Un gobierno atrapado, ¿sin salida?
Reflejos demagógicos frente a los cortes de luz: la ocurrencia de suspender los pagos al exterior y el riesgo a que Massa renuncie; ¿qué pretende Aníbal Fernández enviando la Gendarmería al conurbano?; una licitación sospechosa; Burzaco, ministro porteño
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Felipe González, el expresidente del gobierno español e histórico líder del socialismo de ese país, suele decir que una metodología del populismo es proponer respuestas simples para problemas complejos. Pero, como normalmente esas respuestas simples no resultan, el paso siguiente es encontrar un enemigo al cual echarle la culpa de ese fracaso.
En la Argentina estamos hoy en esa situación respecto a un problema que venimos arrastrando hace aproximadamente 22 años. Una de las preguntas que hay que hacerse es en qué medida el país está todavía atrapado en una agenda que quedó planteada en el año 2001 y que todavía no pudimos resolver: ¿cómo se pagan los servicios públicos energéticos? Es una discusión que arrastramos desde aquel momento y que por no ser resuelta se ha vuelto un problema enormemente complejo.
No solamente cómo se pagan los servicios públicos y la energía sino las derivaciones de ese problema que tiene que ver con las prestaciones de las empresas energéticas, con las cuestiones fiscales, por los subsidios que son desmesurados, y con cuestiones monetarias y cambiarias, porque como tenemos que importar muchísima energía hemos convertido una cuestión sectorial, que es la energética, en un problema macroeconómico que afecta como ningún otro las reservas del Banco Central (BCRA).
La clase política se resiste a explicar este problema complejo a la gente, entre otras cosas porque es doloroso.
El Gobierno acaba de dar una respuesta, la que preveía imaginariamente la tesis de Felipe González, que es encontrar un enemigo e intervenir la empresa Edesur con el intendente de Avellaneda, Jorge Ferraresi, que va a manejar la empresa energética mientras sigue gobernando Avellaneda. Ya fue ministro, dejó de serlo, volvió a Avellaneda y ahora lo ponen a cargo del problema de la energía.
¿Qué es lo que habría que explicar? Primero, que ha habido en los primeros 15 días de marzo una ola de calor récord. La demanda eléctrica aumentó en el área que cubre Edesur un 60% respecto del consumo eléctrico de marzo del año pasado. Hubo un alto pico de consumo en enero de 4100 megavatios y en los primeros días de marzo fue de 4554. Es decir, superó a enero.
¿Qué sucede cuando hay un exceso de demanda? Lo que sucedería en New York, París o Berlín: hay problemas de abastecimiento porque es muy irracional hacer una inversión en infraestructura para la eventualidad que se puede presentar una vez cada cinco o diez años de que haya un pico de calor. Entonces, lo que prevén los sistemas es que en esos momentos va a haber escasez en el servicio y buscan formas de compensar esa escasez, con cortes rotativos, poniendo generadores, alertando a la población para que consuma menos. Nada de esto ocurrió y todo esto es responsabilidad del ente que regula la energía, del Estado.
Ahora, hay un segundo problema que es específico del Área Metropolitana de Buenos Aires sobre todo del área que cubre Edesur, que es la del sur de la ciudad de Buenos Aires y la del sur del conurbano. ¿Cuál es esa peculiaridad? Que son barrios muy densamente poblados, donde barriadas tradicionales de casas bajas han cambiado su fisonomía y ahora tienen grandes edificios y torres. Alguien del Estado, del Gobierno Nacional, y los municipios, que tienen en esto una responsabilidad, ¿controla que cuando se hacen torres, cuando se producen obras de edificación en altura, haya líneas de abastecimiento eléctrico reforzadas o seguimos con las mismas líneas de cuando esos barrios eran bajos y además líneas que están viejas?
Desde la empresa se defienden. Les dice que no invirtieron. Ellos podrían decir: “¿Cómo vamos a invertir si tenemos un atraso tarifario histórico de porcentajes siderales en un país con inflación y la tarifa no se ajusta?”. De los últimos 20 años solo durante 16 meses la tarifa de la distribución que va a las casas de familia, las industrias y los consumidores finales -no la de generación y del transporte mayorista- cubrió el costo de la distribución. Hay un atraso tarifario gigantesco que se cubre con subsidios cada vez más insoportables para el Tesoro.
