Un gobierno desmembrado en medio de la guerra mundial por la inmunidad
El principal responsable de la política de Salud de la Argentina fue desplazado de las negociaciones para conseguir un acuerdo con Pfizer que permita acceder a su vacuna. Una orden de Alberto Fernández dejó afuera de las tratativas al ministro Ginés González García. El presidente no tiene voluntad de cambiar el gabinete. Fernández prefiere correr al ministro de Salud para avanzar en la búsqueda de una de las vacunas más codiciadas en el mundo antes que mover el tablero que ideó para administrar el poder, como si separara a Ministerio de Economía para tener éxito en la negociación por la deuda. El gobierno de Alberto Fernández puede pasar de anunciar la llegada de 10 millones de dosis antes del fin de diciembre a enviar una misión desesperada a Moscú para conseguir unas miles que permitan concretar la promesa de vacunar a algún argentino antes de fin de año. En los problemas de coordinación, en el circuito que genera anuncios de imposible cumplimiento, contradicciones entre funcionarios y desautorizaciones públicas, anida una de las principales debilidades del Gobierno, más lacerante para la Casa Rosada que cualquier estrategia opositora.
"Me ubican en una mesa chica de coordinación que no existe, no hay, ojalá existiera", se lamenta un funcionario. El sistema radial de decisiones que manejaba Néstor Kirchner a manu militari mutó en el actual Gobierno en un esquema fragmentado, por momentos voluntarista, un tren que avanza con marchas y contramarchas descarnados; todo a la luz pública.
Y el contexto asedia. El mundo se convirtió en un agitado mercado persa de gobiernos que compiten por acceder a la limitada provisión de vacunas contra el coronavirus. La eficiencia de sus administraciones, el poder económico y la influencia política explican el éxito o el fracaso de sus negociaciones. De acuerdo con un seguimiento de Our World In Data, un trabajo conjunto entre la Universidad de Oxford y la ONG Global Change Data Lab, Israel, los Emiratos Árabes Unidos y Barein, son los tres países que más personas vacunaron. Ya alcanzaron a porcentajes que van de un 10 a un 20 por ciento de su población. Luego, naciones como Estados Unidos o el Reino Unido, llegaron a inmunizar alrededor de un 2 por ciento de sus habitantes. Y el resto aparece en torno al 0,5% o por debajo. Allí figura por ahora Argentina.
La novedad es que las negociaciones por las vacunas en el gobierno de Alberto Fernández llevaron a la superficie, también, las disputas que se sacuden en su interior. La misión que viajó a Rusia tuvo como principales negociadoras a la secretaria de Salud, Carla Vizzotti, a la asesora presidencial Cecilia Nicolini y a técnicos de la Anmat. Vizzotti y Nicolini fueron las responsables de interactuar con el Centro Gamaleya y los responsables del RDIF (Fondo de Inversión Rusa) para garantizar los dos embarques de 300 mil dosis cada uno. Cuando antes de Nochebuena el primer vuelo de Moscú aterrizó en Buenos Aires, la escena estaba preparada para que se fotografiaran el Jefe de Gabinete, Santiago Cafiero; el ministro de Salud de la Nación, Ginés González García, y el embajador ruso en la Argentina, Dmitry Feoktistov, con el cargamento de Sputnik V detrás. "Llegaron las primeras vacunas", celebraba el portal informativo del Ministerio de Salud. Vizzotti y Nicolini, las dos mujeres que habían protagonizado las negociaciones, habían sido intencionalmente dejadas de lado. Un castigo interno nacido en la animosidad política.
