Un discurso activista, sin certezas sobre el plan general del Gobierno
El segundo discurso del presidente Mauricio Macri ante la Asamblea Legislativa fue como un relanzamiento, después de las unánimes críticas recibidas sobre el recálculo del ajuste de las jubilaciones y el acuerdo por la deuda del Correo con el Estado que lo obligaron a dar marcha atrás.
Frente a las quejas por los errores y vacilaciones expuso un presidente seguro, con buenas dosis de autoestima y convicción del rumbo general del Gobierno. Privilegió la enumeración de medidas y metas, la cantidad por sobre la unidad, un repertorio más que una estrategia. Algunos de los logros citados son por ahora poco más que nombres de planes nacionales. No fue un discurso con mensaje central: fue un discurso de exhibir activismo. No despejó las dudas sobre el diseño que le da sentido a ese activismo gubernamental, el programa de gobierno. Quizás, justamente, la falta de relato, esta vez usando el término en sentido positivo.
Los "argentinos" destinatarios del mensaje no constituyen un colectivo. Algunos pasajes demuestran esta apelación al ciudadano común, en particular el extraño momento en que habla de las emociones y del país como "una red afectiva". No se apuntala un proyecto colectivo ni un bien común. Macri les habla a individuos en contacto con otros individuos. Y el estilo que elige para hacerlo es el motivacional, el aspiracional del líder empresarial, del coach. Ahí encajan muy bien los casos ejemplares que le gusta citar: la comunidad wichi Asunción; las docentes Mónica, Raquel o María Marta.
La mayor parte de las aseveraciones siguen perteneciendo al orden del futuro: cosas que van a suceder en los próximos meses y años, promesas. En ese sentido fue un discurso de campaña. También, en otro: volvió a elegir al kirchnerismo como único adversario, al que le destinó sin nombrarlo fuertes mensajes de crítica.
Más enfático fue en los puntos más débiles, donde la tensión traslucida desmintió la seguridad que quería comunicar. Así, por ejemplo, al referirse a las tarifas de energía, asegura: "No dejamos a nadie atrás". Esta negación supone la afirmación contraria sobre las insensibles subas del año pasado, percepción generalizada en la opinión pública. El momento más tenso se da cuando propone una iniciativa para combatir los conflictos de intereses y menciona su caso particular. Se omite la mención directa a la movilización de la CGT y al conflicto docente. Se menciona sólo al pasar el nuevo sistema penal juvenil, que inspira gran susceptibilidad.
Subjetivamente fuerte, esta vez el Presidente habló tanto de promesas como de realidades y de muchas acciones como si fueran un programa de gobierno.
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