Al consumidor habría que decirle algo doloroso: que en términos energéticos este es un país dos/tres estrellas. Hemos decidido ser un país, en materia de eficiencia energética y consumo eléctrico y gasífero, dos/tres estrellas porque hemos usado la energía para generar la sensación de que ese insumo, ese bien, era prácticamente gratuito. Algo parecido pasa con el transporte, donde uno paga una tarifa de regalo y pretende el transporte del primer mundo. Bueno, hay que ajustar la expectativa con el precio y ese es un problema que difícilmente un político quiera decirlo y plantearlo porque implica un costo enorme, que conlleva decir que existe una fantasía que es vivir por encima de las expectativas o de lo que se paga para ese tipo de vida.
Hubo, además del golpe de calor y el atraso tarifario, un episodio a comienzos de marzo, en el que salió de operación la central de Atucha. Eso produce un desbalance general en todo el sistema eléctrico del país, y sucede aquí o en cualquier otro lugar del mundo que cuando vuelven a operar o se repone esa carga eléctrica sobre el sistema suele haber fallas y colapsos. Por ejemplo, en este caso se quemó un transformador de Edenor, sobre el cual la empresa que es de Daniel Vila y José Luis Manzano, amigos de Sergio Massa, dio muy poca información, y también se quemó una estación transformadora en Quilmes de Edesur, sobre la que sí hubo información.
Cuando uno mira la página del ENRE, da la sensación de que se cargan muchísimos usuarios que no tienen servicio de Edesur y no se carga la misma cantidad de usuarios que no tienen servicio de Edenor, que es de amigos del ministro. Es una duda. Una curiosidad. Pero es muy significativo el desnivel. Si se interviene la empresa va a haber toda una discusión jurídica de si hay o no un marco regulatorio que permita intervenir. Seguramente vamos a encontrar argumentos de uno y otro lado pero lo cierto es que desde el año 2014 hay 30 personas del ENRE dentro de Edesur puestas por el gobierno de Cristina Kirchner, cuando el sistema energético lo controlaba Axel Kicillof. Y hay además un veedor desde hace un año puesto por Alberto Fernández a través del ENRE.
¿Qué estuvieron controlando durante todo este tiempo? No sabemos. Ahora tenemos gente indignada y una salida demagógica en la que los funcionarios dicen que el culpable es la empresa y por eso la van a intervenir.
Las empresas distribuidoras, entre ellas las grandes como Edenor y Edesur, durante muchos años no pagaron la mercadería que venden. Compran una mercadería, que es la electricidad, a una empresa mixta que se llama Cammesa, y no la pagan con la excusa de que el Estado no les da tarifas. Hubo una gran renegociación de esa deuda, y en esa renegociación nadie le pidió tampoco que expliquen muy bien que inversiones había, qué sistemas de mantenimiento, y pasó gratis el tema con gran beneficio para muchas de estas distribuidoras.
Lo concreto es que tenemos un enorme problema energético. Que hemos ido convirtiendo en un problema cada vez más complejo, más enredado, difícil de solucionar, costoso de solucionar políticamente en los últimos 20 años. Es algo que nos acostumbramos a ver en la tapa de los diarios todo el tiempo, pensando que esos problemas no son acumulativos. La respuesta es deficiente. Y no solo de parte del Gobierno, porque si se mira la cuenta de Twitter de Horacio Rodríguez Larreta de la última semana, anterior a los grandes cortes que hubo en los últimos días, él da una explicación donde va impugnando toda la política energética que conduce a estas malas prestaciones. No lo dice claramente, pero está sugiriendo que si se quiere esta política energética se obtiene esto como resultado. Daría la impresión de que promete corregir el tema si algún día llega al gobierno. Pero tuvo un episodio desagradable, un escrache en el Bar Británico de San Telmo y salió de esa explicación para decir que la culpable es Edesur y le formuló una denuncia penal. Seguramente, antes de hacerlo, miró una encuesta.
