La Cámpora.
Si se sigue su lógica, basada en la exaltación de su administración, habría que prestar atención a Axel Kicillof. El 20 de diciembre de 2020, también en La Plata, ella misma sostuvo que los que habían votado a Alberto Fernández lo hicieron en memoria de la política económica que había conducido Kicillof. El gobernador se resiste a ser candidato a presidente. Sin embargo, en la Casa Rosada no descartan ese destino, en especial porque es el dirigente que mejor captura el voto de su jefa. Esta hipótesis es clave para Fernández, que insiste en ir a una primaria dentro del Frente de Todos. También lo es para Martín Insaurralde, que fantasea con llegar a la gobernación en una alianza con Máximo Kirchner. Más ambiciones encontradas, más internas.
Simétrico, como siempre, de la señora de Kirchner, Macri analiza sin descanso la peripecia de la economía. Cree, con buenos argumentos, que su suerte como candidato depende mucho del nivel de turbulencia. Todavía no blanquea su ambición. Aun con un riesgo que comienza a aparecer en los sondeos cualitativos: los votantes lo ven especulando. En la reunión de la cúpula del Pro se convalidaron otras tres candidaturas presidenciales: la de Larreta, la de Bullrich y, muy alentada por Macri, la de María Eugenia Vidal. Fue un triunfo del expresidente, quien ve en Vidal a alguien que puede quitar a votos a Larreta y, si llega el caso, equilibrar a Bullrich. Macri consiguió ese objetivo, pero debió ceder en la escenografía. El conciliábulo no se realizó en su casa, ni él apareció como el mediador del conflicto entre Bullrich y Larreta. Se reunieron en un hotel y hubo seis dirigentes alrededor de la mesa. El resultado operativo fue desopilante: se estableció un sistema de alerta temprana por si Bullrich y Larreta deciden insultarse. Solución de meteorólogos.
La reunión del Pro fue bastante más prolija que la de Juntos por el Cambio, la tarde de anteayer: un zoom en el que Bullrich aparecía desde un auto, Vidal viajando en taxi y Macri con la cámara apagada después de saludar. Si no pueden organizar una puesta en escena, que era su propósito, ¿qué se puede esperar de la política?
El duelo nacional se libra, sobre todo, en la Capital. Allí Jorge Macri se ufana de ser el único candidato del Pro. Es posible, sin embargo, que Larreta promueva a otros dirigentes. Fernán Quirós, Soledad Acuña, Emmanuel Ferrario. No son las únicas cartas del alcalde. Tiene una más, valiosísima: la capacidad para fijar la fecha de las elecciones. Si las unifica con las de la Nación y engarza alguna lista porteña con su candidatura a Presidente, el juego se habrá modificado.
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