El recelo de González García contra la segunda del ministerio terminó por propalarse el martes, cuando se encargó de deslizar su malestar por el traspié de la secretaria. Vizzotti reveló la discusión interna que existía en el Gobierno sobre la conveniencia de aplicar una sola dosis de la vacuna rusa para alcanzar al doble de la población, aunque con una protección menor. No mintió. El problema de la funcionaria fue anticipar una resolución que el Gobierno quería aplicar en la práctica, pero silenciosamente. Se fundaba en las promesas de Moscú de que una aplicación de la Sputnik V genera niveles de inmunidad, menores pero reales, más allá de los diferentes componentes entre una y otra dosis. Con el traspié, el ministro creyó ver la oportunidad para recuperar espacio perdido por sus propias limitaciones. El problema de González García es que el gobierno de Alberto Fernández carece de margen para desprenderse de funcionarias eficientes.
El desliz de Vizzotti
Luego de que Vizzotti fuera obligada a desdecirse, en la Casa Rosada reconocieron reservadamente la verdad de su primera revelación. Nunca se dirá públicamente. Pero alcanza para confirmarlo con rastrear el plan de vacunación de las nuevas 300 mil dosis que ayer llegaron desde Moscú. A ningún gobernador se le indicó que debían ir en busca del mismo personal de salud que recibió la primera dosis.
La desconfianza sobre González García también lo apartó de las tratativas con los representantes del laboratorio Pfizer. Existía una ventaja en las negociaciones para obtener la vacuna de Pfizer y BioNTech. El vínculo entre el infectólogo Fernando Polack y Alejandra Gurtman, una médica argentina que vive en Nueva York y es vicepresidenta del departamento de investigación y desarrollo de Pfizer, allanó el camino para la selección del país como uno de los lugares de prueba de la fase tres del medicamento. Era un punto de partida privilegiado para la Argentina en comparación con otros países.
Pero tras las quejas públicas del ministro de Salud contra los pedidos del laboratorio, las negociaciones pasaron a la Secretaría de Legal y Técnica de la Nación, un mecanismo preventivo al cual suele recurrir Alberto Fernández en contextos sensibles. Así se retomaron las conversaciones, en sigilo. Algunos obstáculos ya fueron superados, como la necesidad de contar con seguros internacionales frente a las posibles indemnizaciones. Las diferencias más arduas se centran en las garantías de inmunidad legal frente a negligencias y en los bienes exigibles al Estado argentino ante incumplimientos. Un límite son los "bienes soberanos", aquellos que ni siquiera los fondos buitre lograron capturar en los tiempos de litigios acalorados. No abunda el optimismo sobre el desenlace de las negociaciones. El laboratorio reclama más garantías legales. El Gobierno sospecha que la casa matriz evita comprometer un embarque a la Argentina por falta de stock. Pfizer acaba de anunciar que reconvertirá su sistema de producción para incrementar las entregas que parten desde su planta en Puurs, Bélgica. La transformación implicará demoras para las entregas en Europa. Y Estados Unidos le compró 100 millones de dosis más. Chile recibió el miércoles un tercer cargamento de 80 mil. Efectivamente, el mercado persa se agita apremiado por la necesidad de alejar el colapso.
Los problemas de coordinación que desmiembran al gobierno de Alberto Fernández lo llevaron a tener que corregir repetidas veces los pronósticos que hizo de importación de vacunas. Ahora espera cinco millones de dosis de Sputnik en enero. Y lograr otros seis millones en febrero y marzo, a partir de la provisión de la china Sinopharm y de la vacuna de AstraZéneca, la producción ligada en Argentina al empresario Hugo Sigman, el mismo que se congració por el acompañamiento "moral y afectivo" de González García, el ministro desplazado de las negociaciones con Pfizer.
En los diálogos reservados, los interlocutores del Gobierno advirtieron un detalle en las negociaciones con los laboratorios. Aquellas promesas cronológicas que se expresaban oralmente, con alusiones a embarques de vacunas en febrero y marzo, luego se convertían en julio cuando debían plasmarse por escrito. Mientras el poder mundial libra la guerra de la inmunidad, la realidad argentina, por ahora, se limita a las 600 mil dosis de Sputnik V. Entre la descoordinación, el contexto acechante y las hostilidades domésticas, el futuro sanitario argentino todavía espera insospechado. La Casa Rosada debería evitar nuevos pronósticos.
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