¿Por qué es importante eso? Y no solo en el caso de Larreta. Hay toda una corriente de políticos, sobre todo de la oposición, que prometen que cuando lleguen al gobierno van a llevar adelante determinadas reformas. Uno les pediría que miren antes las encuestas. No vaya a ser que cuando tengan que reformar las miren y se detengan, que es lo que acaba de hacer Larreta en el plano discursivo, no en el plano operativo porque no es un área sobre la que él esté gobernando. El tema energético y la distribución de energía eléctrica le corresponde al estado nacional. Pero con este cambio discursivo se dice algo así como ‘no explicamos más cómo son las cosas y preferimos encontrar a un culpable’, en realidad, para no pagar el costo político de la verdadera explicación.
Acá hay un problema estructural de la política que es quién le explica a la gente que este sistema está agotado, que hay que cambiarlo y que esos cambios van a ser dolorosos. Más aún, quién explica que si esos cambios no se hacen, la realidad, con su propia inercia, va a ser mucho más dolorosa que un gobierno que hace ajustes. Este es un gran signo de interrogación que interpela a la clase política en su autoridad frente a los ciudadanos.
En este problema está más enredado el Gobierno que la oposición. ¿Qué se ve cuando se mira al Gobierno, al Frente de Todos, a Alberto Fernández y a Massa? Que llevan adelante un plan para mantener una especie de mediocridad sustentable sin resolver los problemas estructurales y haciendo que las distintas variables que pueden estallar se vayan acompañando. Sube la inflación, llega a 100%, pero se va devaluando también la moneda a la par. Sube también la tasa de interés a niveles asfixiantes. El objetivo era llegar a las elecciones boqueando, sin un estallido en el medio, como si los niveles de recesión e inflación que estamos viviendo hoy no fueran ya un colapso. Cómo si el colapso fuera solamente que salte la térmica del tipo de cambio. No: estamos adentro del colapso, esto ya colapsó.
Ahora viene una noticia del todo previsible, que es una sequía que produce un estrangulamiento en el nivel de reservas que puede acumular el Banco Central.
Un video que hizo la Bolsa de Cereales de Buenos Aires muestra los números pesados que son consecuencia de esta sequía histórica ligada a la ola de calor y la demanda eléctrica. Hay una caída interanual del 35% de toda la producción nacional de granos de la campaña del 2021/22.
Mientras que el comportamiento de la producción de millones de toneladas de granos va de 130 millones a 84 millones. En cuanto a la soja hubo 18,3 millones menos de toneladas y en el maíz 16 millones respecto de los 25 millones y 36 millones respectivamente del año pasado. Lo que se traduce en una caída del sector en exportaciones del 48%, casi la mitad. Esto significa 20.811 millones de dólares.
Estamos ante un problema de oferta de dólares. Y además hay que destacar el impacto que tiene esto sobre los ingresos del Tesoro y la recaudación del Estado en un momento en el que el déficit es muy abultado. La Bolsa de Cereales calcula que son 7376 millones de dólares menos que va a cobrar el Estado por la vía de impuestos y retenciones. Esto implica una caída del Producto Bruto de la Argentina de tres puntos. Es decir, estamos hablando de una catástrofe.
Esta catástrofe plantea un problema, una hipótesis. ¿Esto tiene salida dentro de estas coordenadas de política económica? Es importante por que el otro día hablaba con un economista e historiador, que formó parte de varios equipos económicos, no peronistas, y le decía: noto que en el oficialismo hay, por todo lo que vemos de agresiones internas, una especie de manicomio. Y él me decía: es endógeno. Esto quiere decir que cuando un grupo humano que está al frente de un gobierno tiene la percepción, correcta o incorrecta, de que no hay salida, empieza a enloquecer. Estamos ingresando, cuando miramos al Frente de Todos, en esa fase.
