Un enviado del régimen de Ortega se robó las miradas durante el acto de Alberto Fernández en el Consulado en Nueva York
El canciller de Nicaragua, Denis Moncada, se hizo presente en la muestra sobre la Esma que encabeza el Presidente, cuando el gobierno sandinista está bajo la lupa por las denuncias de violaciones a los derechos humanos
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En medio de la gira por los Estados Unidos que hoy lo reunió con la titular del FMI, Kristalina Georgieva, y mañana lo tendrá como expositor ante la Asamblea General de la ONU, Alberto Fernández inauguró esta noche una muestra fotográfica sobre la ESMA en el consulado argentino en Nueva York, como parte de la campaña del Gobierno para que el espacio para la memoria sea declarado como patrimonio mundial de la humanidad. Un invitado, sin embargo, se robó las miradas en la presentación.
El canciller de Nicaragua, Denis Moncada, se hizo presente en el consulado argentino durante la exposición que pone el foco en las violaciones a los derechos humanos cometidas en la Escuela Superior de Mecánica de la Armada durante la última dictadura militar. Precisamente cuando el gobierno de Daniel Ortega, al que representa Moncada, se encuentra bajo la lupa de los organismos internacionales por las denuncias de encarcelamiento y expulsión de sus opositores en la previa de los comicios que le dieron a Ortega un nuevo mandato como presidente, entre otras violaciones a los derechos humanos, políticos y civiles de los nicaragüenses.
“Fue una invitación abierta a todas las delegaciones”, afirmaron fuentes oficiales de la comitiva que acompaña al Presidente ante la consulta de LA NACION por la presencia de Moncada.
Tras las polémicas elecciones que Ortega se llevó con sus opositores encarcelados o en el exilio, semanas atrás el régimen del líder sandinista volvió a ser noticia al formalizar la expropiación del edificio del diario La Prensa, cuyos periodistas debieron exiliarse en julio. La sede fue rebautizada como Centro Cultural y Politécnico José Coronel Urtecho. El régimen también expropió el edificio que utilizaba en Managua la OEA, el organismo interamericano que ya había sido expulsado del país. “Casa de la Soberanía”, fue el nombre elegido para ese inmueble, tomado por la fuerza en abril de este año.
Hace un mes, Ortega criticó duramente a Alberto Fernández por el avión de Emtrasur retenido por la Justicia en Ezeiza. “Alberto Fernández está haciendo un papel más vergonzoso, más triste, más degradante que el que hace [el secretario general de la Organización de Estados Americanos, Luis] Almagro, que abiertamente es instrumento de los gringos. Tiene secuestrados a 11 o 12 hermanos venezolanos simplemente porque así lo ordenan desde Washington”, reprochó Ortega. Y remarcó: “Se lavan las manos diciendo que es un asunto de la Justicia. No sabía que la Justicia argentina se sometía a los dictados del imperio yankee”.
El régimen que lidera Ortega en Nicaragua es un tema espinoso para la diplomacia nacional. En agosto, el gobierno argentino condenó las violaciones de los derechos humanos en ese país. Lo mismo hizo el martes de la semana pasada, durante el inicio de las sesiones anuales del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, en Ginebra: en el plenario presidido por el argentino Federico Villegas Beltrán, la Argentina condenó en duros términos “las detenciones arbitrarias”, habló de una situación “deteriorada” y pidió al régimen de Ortega “restablecer los derechos y las libertades fundamentales y el Estado de Derecho”.
Sin embargo, la representación argentina evitó sumarse a una condena conjunta firmada por 46 países, entre los que sobresale Estados Unidos, pero en el que también se incluyeron los socios del Mercosur, Brasil, Uruguay y Paraguay, y hasta Chile (gobernado por Gabriel Boric), que en un tono aún más condenatorio habla de “autoaislamiento de las autoridades de Nicaragua”, de su “falta de responsabilidad y rendición de cuentas de las obligaciones internacionales” en el respeto de los derechos básicos de minorías y opositores al régimen.
Desde la Cancillería expresaron a este diario que la posición “histórica” de Argentina es la de no sumarse a textos ajenos, y que la postura de condena a Nicaragua fue “clarísima”. “Intervenimos solos, no en conjunto”, se defendieron fuentes diplomáticas argentinas, que supo acercarse al régimen de Ortega para lograr su apoyo en la elección de Alberto Fernández como presidente de la Celac.
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