Un impulso al intercambio comercial y a los lazos en otros sectores claves
Chile es un socio comercial muy importante para la Argentina. Está en el quinto lugar en términos de intercambio, después de Brasil, la Unión Europea, China y Estados Unidos. Precisamente, es un país que le compra a la Argentina más de lo que le vende, generando un importante superávit comercial.
En 2023 le dejó a la Argentina US$4208 millones. De enero a octubre de este año, el intercambio fue de US$5828 millones, con un saldo positivo para la Argentina de US$4639 millones. La Argentina le vende aceite crudo de petróleo, gas natural, maíz y vehículos, y le compra alambre de cobre, palta y tomates en conserva, entre otros productos.
“El conflicto del Beagle fue dado por terminado por el Tratado de Paz y Amistad entre Argentina y Chile en 1984. En ese año, el intercambio comercial con Chile totalizaba los US$268 millones, y representaba cerca del 2% del comercio exterior nacional. Casi cuatro décadas más tarde, el comercio bilateral totaliza US$5800 millones. Aún descontando la inflación en dólares, la vinculación comercial con Chile creció exponencialmente en estos años”, dice Eduardo Romero, al frente de la Cámara de Comercio Argentino Chilena.
“La Argentina es el mayor receptor de la inversión chilena, más que cualquier otro país del mundo”, explica Marcelo Elizondo, especialista en negocios internacionales. Para agilizar los negocios aún hay mucho por hacer. La salida al Pacífico que provee Chile es muy importante para la Argentina, aunque “hay varios proyectos relacionados con una mejor infraestructura que no concluyeron”, apunta. Fruta y vino, usualmente, salen al mundo por las costas chilenas.
“Durante el gobierno de Carlos Menem se agilizaron mucho las relaciones económicas. Se firmaron luego más de 40 acuerdos bilaterales en distintas materias: económica, cultural, científica e incluso militares”, agrega Elizondo. También hay un convenio muy importante que evita la doble tributación y un Acuerdo sobre Controles Integrados de Frontera.
Aunque el Mercosur impide los acuerdos arancelarios por afuera del bloque, los países que lo conforman tenían acuerdos previos a través de la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi), por lo que rigen de alguna manera otras reglas, “Chile no quiso ser parte del Mercosur porque el bloque siempre tuvo una política de arancel único y alto para las importaciones. Chile, en cambio, tiene una política de arancel bajo”, continúa el experto. “En particular, hay dos pactos de reducción de aranceles con Chile. Uno es el Acuerdo de Complementación Económica (ACE 16), entre la Argentina y Chile, de 1991, para establecer las condiciones para las operaciones de intercambio de gas natural y energía eléctrica entre ambos países. El otro es el ACE 35, para la agilización de los trámites del comercio exterior, y se firmó entre Chile y el Mercosur.
Energía y crisis de confianza
La relación entre ambos países tuvo sus puntos álgidos, que se fueron limando después del mencionado Tratado de Paz y Amistad, aunque luego también hubo un momento de alta tensión. El ingeniero industrial Jorge Lapeña, exsecretario de Energía y presidente del Instituto Argentino de la Energía General Mosconi, asegura que, después del acuerdo de paz, desde el punto de vista de la energía, hubo una fuerte intensificación de la relación entre ambos países”. Recuerda que la Argentina tenía excedentes importantes de gas, fundamentalmente en Loma La Lata y se firmaron contratos para proveer de gas a Chile.
“Se construyeron varios gasoductos a fines de los 90, pero lamentablemente la Argentina tuvo un déficit energético en los primeros años de este siglo y se produjo una crisis, porque Néstor Kirchner decidió de forma unilateral cortar todos los suministros a Chile. Se originó un conflicto muy importante, que no pasó a mayores por la prudencia del presidente Ricardo Lagos. Este tema quedo superado pero no olvidado. Chile fue muy perjudicado”, dice Lapeña,
Opina que se debería haber “distribuido el problema entre los dos países. Hubo años bastante litigiosos, pero luego Chile hizo inversiones para cambiar el suministro a gas natural licuado, con plantas que no existían en América Latina, y superar la crisis por sus propios medios”, dice, y agrega que hay que trabajar para recuperar la confianza y que la Argentina debe capitalizar esta experiencia para prever en los contratos los contratiempos de esta índole y “minimizar la posibilidad de incumplirlos”.
La Argentina ahora logró un crecimiento importante en la producción de hidrocarburos a partir de la explotación de Vaca Muerta y retomó las exportaciones de gas a Chile. Romero confirma que actualmente la Argentina vende al vecino país el 40% del gas que consume, cifra que se elevará rápidamente al 60%.
Minería y cooperación
Sí hubo una muy buena experiencia en materia de minería, con un protocolo de cooperación que ayudó al desarrollo del sector a ambos lados de la cordillera. Se trata del Tratado de Integración y Complementación Minera, de 1997.
Alejandra Cardona, al frente de la Cámara Argentina de Empresas Mineras (CAEM), explica que “se aborda la cooperación de ambos países en el desarrollo minero, entendiendo que, a lo largo de toda la frontera aparece la posibilidad de realizar un trabajo conjunto por tener recursos naturales compartidos. Luego, se realizan protocolos específicos por proyecto. El tratado da el marco de cooperación para avanzar en estos desarrollos en forma conjunta”, asegura.
“Uno de los proyectos en los que más se trabajó, Pascua Lama, que es binacional, hoy está detenido, pero fue el que sentó la base de acuerdos que dieron solución a varias situaciones complejas”, continúa Cardona. “Por ejemplo, estaba el yacimiento de un lado de la frontera, pero las operaciones del otro. Había trabajadores que dormían en un país, pero que prestaban servicios en el otro. Era necesario consensuar entonces cuál era el régimen legal para esos trabajadores”, ejemplifica. “Estas cosas se resuelven en los protocolos”.
Para Romero, hay temas relevantes en la agenda para poder avanzar, entre los que cita los corredores bioceánicos, la conectividad física (aduanas integradas y el mejoramiento del funcionamiento de los pasos fronterizos) y el turismo (desarrollo y establecimiento de una “Marca País Binacional”). “Es necesario que en el corto plazo haya avances cualitativos que ayuden a que las inversiones de largo plazo se concreten. Entre estos avances podemos citar el fortalecimiento de la seguridad jurídica y la estabilidad cambiaria y fiscal, entre otras”, sugiere.ß
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