Empiezan las opciones dramáticas de política económica. Lo vemos ahora a Emanuel Álvarez Agis que ha sido uno de los asesores principales de Sergio Massa al frente del Ministerio de Economía, oculto, discreto, amigo de él. Probablemente, con el mismo grado de influencia que Roberto Lavagna. Alvarez Agis dice que hay que renegociar el acuerdo con el Fondo. Esto quiere decir, poner en tela de juicio lo que le vamos a pagar al Fondo Monetario Internacional. Es importante la opinión. Cuando uno le pregunta a gente del kirchnerismo duro qué quiso decir Álvarez Agis ellos contestan “No entendemos, si lo dice él para despegar de Massa o si lo mandó Massa a para endurecer una negociación con el Fondo de acá en adelante”.
Me interesa otro pronunciamiento de este fin de semana, es una columna en Página 12 de Alfredo Zaiat. Me importa por lo que dice pero más por quién lo dice. Es un periodista económico al que Cristina suele citar con mucha frecuencia como una especie de guía. No sabemos si porque ella se nutre de Zaiat o porque ella lo nutre a él, o ambas cosas. Zaiat dice: “Hay que administrar los pocos dólares que tenemos, que quedan, con criterios nacionales y populares”. Esto quiere decir: dejar de pagar al Fondo y suspender la entrega de dólares a las empresas que tienen vencimientos en el exterior. Que se busquen esos dólares en el mercado internacional.
Para agregar un poco más de color, aparece también este fin de semana en Página 12 Martín Guzmán, que viene con el cuchillo bajo el poncho a disfrutar los problemas de Massa que fue su gran contradictor, su gran problema durante toda su gestión al frente del Ministerio de Economía. Ahora Guzmán nos notifica algo que nos había adelantado Cristina Kirchner en su discurso de Viedma hace una semana y es que él era el duro, y Pesce quería arreglar con el Fondo. Guzmán agrega que él estaba dispuesto a defaultear con tal de no hacer un ajuste ortodoxo y recesivo. ¿Massa estará dispuesto a lo mismo? Guzmán aclara también que Pesce, quien quería que el Fondo hable con Cristina, sigue siendo el presidente del Banco Central. Entonces, sugiere sin decirlo durante esa entrevista: “Me echaron a mi y dejaron al ortodoxo? ¿Cuál es el criterio?”. La venganza de Guzmán.
Estas propuestas, este clima, tienen dos efectos. Uno está asegurado. En medio de esta turbulencia, agregar niveles de ruptura, agregar niveles de imprevisibilidad, lo que hace es agigantar la crisis, porque ninguna de estas ocurrencias constituye un plan. Entonces, probablemente lo que hagan es presionar más sobre todos aquellos factores que son indicadores de incertidumbre, como es el tipo de cambio. Hay otra derivación de estas ocurrencias, y no es una derivación segura, es hipotética: que Massa empiece a pensar en irse, en dar un portazo, renunciando a su tradicional altruismo. Es decir, Massa podría, por una vez, pensar en sí mismo y decir: “Me voy porque no quiero condenarme a trabajar para otro que va fracasar”. Le están dando la excusa porque, muy probablemente, si empiezan a predominar alrededor de Cristina Kirchner las ideas de “rompamos con todo para poder quedar bien con nuestro electorado”, pensando que las medidas no tienen consecuencias sistémicas, es decir que le dejo de pagar al Fondo y todo lo demás sigue igual, con esos argumentos, le están construyendo el puente a Massa para que se vaya. Cosa a la que el kirchnerismo suele ser muy proclive: generar los mejores argumentos para que alguien los deje. Este podría ser un excelente argumento para el ministro, que podría decir: “Si empezamos con las irracionalidades, yo me quiero ir envuelto en la bandera de la racionalidad y la moderación, y me paso ya a la oposición”.
Si esto pasara, habría un grupo importante de actores en la vida pública argentina como empresarios y sindicalistas que se quedarían no solo sin ministro sino sin candidato en las elecciones. Acá viene un problema adicional: probablemente, Cristina se quedaría sin un candidato. Porque hay muchos indicios de que la estrategia de Cristina Kirchner es buscar a un candidato que cumpla la función que ella le asignó a Alberto Fernández cuando lo postuló con un tuit el 18 de mayo de 2019, que es enmascarar los rasgos menos tolerables del kirchnerismo para atraer un voto que con esos rasgos muy visibles no vendrían; y también para atraer dirigentes, empresarios, gobernadores que no querrían acercarse si el kirchnerismo muestra su verdadero rostro ideológico. Ese sería Massa.
