Un exmilitar en huelga de hambre: “Si me tengo que morir, me muero; a lo mejor, es mi libertad definitiva”
Julio Narciso Flores, que fue cabo de la Fuerza Aérea, reclama que la Justicia le otorgue la prisión domiciliaria
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El rechazo de la Justicia a la posibilidad de cumplir en su domicilio la condena a 25 años de prisión derrumbó las esperanzas de Julio Narciso Flores, excabo y suboficial de la Fuerza Aérea Argentina, que inició hace nueve días una huelga de hambre en el Complejo Penitenciario Federal III de General Güemes, en Salta.
“Si me tengo que morir, me muero. A lo mejor, es mi libertad definitiva. Mi familia sufre, quiero darle un fin a todo esto. Hace siete años y siete meses empecé a morir cada día un poco”, explicó Flores, en un diálogo telefónico con LA NACION desde la cárcel salteña, al recordar que fue detenido en 2014 y condenado en 2019 por el Tribunal Oral Federal 5 de San Martín.
Tiene 64 años, perdió ocho kilos desde el 21 de junio –solo ingiere líquidos– y está decidido a seguir adelante, pese a que su esposa Gloria Isabel y sus tres hijos no están de acuerdo, pero aceptan la decisión que pone en riesgo su vida.
Especializado en mecánica de mantenimiento de aeronaves, Flores permaneció tres años y medio en la Fuerza Aérea, entre enero de 1977 y mediados de 1980, cuando pidió la baja. Se desempeñó en la I Brigada Aérea de El Palomar, primero en el escuadrón Tropas y luego en el hangar de aviones Guaraní. Varias décadas después de obtener la baja, fue detenido y más tarde condenado por la acusación de un testigo que lo señaló por la fotografía 4 x 4 de su legajo personal como uno de los represores del centro clandestino conocido como Mansión Seré, en Morón.
Le imputaron 26 casos de privación ilegítima de la libertad por casos producidos cuando tenía 19 años y recibió una pena seis veces mayor que el brigadier Orlando Ramón Agosti, jefe de la Fuerza Aérea e integrante de la primera Junta Militar de la dictadura militar, condenado a cuatro años y seis meses de prisión.
Su caso no siguió la misma suerte que la causa que hace pocos años enfrentó el teniente general retirado César Milani, exjefe militar durante el kirchnerismo, que fue acusado por la desaparición del soldado Alberto Ledo en Tucumán, cuando a los 21 años firmó un acta que lo comprometía. Hay ciertas similitudes, pero Milani fue absuelto finalmente por los jueces.
En manos de los jueces
“Mi vida está en manos del Tribunal Oral Federal 5, que en los últimos años cambió su integración. Espero que los nuevos jueces recapaciten, lean mi causa y solo pido justicia”, expresó Flores, que también jugó su última carta con una apelación de su condena a la Corte Suprema de Justicia.
Ubicada en Morón y manejada por la Fuerza Aérea, la Mansión Seré fue uno de los centros clandestinos de detención más emblemáticos del conurbano bonaerense durante la dictadura militar. En marzo de 1978 se produjo la fuga de cuatro detenidos, que se escaparon desnudos y esposados. Eso llevó a los militares a cerrar la antigua casona: distribuyeron a los detenidos en otros centros y demolieron la construcción. Recuperada la democracia, sobre sus cimientos se edificó el sitio de memoria que hoy se mantiene vigente.
Flores insistió en que no tuvo vinculación con el centro clandestino. Preso por el fallo que lo encontró responsable de delitos de lesa humanidad, hoy comparte el encierro con detenidos por causas de narcotráfico y otros delitos federales.
“La sentencia es injusta y la acusación no tiene consistencia”, declaró Flores, quien a lo largo de siete años pasó por cinco cárceles, incluidos los penales de Ezeiza y de Marcos Paz. Fue enviado a la prisión de General Güemes, a 60 kilómetros de Salta, para estar cerca de su familia, pero él conoce las penurias económicas que atraviesan y prefiere que “no gasten sus pocos recursos” en ir a visitarlo. Tiene tres nietos, pero todavía no conoce a dos de ellos.
Reveló que en la propia causa judicial hay constancias de que cuando le mostraron por primera vez su foto al testigo que lo incriminó, la respuesta fue: “Puede ser en un 50%, pero no estoy seguro”.
En su legajo en la Fuerza Aérea había una planilla en la que constaba su especialidad como mecánico de aeronaves y se mencionaba que recibía un suplemento por actividad riesgosa. Ello era así porque en el hangar se realizaba mantenimiento y carga de tanques de oxígeno para todos los aviones. “Cuando me detuvieron interpretaron que eso me hacía experto en explosivos”, explicó Flores a LA NACION. “Alegaban también que había sido jefe de la guardia y de las patrullas que apresaban a los detenidos, lo que tampoco es verdad”, insistió.
Tras abandonar, a los 22 años, su corta carrera en la Fuerza Aérea, Flores trabajó como mecánico de aviación en distintas empresas en el país y en el exterior. Vivió varios años en Indonesia, Jordania y Noruega. El trabajo le permitía volver de visita todos los años a la Argentina, hasta que lo sorprendió el avance de la causa judicial. Sus compañeros de trabajo en la empresa Air Fast, en Indonesia, no lo podían creer. “Todavía hoy me dicen que me esperan, que me guardan el puesto de trabajo y mi caja de herramientas”, reveló Flores, como muestra del buen recuerdo que dejó en la compañía del grupo Free Form.
En el propio complejo penitenciario de General Güemes procuran que desista de la huelga de hambre. “Intentan convencerme, pero estoy en mi posición. “Escribí notas al jefe de la unidad, le pedí disculpas por los problemas que pudiera causarles, pero lo entendieron, igual que otras autoridades del penal, y me entienden”.
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