Un estilo pastoral que lleva a la unidad
"Que todos sean uno", lema del escudo episcopal de José María Arancedo, expresa el espíritu de comunión y el estilo sacerdotal de este porteño de 71 años, arzobispo de Santa Fe desde 2003 elegido ayer por sus pares nuevo presidente de la Conferencia Episcopal Argentina.
Su hablar pausado, hasta monocorde, distante de cualquier estrépito, de trato cordial, gesto apaciguador, abierto al diálogo exhiben su personalidad moderada y lo tornan como un claro exponente de los criterios pastorales que han quedado expresados en los documentos episcopales de los últimos lustros, aquellos que derivaron en el compromiso adquirido por la Iglesia en la crisis de principios de siglo y los destinados a convocar a la celebración del Bicentenario.
Ordenado sacerdote en diciembre de 1967 en la diócesis de Lomas de Zamora, se doctoró en Derecho Canónico en la Universidad Gregoriana de Roma.
Elevado a la plenitud sacerdotal como obispo auxiliar de Lomas de Zamora, fue tres años después, en la diócesis de Mar del Plata, donde Arancedo comenzó a cincelar su estilo pastoral en el cauce propicio allí abierto por el recordado cardenal Eduardo Pironio. Como más de una vez ha dicho, el cauce abierto por el Concilio Vaticano II al promover una Iglesia "alejada de todo triunfalismo, discípula de Jesús, servidora de los hombres, pobre".
Para el nuevo titular del Episcopado, la opción preferencial por los pobres formulada por la Iglesia de América latina no es una cuestión ideológica, sino evangélica. Hablar de la pobreza puede ser un tema ético -ha dicho alguna vez-, hablar de los pobres es un compromiso evangélico.
En Mar del Plata recogió y amplió las jornadas anuales de Pastoral Social, mantuvo abiertas las puertas a hombres y mujeres de la cultura, a la gente de teatro congregada anualmente en los veranos marplatenses, a empresarios y sindicalistas.
En esos doce años como obispo marplatense, creció la participación de Arancedo en la Conferencia Episcopal: presidió las comisiones del Apostolado Laico y de Comunicación Social, y en sucesivas asambleas comenzó a integrar el grupo redactor de los documentos de los plenarios episcopales.
No extrañó, entonces, que a principios de 2003, producida una situación escandalosa que llevó a la renuncia de monseñor Edgardo Storni, Juan Pablo II lo designara cuarto arzobispo de Santa Fe .
Al asumir hizo un ferviente llamado a la unidad de la Iglesia santafecina y a la Reconciliación. "No hay dos Iglesias. La Iglesia no puede estar dividida entre la Iglesia de la liturgia y la Iglesia del servicio", dijo por aquellos días.
Y si en Mar del Plata enhebró su gestión con que abrió el cardenal Pironio -y siguió monseñor Rómulo García- en Santa Fe, Arancedo constituyó una comisión permanente para honrar la memoria de monseñor Vicente F. Zazpe y al cumplirse, en enero de 2004, veinte años de su muerte, lo llamó testigo, profeta y pastor y rescató su "variado y rico magisterio episcopal, que es una cantera de reflexiones que queremos ponerlo al servicio de todos".
Primo hermano de Raúl Alfonsín, con quien mantuvo una estrecha relación hasta sus últimos días, dijo Arancedo en las exequias del ex presidente: "La dimensión espiritual del hombre no se opone a una sana laicidad que valora y reclama la autonomía de las realidades temporales y humanas, por el contrario diría, esta dimensión es garantía y salvaguarda de lo humano".
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