Esta preferencia de Cristina por Massa tiene muchas manifestaciones. Hay una que es un detalle, pero muestra cómo funcionan las cosas en muchos campos. Tiene que ver la proximidad de la alianza entre Massa y la conducción de YPF que ejerce Pablo González, alguien del riñón de Cristina. Es decir, esta relación de Massa con YPF no se daría si no hubiera una bendición de Cristina para Massa. Esto se ve ilustrado en una cuenta que sigue movimientos de aviones: donde el avión de YPF que es una sociedad anónima con participación estatal que cotiza en la bolsa de Nueva York, prestó su avión para trasladar al ministro de Economía en la última reunión del BID en Panamá. Probablemente, ahora estén buscando la forma de que el ministerio de Economía pague de alguna manera ese servicio y queden como que contrataron un avión. También van a decir que iban funcionarios de YPF a ese viaje. Posiblemente sea verdad. ¿Hay un delito en esto? Probablemente no, pero hay un cruce de intereses empresariales y estatales que indican una enorme confusión que es la de pensar que una empresa del Estado debe ser manejada de otra manera que una empresa común competitiva. Hay que cargarle costos que a una empresa privada no le cargaremos porque lo pagamos los contribuyentes. Es decir, es un castigo al contribuyente, no es un privilegio. La otra pregunta es por qué Massa no paga un avión de línea.
Probablemente, Máximo Kirchner piense en todo esto distinto de su madre y tenga otra estrategia. No lo sabemos, pero hay quienes suponen que él cree que el fracaso de la experiencia Alberto Fernández es inmodificable y que ya que van hacia una derrota catastrófica, lo mejor es salvar la identidad llevando un candidato que retenga la mayor cantidad de votos kirchneristas: Axel Kicillof, que está agarrado al sillón de Dardo Rocha en La Plata como un náufrago a una tabla. No se quiere desprender.
Es otra estrategia, distinta de la de Cristina que tiene una dificultad central. Es que Alberto Fernández pretende ser candidato y esto es un enorme problema para un oficialismo que no está dispuesto a defenderlo. Este es un quiebre muy importante. El eje final del conflicto es Cristina Kirchner desafiada por su pupilo, por aquel que ella designó como una especie de delegado y que ahora dice: “Quiero enfrentarte”. Como dijo en un off de record: “Quiero terminar con 20 años de kirchnerismo”. Esto tiene derivaciones importantísimas porque desata una contradicción, un conflicto, de agresividad creciente, que no sabemos dónde puede terminar, entre otras cosas porque no vemos que sean muy conscientes de la escalada que está teniendo este conflicto en sus propios protagonistas.
En general, desde el entorno de Alberto Fernández no se ataca a Cristina, se ataca a Máximo Kirchner y a Kicillof, es decir, tiran un poquito más abajo. Salvo Luis D’Elía. La semana pasada, murió Carlos Pedro Blaquier, a quien buena parte de la izquierda kirchnerista lo castigó. La familia del empresario podría decir que se “lo persiguió”, con causas relativas a derechos humanos por las que el empresario fue sobreseído en la Cámara Federal Penal. Pero, la figura de Blaquier para buena parte del kirchnerismo es una figura maldita. En este contexto, D’Elía mostró una foto en Twitter, verdadera, en la que se lo ve a Blaquier con Cristina Kirchner. Es una foto que se tomó cuando el empresario le fue a presentar una nueva producción de cerdo a gran escala para la Argentina. Desde la cercanía de Alberto Fernández la castigan a la vicepresidenta con reproches que tienen que ver con los derechos humanos.
Lo demás son agresiones a Máximo Kirchner como la de Aníbal Fernández que dijo la semana pasada: “La Cámpora es una calamidad”. Y no dijo “me equivoqué”, dijo “se me escapó”.
Algo todavía más importante, más relevante y más cruel. Aníbal Fernández, sin consultar a Kicillof, mandó la gendarmería a la provincia de Buenos Aires, produciendo una reacción del gobernador muy intempestiva, por escrito, pidiendo que se limite el ingreso de la gendarmería en la provincia de Buenos Aires. Uno se pregunta: si todo el mundo quiere mejorar la seguridad, si la seguridad, después de la inflación y la economía, es uno de los ejes centrales de la política electoral de la Argentina, ¿por qué Kicillof no admite la llegada de los gendarmes? Hay que recordar lo que dijo Joaquín de la Torre, senador bonaerense y exintendente de San Miguel, la semana pasada en Odisea Argentina en LN+. El dirigente, que fue además ministro de gobierno bonaerense de María Eugenia Vidal, afirmó que en el conurbano se vende “por lo menos diez veces más droga que en Rosario”. Que no haya violencia en la provincia, explicó, es porque “hay un monopolio en la autorización de la venta de la droga que maneja la Policía bonaerense”. Esta declaración reitera afirmaciones que ya tuvo tiempo atrás la exministra de Seguridad Sabina Frederic. Ella había afirmado que, a diferencia de Rosario, en la provincia de Buenos Aires, el juego de la droga lo distribuye la Policía. Si lo que dice De la Torre es verdad, la Policía bonaerense debe haberle hecho un planteo a Kicillof y pedido que se resista, dado que sus jefes no estarían dispuestos a que el señor Aníbal Fernández husmee en sus negocios. ¿Aníbal Fernández quiso mejorar el nivel de seguridad de cinco localidades de la provincia de Buenos Aires? ¿O quiso producir una crisis entre Kicillof y su Policía? Aníbal Fernández conoce como nadie esta contradicciones e intereses. Kicillof tuvo que fijar su posición por escrito para que los policías se enteren de que él los defiende para que, acaso, puedan mantener ese status quo. Se está jugando con fuego.
Esto produce reacciones también en el kirchnerismo, en donde se preguntan qué ocurre en C5N, el canal de Cristóbal López y Fabián de Sousa, exempleadores de Alberto y Aníbal Fernández. Esa señal televisiva fue a buscar una entrevista con quien le quiso pegar un tiro a Cristina Kirchner, Fernando Sabag Montiel, quien dijo que él no era parte de ningún complot. Una situación que, por lo tanto, demostraría que no se rompió ningún pacto democrático. En el Instituto Patria se preguntan qué evolución tiene esta jugada. Se enteraron, además, de que De Sousa, y su mano derecha, Julián Leuda -ex subjefe del equipo de asesores de Alberto Fernández- se juntan una vez por semana con Lucas Nejamkis, secretario privado de Jaime Stiuso. Y, de hecho, Stiuso también participa de esas reuniones con la conducción de C5N cuando se encuentra en Buenos Aires. ¿Esto tiene que ver con las cosas que le pasaron o le van a pasar a Cristina? Seguramente no se reúnen para hablar bien de la vicepresidenta. Por eso mismo, se encendió un signo de alarma en el entorno de Cristina.
En el marco de peleas complicadas, en el kirchnerismo también miran otras cosas. Observaron una licitación de la Jefatura de Gabinete, a cargo de Agustín Rossi, con la firma incluida de Aníbal Fernández, por US$3 millones. Se trata de una adjudicación directa a una empresa semi fantasma, Seguridad & Identificacion Consulting, que tiene un capital de 3.500 euros -con una sola directora, francesa, Beatrice Delaunois, radicada en Madrid- para proveer servicios y entrenamiento en el campo de la ciberseguridad. Es probable que este martes haya pedidos de informes en el Congreso tanto de la oposición como del kirchnerismo para saber de qué se trata este contrato.
En medio de esta contradicción creciente, la pregunta es si es posible que el grupo que lidera Alberto Fernández conviva con el que conduce al mismo tiempo Cristina Kirchner en una misma oferta electoral a través de una PASO. O si se va a una ruptura. Cristina lo debe estar evaluando. Ella no tiene la misma posibilidad que en 2017, cuando se abrió del peronismo y compitió con Unidad Ciudadana. Ella puede hoy manejar el peronismo de la ciudad y de la provincia de Buenos Aires mediante La Cámpora. Sin embargo, en ambos peronismos empieza a haber disidencias. Juan Manuel Olmos, el vicejefe de gabinete de Alberto Fernández, lanzó la semana pasada con Leandro Santoro, el primer candidato a diputado por la Ciudad en las elecciones de 2021, un nucleamiento desafiando a Cristina. En la Capital Federal empieza a separarse lo que estaba, en apariencia, unido.
En Juntos por el Cambio se da una lógica similar. Mauricio Macri, que está en las antípodas ideológicas de Cristina Kirchner, se encuentra, a su vez, en una posición similar a ella en términos de la jugada de ajedrez. Si bien quizás no pueda ganar las elecciones -evalúa todavía qué hará- puede controlar al grupo ante un “Alberto Fernández” que se le insubordinó, que es Horacio Rodríguez Larreta. Si uno quiere simplificar la interna de Juntos por el Cambio, tiene que decir que el enfrentamiento es Macri contra Larreta. Macri todavía no sabe si se va o no a postular. Lo que hay que mirar, no obstante, es que todos los días hace campaña para presidente. Llegó de Europa y, jet lag mediante, se fue a hacer campaña a Rosario con la excusa del libro “Para qué”, como en su momento lo hizo Cristina con “Sinceramente”. También irá a Córdoba. Y en cada visita que realiza mide su aceptación para saber si llega a postularse. Tiene pensado dar vuelta ese naipe en mayo, apenas días antes de que haya que inscribir las candidaturas. Mientras tanto, por las dudas, es también el jefe de campaña de Patricia Bullrich. A todos los que quieren apoyarlo, los manda a hablar con ella. Hasta le consigue financiamiento. Hay puntos comunes para analizar en los dos frentes. Si uno hipnotizara a Cristina Kirchner, uno podría descubrir que lo que ella busca en beneficio del Frente de Todos es tener a Macri como candidato del otro lado.
La seguridad está en el eje de discusión de todo esto. En Rosario, Macri recordó que trabajó allí junto a Patricia en contra del narcotráfico. Larreta contesta este martes. Va a comunicar que echó a Marcelo D’Alessandro del Ministerio de Seguridad porteño y que lo designó a Eugenio Burzaco, el segundo de Patricia Bullrich, en su momento, en el Ministerio de Seguridad. Burzaco, uno de los expertos más destacados de Pro en materia de seguridad, está peleado con Bullrich. Por su parte, D’Alessandro se va del cargo por la filtración de sus presuntos chats de Telegram. Cerca de él se preguntan por qué, si acaso se intervinieron once teléfonos, se conocieron las conversaciones de uno o dos teléfonos. Entre los dispositivos hackeados, se encuentra el de Daniel Angelici, el binguero y expresidente de Boca. ¿A quién le puede interesar espiar a Angelici y a la vez cuidarlo para que no se conozcan sus chats, como sí se conocen los de D’Alessandro? Es sólo una pregunta.
Ante todo este panorama, en las encuestas crece Milei. A la Casa de Gobierno, llegó una encuesta en la que hay un escenario de empate entre tres fuerzas, el Frente de Todos, Juntos por el Cambio y La Libertad Avanza de Milei. El libertario tiene la ventaja de no tener que dar explicaciones de cómo se van a hacer las cosas porque se lo ve lejos del triunfo. Lo que importa, no obstante, es que Milei pone una gota de duda sobre la calidad de la democracia. No solamente sobre la calidad del gasto público, del Estado, o la clase política. Dice que el problema del país empezó en 1916 con el voto universal y que pasa buenos ratos de su vida arrojando dardos contra el fundador de la democracia restaurada, Raúl Alfonsín. Si uno pone una lupa grande, hay un problema de valores en ese discurso. Pero Milei tiene una enorme ventaja. Macri discute con Larreta y Cristina lo hace con Fernández. Él no tiene que discutir con nadie, solo tiene que hablarle a la gente.
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